Iniciamos la cuaresma. Todos sabemos que entramos en un
período de cuarenta días, en el que debemos prepararnos para la alegría de la
Pascua. La mayor fiesta que celebramos los cristianos. La Resurrección del
Señor.
Con la imposición de la ceniza, se nos dice “Conviértete y
cree en el Evangelio”. ¿Por qué tenemos que convertirnos? ¿Acaso no somos
católicos “practicantes”? Convertirnos significa cambiar, corregirnos,
renovarnos. Aunque suene a tópico: cambiar el hombre viejo por el hombre nuevo.
El imperativo “conviértete”, no es solo para los que no van a misa, o los que
no se confiesan, o los que no creen. Es para todos. Por eso decimos que es un
tiempo de penitencia y oración.
Jesús sufrirá la pasión y morirá en la cruz por todos
nosotros. Gracias a su padecimiento, perdona nuestros pecados. Por eso es el
mejor momento para romper con ese “hombre viejo”, con el pecado, y dejar de dar la espalda a Dios.
En este tiempo, debemos aprovechar los medios que la Iglesia
nos propone:
- La oración. Imprescindible para el encuentro con Dios.
- Lectura de la Palabra de Dios. “No solo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”.
- Sacramentos como la Penitencia y la Eucaristía.
- Pequeños sacrificios, aceptar con humildad los contratiempos…
- Ayuno y abstinencia.
- Etc.
Hemos oído en otras ocasiones: “Polvo eres y en polvo te has
de convertir” Esto nos recuerda que en este mundo dejamos todo lo material. A
veces, pensamos que vamos a ser eternos (en esta vida), y que nunca nos
moriremos. El materialismo, la soberbia, la envidia, la codicia, se apodera de
nosotros. Y es que el demonio se disfraza atractivamente de dinero, riquezas,
poder, de manera que nos envuelve. Pero por mucho que tengamos, nos iremos sin
nada. Porque polvo somos, y en polvos nos convertiremos. Debemos, pues, atesorad tesoros en el cielo, en vez de atesoradlos en la tierra. “Polvo eres y
en polvo te has de convertir” nos recuerda una idea parecida a la anterior, es
decir, debe ser una llamada de atención que nos indique que debemos ser más
humildes. Nos indica que debemos convertirnos, que debemos renovarnos, que
debemos cambiar el “chip”.
Aprovechemos la cuaresma, que dura desde hoy, miércoles de
ceniza, hasta la misa vespertina del Jueves Santo. Es momento de preparar la
Pascua. Es momento de reconciliarnos con Dios. Es momento de intensificar la
oración. Es momento de cambiar, de mejorar, de aprender de los errores. De
hacer más sacrificio, más penitencia.
Es momento… de seguir a Cristo. De verdaderamente dejarnos hacer por Él
para, así, poder construir su Reino.