viernes, 10 de septiembre de 2010

El desapego

“La vida es como un puente. Pasa por él, pero no construyas tu morada en él”
Inscripción en la Gran Mezquita de Sikri, India.

El que tiene apego a la vida, la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la vida eterna. (Jn. 12, 25)

Pero esto, hermanos, es tan difícil de cumplir… con lo bonita que es la vida cuando no nos agobian los problemas. Y todo parece irnos bien, somos casi autosuficientes, nos divertimos pensando en el mañana, hacemos planes, incluso contamos poco con Dios. Pero surge un contratiempo y… entonces le preguntamos: ¿Dios, dónde estás? Aquí es cuando vemos que no somos nada, y que sin Dios no vamos a ninguna parte. Entonces nos abandonamos en sus manos y descubrimos que los apegos a la vida no nos llevan a nada.

El desapego no es desamor. El desapego es sostener nuestra libertad, que es un don que Dios nos regala, y a la vez tenemos que dejar ser libres a quien amamos. Hay cientos lazos que nos atan privando de libertad y, por tanto, impiden a la otra persona, su evolución como almas.

Cuando oímos esta palabra -“DESAPEGO”- se nos vienen a la cabeza sinónimos como desprendimiento, o la idea de dar lo que tenemos. Quizás porque recordamos a Jesús diciendo “vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y luego, sígueme”.

Lo primero que debemos tener claro, es que no podemos llevar a la práctica esto al pie de la letra. Es decir, no podemos poner a vender todo lo que tenemos porque eso no es el desapego.
Hay que tener en cuenta que Dios ha querido y permitido que tengamos una serie de bienes. Unos más y otros menos. Pero esos bienes son para nuestro disfrute y el de los demás. Es decir, Si Dios nos ha dado una casa, no es para que la vendamos y nos quedemos tirados en la calle. Precisamente nos la dio para cubrirnos esa necesidad, para que la disfrutemos, la usemos; pero siempre y cuando hagamos buen uso de ella. Somos administradores temporales de los bienes que nos ha dejado en esta vida. Otra cosa es cuando además de lo que tenemos queremos más, y más y más…convirtiendo nuestra vida en un acaparamiento de bienes que, ni abarcamos, ni disfrutamos, ni ayudamos a nadie con ellos. Es cuando los bienes se convierten en males. Y en lugar de adorar a Dios, adoramos a esos “dioses” de hoy día. Los dioses del mundo que nos apartan poco a poco del Señor. Dioses como el dinero, el lujo, la suntuosidad, el egocentrismo, el aparentar lo que incluso no somos… Son dioses que nos van seduciendo con sus golosas y apetitosas propuestas y que, como Eva, corremos el riesgo de perderlo todo, si mordemos, aunque sólo sea un trocito de esa manzana prohibida.

Sin embargo, hay personas que se dedican en su vida a acaparar pertenencias, riquezas, e incluso toman posesión de bienes y personas (esposos, hijos, amistades, etc.) Esta posesividad es lo que llamamos apegos a las cosas materiales de este mundo y, en la mayoría de las veces, estos apegos nos apartan de Dios. El amor y la confianza acercan a Dios. Cuando Jesús le dice al hombre rico que venda sus cosas y deje a su familia para seguirlo, lo que le propone es que se cuestione su actitud ante la vida, le hace tomar conciencia de cuáles son sus soportes.

El desapego nos propone muchas veces grandes cambios en nuestras vidas. A veces hay que decir “¡basta!”, hacer un parón, un alto en nuestro caminar y darnos cuenta de lo que Dios nos pide, que seguro que si verdaderamente lo oímos, la recompensa es grande.

El desapego no es fácil. Es una manera de darnos cuenta que somos meros cuerpos físicos, o sea, nada.
Continuará...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando uno realmente vive abandonado en el Sagrado y Misericordioso Corazón de Jesús, se da cuenta hasta que punto todo lo demás es innecesario. Un abrazo

Anónimo dijo...

Me alegra ver que has vuelto a escribir.

Sor.Cecilia Codina Masachs dijo...

¡Hola mi amigo Rafael.
Muy bien tu articulo, si nos asimos a Dios tendremos aquello que necesitamos con abundancia
Con ternura especial te mando mi saludo
Sor.cecilia

Anónimo dijo...

Creo que todo en la vida pasa y solo Dios queda nada es duradero solo Dios permanece estamos de paso en esta vida y cada instante que vivimos es un regalo de Dios es su abrazo sus datalles para con nosotros estamos en sus manoos vivomos la vida como un regalo un saludo en Cristo Jesús

Anónimo dijo...

La vida es provisional y provisionalmente tenemos que vivir.
Gracias por tus enseñanzas.