sábado, 8 de junio de 2013

Corazones


El Sagrado Corazón de Jesús. Tema para tratar largo y tendido. Pero mi intención es ser breve.
Me he parado a pensar, mientras intentaba preparar esta entrada, si cuando nos referimos al Corazón de Jesús, lo hacemos pensando en el órgano vital que bombea sangre al cuerpo, o al Corazón que es símbolo para nosotros de amor, de alma...
Terminé por unir las dos opciones, de manera que pude hacerme una mínima idea, la cual trataré plasmar.

Cuando decimos o escuchamos frases como: "abrid vuestros corazones a Cristo", no nos referimos, como es lógico, a abrir nuestro órgano; sino que debemos abrir nuestra alma, abrirnos (metafóricamente) para que entre su Amor en nosotros, para que nos dejemos hacer por Él.

No obstante, su corazón, como órgano, fue rajado y de él brotó sangre y agua (Jn. 19,34). Es decir, que Jesús perdió toda su Sangre hasta el punto de que su corazón dejó de latir por amor a nosotros. Le rajaron el corazón (literalmente) y nosotros seguimos haciéndolo cada vez que pecamos. Sin embargo, esa Sangre y ese Agua, fueron derramados para redimirnos. Esa Sangre y esa Agua es la Misericordia del Señor que nos perdona una y otra vez.

Visto estas dos opciones que me planteaba, pensé en unirlas y encontré que Jesús, abrió su Corazón de las dos formas, es decir; nos dio su Amor, y lo hizo con su vida, entregándose y desangrándose hasta que su corazón humano ya no aguantó más.

¿Hay Amor más grande? Y es que el Corazón de Jesús es una llama ardiente, que nos abrasa, nos abraza, nos llena de su ternura, de su caridad.

Jesús hoy te dice: "Ábreme tu corazón, para que yo pueda derramar sobre él, mi Sangre y Agua que te purifica, te limpia, te sacia, te tranquiliza, te sana y te llena de mi Amor y Misericordia".


De la misma manera, cuando celebramos y acudimos al Corazón Inmaculado de María, no acudimos al corazón de carne, sino que lo hacemos al alma. El Corazón Inmaculado, sin mancha, sin pecado, puro, limpio... es el alma de nuestra Madre, que permaneció impoluto de mancha alguna, porque así lo quiso Dios, desde el momento en que fue concebida en el vientre de su madre.

El Corazón de la Virgen también fue traspasado, y esta vez de forma simbólica, no literalmente como el de su Hijo Jesús. Cuando contemplamos sus Siete Dolores, comprobamos que el dolor pudiera ser tanto o más, que si fuese físico. Y sin embargo, María, nunca se enfadó. Al contrario, aceptó siempre la voluntad del Padre, regalándonos, como siempre, el ejemplo de los ejemplos con su hacer.

Acudamos, pues, a los Corazones de Jesús y María, pues están henchidos y deseosos de darnos eso de lo que todos estamos tan faltos, y cada día más en el mundo: AMOR. Este amor nos hará ganar, entre otras cosas, en humildad, generosidad, castidad, paciencia, templanza, caridad y diligencia.


Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.
Inmaculado Corazón de María, sé la salvación mía.