viernes, 25 de marzo de 2011

Ave, Gratia Plena

Celebramos la solemnidad de la Anunciación a la Santísima Virgen María.

En la Anunciación, el Arcángel Gabriel, es enviado por Dios a la Santísima Virgen para pedirle que sea la Madre del Verbo por obra y gracia del Espíritu Santo.

Esta escena la recordamos todos los días del año, menos en Pascua, en la oración del Ángelus.
Desde el momento en que María dice SÍ, en su pobreza, en su humildad, en su pequeñez... inmediatamente se produce la Encarnación del Hijo de Dios.

Jesús, en el acto de humildad más grande, siendo Dios, se hace hombre para redimirnos del pecado y abrirnos las puertas del Cielo. Esta Encarnación es para salvar a todos los hombres sin excepción, pero en su libertad, muchos hombres la desechan, no la quieren.

María, aún sabiendo o intuyendo lo que podía ser convertirse en la Madre de Dios, en un ejemplo de humildad, asume toda la responsabilidad que conllevaba, y acepta la propuesta de Gabriel. No era nada fácil. Ella era pobre, humilde, sencilla, y no se veía digna de tan gran misión. Pero además es obediente, llena de gracia, inmaculada, y esclava del Señor. Asume ser la Madre por excelencia, tiene a su Hijo, lo cría, lo educa, le da todo lo que necesita y está con Él hasta el final.

María es ejemplo de docilidad, bondad, paciencia, sinceridad, acompañamiento, amor, confianza en Dios y sobretodo de Madre.

Por eso mismo, mi oración de hoy va dirigida a todas esas mujeres que no quieren tener a sus hijos. Para que María las proteja con su amor y les haga ver el ERROR tan gigante que van a cometer. Seguro que María tuvo muchos miedos, y sin embrago, como decía antes, siguió al lado de su Hijo desde el momento de la Encarnación hasta la Muerte en la Cruz. Ella "no se quitó el problema" como dicen muchos cuando se refieren al aborto. Dios quiso que su Hijo fuese concebido y naciera, y eso es lo que hizo la Virgen. Por eso, es nuestro ejemplo de Maternidad, en la que las chicas y mujeres de hoy deben fijarse, porque tienen la grandeza de poder dar a luz a una criatura, a un regalo que Dios les envía y que ellas no quieren.

Al igual que María, todos tenemos una misión en la Tierra. Pero muchas mujeres no aceptan la misión de ser madres y, no contentas con eso, matan a sus hijos de forma que ellos tampoco pueden desempeñar la misión con la que vienen al mundo.
Jesús pudo nacer, y murió para salvarnos a todos. A ti, a mí, a los niños que no nacen, a las madres que matan a sus hijos antes de que nazcan... a todos.

Oremos para que dejen de practicarse abortos en el mundo y especialmente, unámonos todos hoy, en este día tan señalado, para que, al igual que María, todas las mujeres den a luz a sus hijos.
Que María Santísima se lo haga ver, sobretodo, a las que están a punto de abortar, incluso a las que, simplemente se lo están pensando.

Señor, envía tu Santo Espíritu sobre estas hijas tuyas que están a punto de abortar. Ábrele los ojos y enséñales el camino que deben seguir. Que todos estos niños concebidos puedan nacer. Detén esta actual matanza de santos inocentes, para que, si es Tu Voluntad, vivan y lo que hagan sea para Tu Gloria y bien de sus almas.

lunes, 21 de marzo de 2011

Perdón

¡Qué grande es el AMOR de Dios por nosotros! y ¡qué poco lo valoramos!.
Jesús, después de haber sido azotado, escupido, coronado de espinas, golpeado, insultado; después de cargar con un madero que sólo Él sabe cuánto pesaba. Cuando ha sido crucificado en ese madero, cuando está desangrado y a punto de perder su vida. Ya sin fuerzas, perdona al ladrón arrepentido. Y no sólo eso, pide al Padre perdón por los que lo crucifican porque, según dice Él "no saben lo que hacen". Nosotros no sabemos lo que hacemos cuando le ofendemos una y otra vez, y otra vez, y otra vez... Lo crucificamos, y sin embargo su Misericordia infinita hace que nos perdone. Por eso digo de nuevo: ¡qué AMOR tan grande! Difícil de que entre en nuestro cerebro finito, pero posible de entender (algún día) para nuestro corazón de hijo suyo.

Sí, esa es nuestra meta; llegar a cumplir con el mandamiento que resume toda su doctrina: "Amaos unos a otros, como yo os he amado".

Nuestra naturaleza humana nos impide llegar a eso, porque las tentaciones nos pueden y, por tanto pecamos. Pecamos de falta de AMOR. Por eso queremos ser los primeros en todo pese a quien pese, caiga quien caiga. Por eso, no sólo no nos alegramos de lo bueno de los demás sino que le deseamos el mal. Por eso vamos faltando a la verdad, con el único propósito de quedar bien. Por eso hablamos mal de los demás. Por eso levantamos rumores del prójimo y lo vamos pasando de boca a oreja, para que se extienda hasta que la madeja sea gigante y difícil de deshacer. Por eso matamos al que nos estorba (violencia de género, abortos, eutanasias, terrorismo...) Por eso codiciamos lo que tiene el otro aunque a nosotros no nos haga falta. Por eso las drogas y el sexo nos envuelven sin llevarnos a ningún buen puerto... Por eso y por muchísimas más causas somos incapaces de pedir perdón, aunque sea por pisar a alguien.

Nos cuesta pedir perdón. Y nos cuesta perdonar.

El Perdón no es sólo pedir perdón; esto es, decir la palabra "perdón". El perdón conlleva le pérdida de ese resentimiento. Es cierto que no podemos olvidar, pero ese "no olvidar" no puede ser de venganza, sino que debe servirnos de experiencia para no volver a equivocarnos en la misma cuestión.

Hay una frase de la Madre Adela Galindo, fundadora de SCTJM (Siervos de los Corazones Traspasados de Jesús y María) que me gusta mucho y resume un poco lo que quiero explicar. Dice así: "El amor debe ser visible, debe ser percibido para que el amor sea creíble". Pienso que esto es una maravillosa verdad. Nuestro perdón debe ser visible, perceptible. No basta con una palabra, tenemos que demostrarlo. Ya decía Jesús, "... por sus obras los conoceréis...". Y es cierto, podemos decir palabras hermosísimas, pero sino las sentimos de verdad en nuestro corazón, no lo podremos demostrar.

Pero no podemos caer derrotados ante nuestra incapacidad. Dios es perfectamente consciente de nuestras limitaciones. ¡Cómo no serlo si es nuestro Padre y Creador! Por eso, haciendo todo lo que está en nuestras manos, a veces no podemos avanzar más. Y es que somos humanos, y Él es el que hace la obra en nosotros. Pidámosle pues, que nos ayude a perdonar como Él lo hace con nosotros. Pidámosle que nos dé ese AMOR para que sepamos y podamos regalarlo a los demás. Y hagámoslo de verdad. Oremos.

Que sepamos decirte, Señor, desde lo más hondo de nuestro ser, la frase que revelaste a Santa Faustina Kowalska: "Jesús, confío en Ti". "Ten Misericordia de nosotros y del mundo entero". Derrama tu infinito Perdón sobre nosotros. Abrázanos en tus brazos de Padre con esa ternura que sólo Tú puedes darnos. Somos pecadores y necesitamos de Ti. Ojalá algún día podamos cumplir lo que tantas veces repetimos en la oración que Tú nos enseñaste "...como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden..." Ayúdanos a perdonar y a tener la humildad de pedir perdón.

En este tiempo de Cuaresma Señor, ayúdanos, conviértenos, perdónanos.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Miércoles de Ceniza

Hoy es Miércoles de Ceniza, comienza la Cuaresma. Por eso he querido traer este cuadro de Pieter Brueghel el Viejo. Bueno, en realidad, como ya sabéis, he preferido coger un detalle; detalle que, precisamente, da título a esta obra: "El combate entre don Carnal y doña Cuaresma". Y es que no es casualidad que el carnaval lo celebremos justo antes de este tiempo litúrgico. Antiguamente, y por supuesto en la Edad Moderna, momento en el que Brueghel pinta esta tabla (1559), no había métodos para guardar la comida, que no se iba a utilizar, sin que se estropeara. El tiempo de Cuaresma era un tiempo de oración, ayuno y limosna. Como hoy. Ante ese ayuno y, ante la incapacidad de conservar los alimentos, había que gastarlos para no desperdiciarlos. Por eso se celebraba el carnaval, fiesta en la que, más que disfraces, se despilfarraba la comida y la bebida. El consumo de alimentos, por la razón ya mencionada, tenía que ser absoluto.

El cuadro tiene más escenas que merecen la pena en este aspecto, pero lo que nos trae aquí es especialmente este detalle pictórico.

Vemos a don Carnaval, o don Carnal, bien grueso, subido en un barril de cerveza, lleva por sombrero una tarta o pastel, y en lugar de una lanza para en enfrentamiento, carga en su mano derecha con una brocheta gigante de, lo que puede ser carne asada. Por su parte, doña Cuaresma, una señora escuálida, se enfrenta, sentada sobre un reclinatorio y llevada por una monja y un monje, con una pala con dos arenques (símbolo de la abstinencia). Por sombrero posee una colmena (miel de cuaresma).
No hace falta decir que siempre gana dona Cuaresma.

Y es que, como decía antes, hemos entrado en este tiempo de oración, limosna y ayuno. Un tiempo que nos lleva a una fiesta mucho mejor que la que dejamos atrás. Es la Fiesta por excelencia. La Pascua. La Resurrección del Señor. Pero para llegar en condiciones a esta gran Fiesta, debemos prepararnos en estos cuarenta días que nos separan de la Semana Santa, en la que celebraremos la Pasión y Muerte de Jesús.

Nuestro propósito debe ser convertirnos, como se nos decía hoy en la imposición de la ceniza. Mejor dicho, hacer lo posible para que el Señor nos convierta, que es el único que puede hacerlo, ya que nosotros, por nuestros propios medios no podemos.

Por eso, pidamos al Señor que nos convierta y, arrepentidos de nuestros pecados, y con la alegría de sabernos hijos suyos, podamos llevar su Palabra allá donde vayamos.
Que este tiempo fuerte que hemos iniciado hoy, sepamos vivirlo intensamente y nos sea fructífero a cada uno de nosotros.

El Señor os bendiga.

miércoles, 2 de marzo de 2011

La batalla

Una vez más quisiera que todos nos uniéramos para luchar en esta batalla contra el mal. ¿Por qué? Porque todos estamos en la misma lucha constante. En alguna ocasión les toca más a unos que otros, pero por eso mismo, no debemos bajar la guardia nunca, y cuando nos toca "descansar", nuestro deber es ayudar al que más lo necesita, al que está siendo más atacado, al que está más débil. Es cierto que Dios permite estos ataques para que crezcamos, para que nos hagamos más fuertes, para que nuestras virtudes engorden o consigamos alguna nueva. Pero esto no quiere decir que no trabajemos; todo lo contrario. Si todos somos iguales, todos necesitamos de todos. De ahí mi llamamiento a unificar oración, unificar las armas que Dios pone a nuestro alcance; ya que a unos nos da unas y a otros les da otras.

Hoy quiero denunciar varias actuaciones. Pero no es una crítica destructiva. Es una denuncia para que estemos alerta. Puede que no haga falta el aviso, pero en estos casos más vele pecar por exceso que por defecto.

Últimamente estoy siendo muy pesado con las mentiras. Pero esos falsos testimonios, posiblemente fruto de la envidia, hacen mucho daño. Este daño puede ser psíquico, físico a nivel corporal, físico a nivel material... Es por eso que, a veces decimos coletillas del estilo "no levanto cabeza". Esta lucha, como decía antes, es buena porque nos fortalecemos, pero en la batalla nos vamos debilitando y necesitamos que nos echen una mano.

¿A qué vienen esas mentiras? Antes mencionaba que la razón puede ser la envidia. O simplemente provocarnos ese malestar, inducido, por supuesto, por el demonio. Nuestra oración de liberación debe ser sincera, constante, fuerte... Hemos de tener en cuenta que es uno de los escudos que poseemos. A parte de otras armas de combate como la oración personal, comunitaria, oraciones hechas, entre las que destacamos principalmente el Santo Rosario. Pero también es bueno acudir a los santos y demás ángeles de Dios. San Miguel, es por excelencia el príncipe de la milicia celestial, y a él debemos acudir con frecuencia. (Efesios 6,10-17).

En las oraciones comunitarias debemos tener cautela, pues a veces la soberbia que produce el protagonismo, impide que fluya la oración. Y es que a veces confundimos "la velocidad con el tocino". Pensamos que por ir a misa diaria o ser miembro de un grupo de oración, ya somos buenísimos, poseedores de la verdad absoluta, sentamos cátedra cuando abrimos la boca y, por supuesto, tenemos ese "derecho" de hablar de otros diciendo mentiras sobre ellos o, simplemente levantando un rumor, que al final termina por ser un escándalo. Y no me refiero al escándalo de ruido, sino escandalizar con nuestras palabras a esos otros.
De la misma manera hay quien confunde el asistir a algún retiro, ya sea de sanación, de intercesión, liberación, alabanza... con tener esos dones. Me explico, el que yo asista a un retiro de sanación, no conlleva necesariamente que, por esa razón, Dios me dé ese don de sanación. Y puede que no tenga ese don, pero por asistir me lo crea, y voy imponiendo manos bajo la escusa de que yo voy a esos retiros. ¡Cuán equivocados estamos!. Por eso, esa acción de imponer las manos, más que beneficiaria, puede ser perjudicial.

¡Nuestra misión es ayudarnos, no dañarnos! Vale que puede que nuestra intención sea buena; pero eso no basta. El enemigo está esperando a ver la rendija para colarse, y nuestras acciones pueden ser, no digo ya la rendija, sino el martillo que va abriendo camino.

Es por eso que hoy quiero pedir especialmente por nuestra liberación. Para que el Señor nos ayude en esta dura batalla que libramos diariamente. También se lo quiero pedir por mediación de María, Su Madre, nuestra Madre. Por mediación de San José, pues el mes de marzo, en el que estamos, la Iglesia se lo dedica a él. Por mediación del arcángel San Miguel, y la de todos los santos y ángeles. Para que Jesús nos cubra con su preciosa y bendita Sangre y nos libre de todo mal.
Y nosotros, no decaigamos. Sigamos luchando con la confianza de que, si estamos al lado de Dios, nada nos puede pasar, porque la ¡la VICTORIA es de nuestros DIOS!

El Señor os bendiga.