sábado, 3 de junio de 2017

La gran fiesta del Espíritu Santo.




¿Qué nos está pasando? ¿Somos conscientes de lo que sucede en el mundo y, más aún, en nuestro entorno más próximo? 

El egocentrismo está llegando a unos peligrosos límites, nos está empujando a un abismo en el que, hacemos lo que sea para que todos nos adoren; nos creemos mejores que los demás, nos sentimos los jefes de nuestro alrededor, trabajamos para conseguir nuestros caprichos basados en poder y dinero, caiga quien caiga, recurriendo -si es menester- al mismísimo diablo para obtener nuestro propósito.

Pocos son los que miran por los demás, la inmensa mayoría va por la vida a su interés, sin miramientos; juzgamos la labor de la persona que tenemos al lado sin siquiera preguntarnos qué momento está viviendo, qué está pensando, o qué haríamos en su caso si estuviésemos en su piel.

Poder, cargo, dinero. Esa es nuestra única meta. ¡Qué pena y qué asco!

Ese es el ejemplo que estamos dando. Por mucho que queramos ponernos una careta, una falsa fachada que aparente lo "fantásticos, humildes y maravillosos" que somos, se nos olvida que entre el cielo y la tierra nada hay oculto. Y que si enmascaramos nuestro quehacer, es porque no nos interesa que se sepa nuestro verdadero fin. ¿Qué tememos? ¿Será que en nuestro interior sabemos que no estamos obrando bien?

Somos laicos, sí; pero somos Iglesia. No podemos quejarnos de que cada vez los templos están más vacíos si nosotros, los que nos creemos "buenos", estamos haciendo tanto daño a la misma Iglesia. Pero no sólo los laicos, sino que también, muchos sacerdotes son los que hacen que muchas personas dejen a Dios por el mal ejemplo que nos están dando. Muchos también se han dejado llevar por ese poder, dinero, sexo, fiestas, alardeo de lo que tienen, dejando sus obligaciones pastorales a un lado porque lo "otro" les atrae más.

Antes decía que todos nos creemos mejores que los demás. Se nos olvida que nadie es mejor que nadie. Todos tenemos cosas malas, pero también cosas buenas. Todos tenemos unos dones y carismas, y no tienen que ser los mismos que los nuestros. Somos distintos y a la vez somos iguales. El único que nos supera es Dios. El Amor elevado al infinito. La Sabiduría suprema. La Humildad hecha Carne. El que todo lo puede. La Misericordia por excelencia.

Pese a que lo parezca, mi intención no es juzgar nuestros propios comportamientos anteriormente expuestos, al revés, quisiera que veamos nuestras faltas, nuestra pobreza y miseria. Enmendar nuestros errores, perdonarnos y que todos formemos la Iglesia que Dios quiere, no la que queremos nosotros.

En este día de PENTECOSTÉS, pídele a Dios que nos envíe a su Santo Espíritu para que se cumpla lo que Jesús nos había prometido. La semana pasada ascendía al Cielo; y tenía que hacerlo para que pudiera venir el Paráclito. Que hoy se cumpla en tu vida esa promesa y que descienda sobre ti el Espíritu de Dios. Vendrá cargado de dones y carismas, pero tenemos que estar abiertos y ser dóciles. Sé humilde, reconoce que eres nada y abre tu alma a Dios para que entre y queme con su fuego todo lo que no es de Él, y a la vez, te colme de bendiciones.

Pidamosle por su Iglesia, para que sea Santa. Para que sus sacerdotes y pueblo dé el ejemplo que todo alejado necesita. La Iglesia no debe ser sinónimo de poder ni de dinero. Debe ser amor, caridad, misericordia, calidez, ayuda, oración, familia, amistad... debe ser un mínimo reflejo de Dios.

Que el Espíritu Santo nos sane las heridas del cuerpo y del alma. Que rompa las cadenas que nos atan con el mal. Que ese poder del que creemos ser poseedores, se convierta y seamos capaces de ver que el único que merece la Gloria, la Honra y el Poder es DIOS.

Amado Espíritu Santo:
En este día que te dedicamos especialmente, queremos pedirte nuestra propia conversión a ti. Entra fuerte en nosotros como viento arrasador. Quema nuestra maldad con tu fuego abrasador. Eleva nuestras súplicas al Padre para que tenga piedad de estos pobres hijos suyos, que les hemos salido un poco rebeldes. Muchos queremos dejarnos hacer por Ti. Transforma nuestra alma, haz de nosotros ese vaso nuevo que solo Tú quieres que seamos.


Ven Espíritu Santo y llénanos de Ti. Te esperamos ansiosos. Hoy puede ser un punto de inflexión en nuestra vida. Estamos sedientos de Ti. Restauranos. Ven Espíritu de Amor.

María, ESPERANZA nuestra, intercede ante Dios por nosotros y protégenos. Sé Tú ese ROCÍO que refresque nuestra alma.


Os dejo con esta canción de Jesús Adrián Romero.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Así sea! Gracias Rafa

Rafa dijo...

Gracias a ti. Dios te bendiga.