miércoles, 15 de agosto de 2012

María: la elevada al Cielo.



La fiesta que celebramos hoy, debe ser motivo de alegría y un aliciente para seguir adelante en nuestra lucha diaria. La Asunción de María. No es la Ascensión de María, ya que no sube al cielo Ella sola; es la Asunción porque Ella es elevada al cielo, es subida por los ángeles del Señor.

Nosotros, después del  fi n de los tiempos, seremos resucitados por Dios, que nos dará un cuerpo glorioso. Pero María, no esperó a ese fin de los tiempos, porque Dios, al haberla elegida como Madre de su Hijo, como primer Templo y Sagrario de la Trinidad, es elevada al cielo en cuerpo y alma, y desde ese momento, goza de la presencia de Dios con su cuerpo glorioso.

¡Qué fiesta harían en el cielo al verla llegar! ¡Qué caritas tendrían todos! ¿Os imagináis?
¿Qué sacamos de esto?  Varias cosas. Una de ellas es que, como decimos muchas veces, Ella es nuestra intercesora (además de Madre). Tenemos la suerte de que constantemente intercede por nosotros ante el Padre. Nos envía mensajes, recados… y nosotros, desgraciadamente, hacemos oídos sordos a sus palabras.

Otra cosa que podemos sacar de la Asunción de la Virgen, es que precisamente, es la esperanza de nuestra resurrección. Alguno puede decir que Cristo resucitó porque era Dios. Pues María era una persona como tú y como yo. Es más, era pobre, sencilla, y sobretodo humilde, pero de corazón infinito. Ese es nuestro aminar. Ella debería ser nuestro ejemplo. Y sin embargo, ¡qué trabajo nos cuesta ser humildes! Pues que el canto del Magnificat, que podemos leer en el Evangelio de hoy, nos motive a ser cada día un poco más humildes de lo que somos.

Valgámonos del regalo que tenemos y pidámosle a María que interceda por nosotros. Hoy voy a ser un poco egoísta, y quiero aprovechar mi pequeña Sinagoga para que, todo el que lea esto, pida a la Santísima Virgen por las personas que lo están pasando mal en su enfermedad, especialmente por María, una amiga, que lleva el nombre de la Virgen y el dichoso cáncer está ganándole la batalla. Que no tenga sufrimiento, y si Dios quiere que los tenga, que ese sufrimiento y dolor, no caiga en saco roto y el Señor saque muchos frutos de Él.

Para su  Gloria. Amén.
Que el  Señor y su Santísima Madre  os bendiga a tod@s.

viernes, 3 de agosto de 2012

Un milagro de generosidad


Hoy voy a contar una historia real que sucedió esta misma semana, en la que la santa de los pobres, Teresa de Calcuta, volvió a hacer "de las suyas". Los nombres que aparecerán, no son los verdaderos de los protagonistas ya que, los he cambiado para proteger la intimidad de los mismos.

En una parroquia pequeñita, situada en un barrio humilde, el almacén de Cáritas parroquial estaba casi vacío. Imaginaros, en estos tiempos de crisis y de necesidades... no se da abasto. Los patronos de Cáritas parroquial son Juan Pablo II y Teresa de Calcuta; y en cada estancia hay una foto de la santa. Así, ni cortas ni perezosas, algunas componentes de Cáritas, descolgaron de la pared una foto de Teresa de Calcuta, y la fueron pasando por los estantes diciéndole de forma cariñosa: "¡Ay! Teresita, que no tenemos para dar de comer a tanta gente que viene  a pedirnos. ¡Mira!, para que veas, está todo vacío. Anda, échanos una manita".

El párroco, el padre Francisco, fue a hacer unas sustituciones a otra parroquia el fin de semana pasado. Al terminar, y saliendo del templo, oye que lo llaman desde la terraza de una cafetería: 
-¡Padre Francisco!, ven y tómate algo con nosotros.
El padre Francisco accedió y se sentó con los señores que lo llamaban, parroquianos y conocidos suyos. Uno de ellos, en alguna ocasión le había ofrecido ayuda, pero por prudencia, amablemente nunca la tomó. Sin embargo, aquel día, le volvió a ofrecer:
-Padre Francisco, si necesita cualquier cosa para la parroquia, no tiene más que decírmelo.
-Pues hoy te voy a tomar la palabra.-Le respondió el sacerdote, que ante las necesidades de los demás, tuvo que pedir; aunque él, salvo excepciones de extrema necesidad como esta, no lo hace.
-Apúntame en este papel lo que necesite.- Dijo el hombre.
Y así hizo el padre Francisco. Apuntó 60 kilos de arroz, 60 litros de aceite, 60 kilos de garbanzo, 60 kilos de pasta...
-No se preocupe, mañana o pasado mañana lo tendrá allí.
-Muchas gracias, de todo corazón.
Y así fue. El cargamento llegó puntual y en dos días dieron de comer a un montón de familias. De hecho, y por poner un ejemplo, de los 60 kilos de arroz, sólo quedaban 5.

El párroco telefoneó a este hombre para agradecerle su ayuda generosa. Aprovechó para contarle la anécdota de pasar la foto de Teresa de Calculta por los estantes, para que viera que estaban vacíos. Y le dijo:
-En la primera lectura del domingo pasado, a Eliseo le traen veinte panes. él ordena repartirlo entre la gente (cien personas), porque así dice el Señor: Comerán y sobrará. Y lo mismo sucede en el Evangelio. Un muchacho tiene cinco panes y dos peces, y de eso, comieron unos cinco mil sin contar mujeres y hombres, y sobró. Pues lo mismo nos pasa a nosotros. No teníamos pan, como Eliseo y Jesús, y con lo que nos diste, comieron un montón de familias. El Señor te ha utilizado para obrar el  milagro.
Y el hombre le contestó:
-¿Queda sitio en el almacén de Cáritas?.
-Sí, claro.
-Pues la semana que viene llegará un cargamento de 500 kilos de cada producto que me había pedido.
El padre Francisco estaba maravillado ante la bondad del Señor con sus hijos; y no hacía más que agradecerle al hombre y a Dios por todo aquello.

Pero la historia no acaba aquí. Pues al padre Francisco lo llamaron de otra parroquia para informarle que, en agosto ellos no repartirán, y si deseaba, podía pasar a recoger productos como leche, cacao en polvo, galletas... y eso hizo.

Así pues, el Señor hizo el milagro, por intercesión de Teresa de Calcuta. Multiplicó los panes para que sus discípulos pudieran dar de comer a toda la gente que pasa hambre.  
Ante este milagro grandioso, sólo podemos alabar y dar gracias al Señor por su infinita misericordia y bondad para con sus hijos, a los que nunca abandona.

¡Bendito y alabado sea Dios!