martes, 28 de febrero de 2017

Cuaresma 2017

Miércoles de Ceniza. Comienza una nueva Cuaresma. Una nueva oportunidad que nos brinda el Señor para nuestra conversión, para que nos alejemos del pecado, para que nos acerquemos a Él. Sin embargo, no podemos acercarnos a Él, si no nos acercamos verdaderamente a los demás. El Papa Francisco nos habla en su mensaje de Cuaresma para este año, de la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón. Dice, y cito textualmente hablando del rico Epulón, “la raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo”. ¿Acaso no nos pasa esto a nosotros? Basta ya de decir “por mí no lo dirá”, “el malo es el otro”, “Con lo que yo voy a misa, no tengo más remedio que ser bueno”… También el Señor nos dice “No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 7, 21).
Y es que, podemos estar todo el día en el templo, en muchos grupos parroquiales, a todas horas en el despacho parroquial, rezando el Rosario, pero… ¿Hacemos la voluntad del Padre? Quizás prefiramos hablar mal de los demás, con tal de estar nosotros por encima de ellos. Creo que eso se llama soberbia.
Dejémonos todos de juzgar al prójimo, de criticarlo como si se nos fuera la vida en ello. Dejémonos de hermosas palabras, que están vacías y no llegan al corazón de los hermanos, si no van acompañadas de obras y ejemplos consecuentes.
Lázaro, dice el Santo Padre, “nos enseña que el otro es un don. La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida”.
El otro es un don. El que nos hace mal es un don para nosotros. Quizás nosotros, seamos un don para los demás. ¿Cómo es eso? Para Dios no hay nada imposible, Él quiere que todos seamos salvos, y pone a nuestro alcance todo tipo de herramientas y ayuda para que nos agarremos a ellas. Hasta el mismísimo demonio, Dios lo usa para que nos podamos santificar.
Que todos en esta Cuaresma, dejemos de lado al pecado, que nos ciega, que nos aleja del Señor. Recordemos que tenemos que atesorar riquezas en el cielo. Allí nada se echa a perder ni la polilla lo destruye. Tampoco los ladrones pueden entrar y robar. (Mt. 6,20). Los reconocimientos terrenales, los premios, las palmaditas en la espalda, son la meta del falso humilde. ¿Queremos ser falsos humildes? Dios dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes (Magnificat).
Oración, ayuno, reflexión, sacrificios… son el verdadero camino para llegar a la Pascua. Fijémonos en su Pasión. Fijémonos en Él, que es Camino, Verdad y Vida. Cojamos nuestra cruz, y sigámosle.
Santa María, Madre de Dios, Esperanza nuestra, asiento de la Sabiduría y Auxilio de los Cristianos; ruega por nosotros que acudimos a ti.