viernes, 7 de mayo de 2010

¿Por qué callamos?

En ocasiones pensamos que tenemos la exclusiva de todo. Los que tenemos el "poder" (si lo podemos llamar así). Los únicos que tenemos el privilegio de tener cosas. Pero nuestra obligación es darlo a los demás. Si el Señor nos da algo, es para compartirlo. La cuestión es que no lo hacemos, pues pensamos que, al comunicar eso que sabemos, los demás nos pueden ganarnos terreno. Y es que no nos damos cuenta que estamos trabajando para la Gloria del Señor, no para la nuestra. Recordemos que lo que hagamos con los demás, lo estamos haciendo con Él. Secretos que no deben serlo, disfrazar la verdad u ocultarla, chismorreos... ¿lo estamos haciendo bien de verdad?. Quizá nuestro egocentrismo, envidia, soberbia... nos impide llevar a cabo la misión que tenemos entre manos, la que el Señor nos ha encomendado. Nos convertimos (si se me permite la comparación) en auténticos trombos que no dejamos que fluya el Espíritu y haga su obra en TODOS nosotros. Hacemos nuestra voluntad, no la de Dios.

Pero tenemos la excusa perfecta: "Si el Señor así lo ha querido, pues así será". ¿A caso somos capaces de ver más allá de lo que tenemos delante? Por lo visto no. ¡Cuán equivocados estamos!. No somos conscientes del daño que producimos en nuestros prójimos.

Tenemos que pedir a Jesús, que nos dé el discernimiento que necesitamos para poder diferenciar nuestras obras de las que Dios quería hacer. Él es todopoderoso y podría decir "que se cumpla mi voluntad pese a la opinión de los hombres". Es más, podría incluso no habernos creado. Pero Él es bondad infinita y nos ha regalado la vida. Sin Él no somos nada y no queremos darnos cuenta. Y nos ha regalado una vida con Libertad propia que, en ocasiones, estamos viendo que no sabemos utilizar bien.

Por eso, nuestros grupos de oración no crecen, no avanzan, se estancan, y llega la monotonía y el aburrimiento. No contamos con el Señor, sino con nuestro "poder". De ahí el vacío de nuestros interiores, que no puede dar fruto alguno.

¡Abrenos los ojos Señor! Danos la luz que necesitamos y quítanos la venda que nos crea esa opacidad ante lo que Tú quieres de nosotros. Danos el don de la caridad para que, de esa forma, nos demos de verdad al que tenemos al lado. Todo esto te lo pedimos por intercesión de Tu Madre, que es nuestra Madre, la María Santísima y, como decías al Padre en aquella noche dolorosa pero tan llena de Amor a nosotros, que se cumpla Tu voluntad y no la nuestra.

Gracias por ser nuestro ejemplo. Por darnos el Espíritu Santo. Por quedarte con nosotros en la Sagrada Eucaristía.

El Señor resucitado os bendiga.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuantas veces caemos en todo esto Rafa, sin pensar en los demas y en lo que podemos herir al de al lado sin ningun motivo solo por el ansia de querer quedar bien con otros, cuando con quien realmente deberiamos querer quedar bien es con Dios que tambien nos esta viendo.

Un abrazo.

Rafa dijo...

Así es Oceanida. El ansia de querer quedar bien con los demás a costa de otros, haciéndoles daño (y lo peor es que somos consciente de ello) buscando además, reconocimientos y que nos alaben.Pero el único merecedor de alabanzas es el Señor.

Un abrazo y QDTB!!

Anónimo dijo...

Hola Rafa,
Me ha gustado mucho este post, que sincero es y que cruel es la realidad, la verdad es la que vale y estamos aqui para dar Gloria a Dios, no ha unos cuantos que se empeñan en querer ver sus propios razonamientos.

Gracias por compartirlo !

Dios te bendiga amigo :-D

Rafa dijo...

Amiga Raquel.

Muchas gracias. Desgraciadamente es así y, como bien dices es cruel esta realidad que vivimos; sin embargo, la confianza en el Señor y la ayuda que recibimos de Él, nos mantiene en esta lucha.Que todo sea para su Gloria.

Un abrazo.
Dios te bendiga.

Susana dijo...

Muchas gracias por seguir mi blog, y qué bueno esto que publicas!!! Comparto plenamente, Gloria al Espíritu Santo por el esclarecimiento que te ha dado, la Sma. Trinidad te bendiga y nos ayude con la fortaleza y el ánimo para seguir a Nuestro Señor en la Verdad. Amén.

Un abrazo en Cristo y María
Susana