domingo, 19 de mayo de 2013

¡Tócanos, Espíritu Santo!


El Espíritu Santo, como todos sabemos, es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.

Celebramos en el día de Pentecostés, su venida sobre María Santísima y el cuerpo Apostólico. Con esto se cumple la promesa del Padre que nos fue dada a través de su Hijo Jesús: “…el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.” (Jn. 14,26).
Recordamos que “Paráclito” es una palabra que procede del griego "parakletos", y significa "aquel que es invocado".

El Espíritu Santo también desciende antes, pero sobre Jesús, cuando es bautizado por Juan el Bautista. “Y sucedió que cuando todo el pueblo era bautizado, Jesús también fue bautizado: y mientras Él oraba, el cielo se abrió, y el Espíritu Santo descendió sobre El en forma corporal, como una paloma, y vino una voz del cielo, que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido.” (Lc. 3,21-22)

Sin embargo, el Espíritu Santo está desde siempre, pues es Dios, y Dios es eterno, no tiene ni principio ni final. Si abrimos la Biblia, el primer libro que nos encontramos es el Génesis. “Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.” (Gn. 1,1-2). Es decir, encontramos al Espíritu Santo desde el inicio de los inicios. Leemos en el Catecismo: “El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del designio de nuestra salvación y hasta su consumación. Pero es en los "últimos tiempos", inaugurados con la Encarnación redentora del Hijo, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona.” Y así nos lo presenta Jesús. Como una persona, con hacer propio. Y es que el Espíritu Santo es ORDEN, LUZ. Si recordamos la historia de Babel; el caos reinaba entre las personas, eso quiere decir que allí no podía estar el Espíritu Santo, por tanto, la torre terminó por derrumbarse.

El Espíritu Santo nos acompaña en nuestro caminar y nos proporciona armas para vencer al mal y ayudar a los demás. Estos son los 7 dones que, como todos sabemos son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Estos ya los habíamos visto en otra ocasión. Los podemos ver AQUÍ y AQUÍ.

Pedimos a Dios que nos envíe su Espíritu Santo en este día de Pentecostés, para que, como discípulos suyos, podamos ir a anunciar la Buena Nueva a todo el mundo. Para que sea nuestro consolador, nuestro abogado defensor; nos cambie, nos transforme, nos purgue y nos sane con su fuego. Para que ponga ORDEN Y LUZ en nuestras vidas.


Ven Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre, Don, en tus dones espléndido.
Luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo.

Ven, Dulce Huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, Divina Luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, si no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo.
Lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos.
por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
Amén. Aleluya.

El Señor os bendiga.