lunes, 17 de agosto de 2009

¿Hermanos Costaleros?

El hombre es soberbio por naturaleza. De hecho, lo que llamamos “pecado original” no es otra cosa que soberbia. Y es que desde el principio de los tiempos, todos queremos ser grandes.
La vida es como una rueda, y como tal, las situaciones que vivimos no son nuevas, ya se han vivido en otro momento y en otro lugar quizás. Es un ciclo. Como un reloj.

Cuando en una guerra un grupo se debilita tras una batalla, no quiere decir que desaparezca, sino que, simplemente eso; está debilitado. ¿Pero qué sucede?, que el enemigo aprovecha para meter sus topos en el grupo debilitado, y los que no eran nada, aprovechan para tener un cargo de sargento o capitán. Todos meten el codo para subir de cargo y poder saber más y gobernar sobre los demás… ¡ay, el famoso poder!

Muchos de los que hemos estado dentro del mundo cofrade, sabemos que esto pasa también en nuestras hermandades ¿verdad? Después del anterior gobierno por parte de una junta; la nueva, recién elegida, algo desorientados, en su primera aparición pública en los cultos externos, sólo quiere lucir varas, insignias, mantillas, cara de los domingos… pero, ¿quién lleva el paso? Si no existieran costaleros, poca imagen sacarían a la calle. Si ellos mismos cargasen, no se les vería, y por tanto, no serían de la junta de gobierno… y es que aparentar lo que no somos, es nuestro punto flaco. Nos ponen un traje y una vara y ya pensamos que somos poco menos que héroes.
Pues en nuestros grupos de oración pasa lo mismo. Después de un ciclo, los nuevos miembros que lo gobiernan, desorientados, no saben muy bien por dónde ir, pero tampoco te dejan enseñar o aconsejar. Otros miembros aprovechan para buscarse un cargo y poder lucir “vara e insignia”. Todos quieren ser “encargados de…” pero nadie quiere cargar de verdad el paso. Así es imposible avanzar.

Pero sabemos que son ciclos, como decíamos antes. Y pasarán estos momentos. Se superarán las dificultades, se solucionará lo que aparentemente hoy es imposible, y cual ave Fénix todo resurge de sus propias cenizas. Por eso la confianza en Dios no nos debe faltar. Debemos vivir con humildad, esperanza, confianza y paciencia porque, como siempre decimos, los planes del Señor no son los nuestros y no los conocemos. Sólo Él sabe lo que es mejor para nosotros en cada momento. Pero eso no quiere decir que lo que vivimos es lo mejor, sino lo que Dios permite para nuestras enmiendas, nuestros aprendizajes. De nosotros depende aprovecharlo y saberlo ver.
Pronto nos daremos cuenta que todos no podemos ser hermano mayor, ni mayordomos, ni secretarios de una hermandad, sino que somos –y es necesario que así sea- costaleros o cargadores. Debemos ser conducidos por el capataz y contraguías, pero nuestro trabajo es llevar a Cristo y a María Santísima por donde vayamos, sin necesidad de que se nos vea ni que se nos reconozca nada. Humildes, cargando en las trabajaderas y ocultos bajo los faldones del paso.

Dios os bendiga.