miércoles, 27 de julio de 2011

Intentando hacer Su Voluntad

Aunque esté tanto tiempo sin escribir, no quiere decir que me olvidara del blog. Simplemente que, otros quehaceres, me han impedido dedicarle un poquito de tiempo. Llevo varios días queriendo escribir esto, pero por los motivos ya mencionados, no he podido.

Esta foto que traigo hoy, para mí es significativa. Y es que me propusieron pertenecer a un grupo de la parroquia. Me ha costado decidirme, porque lo primero que pensé, -y pienso que demasiadas veces lo hacemos- es en todos los inconvenientes que me traían. Debo dedicar más tiempo a mi nueva misión, a los demás. Me puede quitar también un poco de la rutina diaria. Eso está bien, pero pensé, desde mi comodidad, que podría ser otro inconveniente. Después de pensarlo, orarlo, consultarlo mucho, me decidí a decir “”.

Después de esto pensé: “¿Quién te ha llamado a meterte en este berenjenal?” Pero obtuve la respuesta rápida: Dios. Inmediatamente, se me vino a la cabeza, que la Virgen dijo SÍ al Señor; aún sabiendo las dificultades que se le venían encima, que se terminaba su vida rutinaria, su comodidad, que tendría una misión importantísima desde aquél momento y con muchísima responsabilidad. Entonces es cuando volvió la paz y mi confianza en Él y en Ella.

¿Cuántas veces he cantado “quiero decir que Sí, como Tú, María?. Pues, por lo que se ve, me ha escuchado y me lo ha concedido.

A veces comparo estas pequeñas “misiones” (si podemos llamarlas así), con un cuadro. Antes de empezar la pintura, el autor quizás tiene en su mente lo que quiere plasmar. Prepara el lienzo, coge los pinceles, los óleos y empieza su obra. Cuando la termina, puede que no sea lo que tenía en mente, pero al final, el resultado es una bella estampa. Pues en nuestras tareas, el lienzo es donde mostraremos nuestro trabajo. Somos los pinceles, y Dios nos usa para realizar la obra. Unas veces cogerá un pincel fino; otras, uno grueso; otras, incluso una espátula… y esos somos cada uno de nosotros. Con nuestras funciones asignadas, para que la obra de Dios, sea lo mejor posible. Pero eso sí; debemos ser dóciles y dejarnos usar por Él.

Ahora mismo el lienzo está en blanco. Pero estoy dispuesto a ser usado por Dios, y cuando vengan las dificultades, intentaré superarlas, sabiendo que Dios no me va a pedir más de lo que yo pueda dar. A parte, cuento con su ayuda y con la de nuestra Madre, la Santísima Virgen María.

Todos tenemos que trabajar en distintos campos, en distintas ocasiones, con distintas dificultades. ¿El resultado a conseguir? Aportar nuestro granito de arena en la construcción del Reino de Dios. ¿Cómo? Salvando almas con nuestra evangelización y buen ejemplo. ¿Tarea fácil?. No. Pero para Dios, nada hay imposible, porque es el que todo lo puede. Nuestro Señor. Nuestro Consolador. Nuestro Creador.

El Señor os bendiga.

domingo, 3 de julio de 2011

El Sufrimiento... ¡engrandece!


Vivimos tiempos difíciles. Supongo que, sea el tiempo que sea, siempre se ha dicho lo mismo. El caso es que hablamos del que nos ha tocado a nosotros.

Cuando hablamos de sufrimiento, solemos pensar en enfermedades; sin embargo, pienso que el sufrimiento va más allá.

Crisis económica, falta de trabajo, enfermedades, muertes, terrorismo, rupturas de amistades y familiares, descontento, depresiones, envidias, lucha absurda de poder, suspensos de exámenes, responsabilidades, tentaciones, noches oscuras… y mil cosas más. Todos experimentamos o hemos experimentado, al menos, algo de esto. Lo cual quiere decir, que cada uno tenemos nuestros sufrimientos.

Unos sufren más que otros. Unos sufrimientos son distintos a otros. ¿Por qué?.

Todos llegaremos a la misma meta, más tarde o más temprano.

Imaginemos que todos llevamos un cierto número de ladrillos. Esos ladrillos son nuestros sufrimientos. Unos necesitarán una carretilla y aún así les costará levantarla. Otros los llevan en la cabeza para tener las manos más libres. Otros las llevan ocupadas, porque cargan una torre de ladrillos entre sus brazos y su pecho. Otros son pequeños o no tienen fuerzas suficientes, y tan sólo pueden llevar uno o dos. Sin embargo, otros no pueden cargar con ninguno.

Nos dice Jesús “En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar” (Jn. 14, 2).

Acabamos de celebrar la fiesta del Corazón de Jesús. En el que, hemos visto, que todos cabemos. De la misma manera, hay sitio para todos en el Cielo. El Señor nos prepara un lugar a cada uno de nosotros.

Volviendo al ejemplo de los ladrillos; imagino que esos ladrillos los usa el Señor para hacernos los distintos lugares. Quiere hacernos partícipes de la construcción de su Reino. Unos pensarán que es una injusticia que llevando más ladrillos que otros, las moradas sean iguales. Ahí está la grandeza del Amor, en el que esas “injusticias” humanas desaparecen, convirtiéndonos en solidarios, en verdaderos hermanos. Amándonos como Dios nos dice.

Algunos tienen que empezar la casa desde el principio, desde la cimentación. Otros, ya vienen con la cimentación puesta, pues quizá la casa se haga sobre una roca. Éstos últimos, quizá necesiten menos ladrillos, pero porque han aprendido que en el sufrimiento está la salvación. Esa base, ya la tienen y hacen uso de ella.

Pero otros, con cimentación, llevan más ladrillos. Quizás estén cargando con el peso de otros para que también tengan su morada en el Paraíso.

Esto puede volvernos a parecer una injusticia, pero seguro que, si sabemos que alguien carga con nuestros ladrillos para que tengamos una oportunidad, ya no nos parece tan mala idea.

Pidámosles al Señor, que nos dé la fuerza y la inteligencia necesaria, para poder cargar con esos ladrillos, que no son otra cosa que los sufrimientos, y además, pese al esfuerzo, que nos sintamos alegres porque al final tendremos nuestro sitio junto a Él. Ahí estará nuestra recompensa. Nuestra salvación. Nuestro descanso en Él.

El Señor os bendiga.

sábado, 2 de julio de 2011

Corazones de Jesús y de María




El Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. Dos fiestas que están unidas, como unidos están los Corazones de Jesús y María. Dicen que Jesús es el Camino, y María es el “atajo”.

Como ya sabemos, no celebramos estas fiestas de los Corazones, como corazones de carne en sí. Más bien, como corazón, sinónimo de Amor. Amor en el que todos entramos. Es decir, todos estamos dentro en el Corazón de Jesús; todos estamos inmersos en el Amor de Jesús. Todos cabemos en ese corazón; en ese Amor infinito. Dice el Evangelio: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Mt. 11,25) Y más adelante dice: “…aprended de mí, que soy manso y humilde corazón…” (Mt. 11,29). Esto quiere decir, que el Señor nos quiere sencillos y, sobretodo, humildes. Por eso, María es nuestro mejor ejemplo. Ya lo dice María en el canto del Magnificat: “…dispersó a los soberbios…” (Lc. 1,51). Jesús nos llama hoy al Amor, y la soberbia es el pecado que nos impide amar de verdad. Si no amamos a los demás, no podemos amar a Dios. No es Él quien nos aparta, somos nosotros los que nos apartamos, renunciando de esta forma, a entrar en su Corazón, en su Amor, en su Misericordia.

…Su madre conservaba todo esto en su corazón” (Lc. 2,51). ¿Quién mejor que Ella para que le confiemos nuestras cosas? Nuestra Madre, nuestra intercesora, nuestra compañía. María.

La Virgen nos invita a que profundicemos y conozcamos nuestro propio corazón. Nos invita a esforzarnos para que nos acerquemos cada día más a su Hijo. Ella, siempre está dispuesta a ayudarnos, como buena Madre. Su Corazón, sin pecado, sin mancha, es el que mejor podemos imitar. ¡Cuánto Amor tiene nuestra Madre, que no cometió pecado alguno!

Todo se basa en el Amor. La unidad de la que carecemos, no es que se base, es que se fundamenta en el Amor. Sin embargo, al parecer, nosotros preferimos dejar de amar, preferimos sobresalir por encima de todos, creyéndonos mejores, y queriendo obtener nuestra propia gloria, y alabanzas por parte de los demás. Quizá, esta soberbia, es la que aborrece Jesús, cuando se refiere a “sabios y entendidos”.

Por eso, queremos pedir a Jesús, por medio de María, que nos ayude a tener un corazón de carne, que rompa la coraza que tenemos en nuestro interior, y que el amor que, seguro, todos tenemos, podamos darlo a los demás, y podamos recibir el amor que otros quieran darnos. Que de verdad tengamos unidad, y cada día esas rupturas que tenemos, se vayan cosiendo y pegando. Todos necesitamos de todos. Nadie es más que nadie. Sólo Dios es todopoderoso, sólo Dios es imprescindible en nuestras vidas, sólo Dios es el único merecedor de la Gloria.