miércoles, 17 de febrero de 2010

Miércoles de Ceniza

Todos sabemos que la Cuaresma es la preparación a la Pascua. Sabemos también que dura cuarenta días (de ahí su nombre). Sabemos que es tiempo de oración, penitencia, ayunos, limosnas, abstinencias… pero no siempre obramos en consecuencia con lo que sabemos y, sobretodo, decimos. Palabras sabias y hermosas salen de nuestras bocas, pero, nada más. Quizá en esta nueva oportunidad que el Señor nos brinda un año más, deberíamos llevar a la práctica eso que tan bien nos sabemos.
¿Ayunar de comer? Si, ¿por qué no? Pero sería bueno que ayunáramos también de nuestros egos, orgullos, envidias, egoísmos, ansias de poder, materialismos, resentimientos, malas palabras a los demás, querer quedar por encima siempre… un sin fin de faltas que tenemos y que no nos viene nada mal, al menos reducirlas en este tiempo, para llegar un poco más limpios a la gran fiesta del año: La Pascua.
Si nuestro propósito y disponibilidad es sincera desde lo más profundo de nosotros mismos, el Señor nos tenderá la mano y nos ayudará a salir de la oscuridad de las tinieblas en las que nos encontramos.
Aprovechemos este desierto por el que hemos decidido pasar voluntariamente para nuestra conversión. El desierto no es obligatoriamente un lugar de silencio, pues en él, podemos oír los murmullos interiores que, normalmente no oímos por el excesivo ruido del “mundo” exterior. Por eso, es un momento en el que debemos reflexionar sobre todo lo que hacemos y hemos dejado de hacer. Profundizar bien hondo en nuestro corazón, en nuestra alma y limpiar todo aquello que nos ensucia y nos aparta de Dios.
Pero la vida sigue igual, no cambia porque estemos en este tiempo litúrgico, es decir, la familia, el trabajo, las preocupaciones… siguen. De ahí el esfuerzo que debemos hacer para adentrarnos y examinarnos.
En los municipios en los que vivimos, el carnaval se celebra en plena cuaresma. Es conveniente que, para ser verdaderos cristianos comprometidos y estar al servicio de lo que el Señor nos pida, que dejemos esas fiestas a un lado. Cada momento requiere lo suyo, y ahora no es el momento. Se han dado casos que, en este tiempo que empezamos hoy, miércoles de ceniza, en algún retiro de cuaresma, hay personas que se han ido a la mitad porque tenían que disfrazarse en el carnaval que se festejaba en su localidad. Por lo que se ve, en estas personas, Don Carnaval o Don Carnal ha vencido el combate a Doña Cuaresma. Con esto no es mi intención juzgar a nadie. ¿Quién soy yo para juzgar? (y lo digo desde lo más sincero de mi interior) Sin embargo, me sirve de ejemplo, ya que, casos como estos, son a los que me refiero cuando digo que tenemos que ser consecuentes con lo que vamos pregonando. Dejar de ser como los fariseos de los que nos habla el Señor en el Evangelio del día de hoy (Mt. 6, 1-6. 16-18)
Si pedimos al Señor que quite lo que no sea suyo, que sea de verdad. Que no se quede en palabrería barata y que en nuestro interior haya algo que lo impida, porque de esa forma, no sucederá. A Él no podemos engañarle porque es capaz de ver hasta en lo más hondo de nuestro ser. Nadie nos conoce como Él, y nadie respeta nuestras decisiones y libertad como Él. Así de maravilloso es el Señor de señores.
Seamos como el hijo pródigo y volvamos sincera y humildemente con quien nunca deberíamos habernos apartado.
Que tengamos una santa y provechosa Cuaresma.

El Señor os bendiga.

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