viernes, 22 de mayo de 2009

Estamos en crisis

“Estamos en crisis”. No sé cuántas veces hemos oído esto en los últimos años, y sobretodo, en este último año. Es cierto, estamos en crisis. Pero hermanos, la crisis no sólo es económica o financiera. No. Estamos en crisis con nosotros mismos, estamos en crisis con los demás hermanos, y estamos en crisis -y muy a nuestro pesar- con Dios. Dicen algunos que es muy difícil hablar de Dios cuando no hay dinero para pagar la luz, el agua, los demás impuestos… no hay para comer, no hay trabajo… Y en cierta manera llevan toda la razón. Pero por otra parte, esto parece que se nos va de las manos. ¿Qué no hay dinero para que coma una familia entera? Que la niña vaya a la farmacia a comprar unas pastillitas de esas, o sino, que aborte. O dicho de otra forma; matemos al niño que viene de camino, que no tenemos para darle de comer. ¿Qué el abuelo está vegetal y ya no conoce a nadie? Pues… ¡eutanasia! O dicho de otra forma; matémosle que está estorbando y no hay dinero para mantenerlo. Y rapidito que tenemos que cobrar la herencia que nos viene de lujo en este tiempo de “vacas flacas”. No hay dinero para lo básico, pero sí hay para juegos de la Play, o para tabaco, o para salir de marcha, o para celebrar comuniones (como comenté en un post anterior) o para las “macrocelebraciónes” de las bodas. ¡Qué incongruencia!

Por otro lado tenemos el poder. “No tendrías autoridad sobre mí, sino te la hubieran dado de lo alto; por eso, el que me entregó a ti tiene un pecado mayor” (Jn. 19. 11). El poder de los políticos y los poderes en nuestra querida Iglesia (siempre habrá excepciones que confirmen la regla). Los políticos con su “poder” hacen y deshacen lo que les da la gana y hacen y deshacen lo que quieren con nosotros, llevándonos (ya sean de izquierdas, de derechas, de centro, de arriba, de abajo…) al fondo del pozo (salvo excepciones). Pero es que, desgraciadamente, está pasando lo mismo en la Iglesia (repito, salvo excepciones). Algunos creen que tienen poder sobre los demás. Pero sólo es eso, que se lo creen. Y, cual políticos, tienen al resto del pueblo atado de manos. No se ayuda de verdad, porque el poder y el creerse superior los ha cegado, y no pueden ver más allá de lo que tienen delante. Y lo peor es que cortamos las alas al Espíritu Santo y no puede hacer su bendita obra en nosotros. Nuestra soberbia es tal, que desemboca en un egoísmo y en una envidia tan sublime, que ignoramos hasta qué punto hacemos daño, con ella, a nuestros hermanos.
¿Cuál es el problema? Que la cimentación se resquebraja y, como consecuencia, todo se tambalea, y eso lo estamos empezando a ver.
De la crisis financiera nos podremos recuperar más tarde o más temprano, pero de la crisis del alma, nos vamos a arrepentir de no habernos recuperado antes, porque ésta, sí está en nuestras manos.

Ayer cuando abrí los ojos al despertarme, tenía en mi cabeza una frase que me bombardeaba. “Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn. 4. 8)
Pongámonos a trabajar todos unidos de verdad. Restauremos y renovemos nuestra Iglesia. Porque el enemigo ataca, se adentra poco a poco y nuestra tarea, es echarlo y reforzar las murallas para que, cada vez, le sea más difícil entrar.

Sigamos el mensaje que nuestra Madre dijo en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga”. Porque sólo haciendo su voluntad, estaremos en el Camino.

Que el Señor os bendiga.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Ntra. Sra. de Fátima

Hoy es 13 de mayo. Celebramos que hace 92 años que nuestra Señora se apareció a Jacinta, Francisco y Lucía en Fátima -puesto que fue el 13 de mayo de 1917 cuanto tuvo lugar la primera aparición-.
Damos gracias a Dios por permitir que su Madre Santísima pudiera aparecerse y pudiera dar esos mensajes que tanto necesitábamos y que debemos recordar constantemente. De esto último, más que agradecer, tenemos que pedir perdón, puesto que somos imperfectos y en ocasiones nos olvidamos de lo que la Señora nos dijo a través de aquellos tres niños.
Sigamos el modelo de María, que fue y es humilde, obediente, buena, intercesora nuestra, madre ejemplar, amiga, acompañante en nuestro camino, fiel, purísima, orante y piadosa, sincera, luchadora, protectora y defensora, dulce, discípula, constante, clara, sencilla… y un sin fin de calificativos que, con solo mirarla, debiéramos sentirnos humildes y mansos de corazón.
Nos encomendamos a su inmaculado corazón, nos acogemos a su amparo y protección y nos ponemos a sus pies. Porque para llegar a Jesús, tenemos que dejarnos conducir por Ella, que es la que nos lleva a su Hijo.
¿Qué podemos sacar de los secretos de Fátima? Considero que hay una palabra que puede englobar nuestra tarea. Penitencia. Y es que somos esos soldados del Señor que, combatiendo contra el mal, tenemos que llegar y llevar a todos a la Salvación que Dios nos ofrece. ¿Desanimarnos en la lucha? ¡Nunca!. Recordemos que María está con nosotros y está deseando que le pidamos ayuda para echarnos esa mano de la que tanto estamos necesitados. Su presencia es más poderosa que todas las fuerzas del mal. Y no olvidemos, que tenemos esa arma poderosa y a la vez tesoro de la Iglesia: El Santo Rosario.

Madre amantísima; ruega por nosotros.

lunes, 11 de mayo de 2009

Primeras Comuniones

Mes de mayo. Mes dedicado a la Santísima Virgen María -de la que hablaré con detenimiento en otro momento- y es también, el mes de las “Comuniones” por excelencia. Ese momento debería ser muy especial para cada niño que recibe por primera vez a Jesús Sacramentado. Y digo debería porque, salvo excepciones, hoy día lo de menos es el sacramento que reciben. ¡Qué pena! Quizás sean demasiado pequeños para darse cuenta, y para eso deberíamos estar ahí los más mayores, para ayudarles a que sepan de verdad lo que van a hacer; pero el problema es que muchos “mayores” siguen sin darse cuenta de lo que es comulgar a Cristo. Y la felicitación y celebración por recibir por primera vez la Comunión -que no es malo, puesto que es motivo de gozo y alegría-, se convierte en evento social en lo que, lo menos importante es lo que se celebra, sino la celebración en sí; careciendo de sentido, por esta razón, la mencionada celebración.
A muchos de ustedes, recordando su primera comunión, se le vendrá a la mente recuerdos y anécdotas como aquella petición que tuvo que leer, o la ofrenda de un cáliz lleno de vino que llevó al altar, y por supuesto, cómo recibió por primera vez a Jesús. Pero también recordarán la celebración. Algunos no tuvieron, otros fue rodeado de sus primos y unos bocatas, otros con una comida… y los regalos. Regalos que también han cambiado con el paso del tiempo. Hoy iba oyendo en la radio mientras conducía, que los regalos de antes eran cosas como el primer reloj de pulsera que tenían. A mi me regalaron varios bolígrafos, y mi primer balón de baloncesto (he de confesar que éste, fue el regalo que más me gustó). Hoy la electrónica absorbe todo nuestro alrededor, y si no hay una consola, unos videojuegos, un mp3, un mp4, y cosas por el estilo, no hay regalos que valgan.
Y el desembolso económico entre banquete, ropa de contralmirante (para niños) y princesita (para niñas), ropa de ellos mismos (padres), regalos, etc., que hacen los padres de las criaturitas, no es normal. Se endeudan para celebrar algo que, como decía antes, muchos no saben ni lo que es. Celebran porque “mi hijo no va a ser menos que su amigo del colegio”. ¿Y quién ha dicho que sea menos o más, porque su celebración sea distinta? ¿No será que usted piensa que es menos que el padre del amigo de su hijo? Y aun así, tampoco es menos que nadie. A ver si el que necesita una catequesis es usted y no su hijo (aunque hay catequistas… y catequistas). El problema es esta sociedad capitalista en la que, si no hacemos alarde económico, no somos nadie. Se mira más el aparentar que el ser como uno es.
Pero el momento celebración eucarística es lo más digno de mencionar. La mayoría de los invitados a la celebración (padres incluidos) no pisaban la iglesia desde que bautizaban al niño que hace la comunión, y eso… se nota. Entran en el templo como si fuera un ágora romano; y verdaderamente entran ganas de decirle… ¡Señores, si con su comportamiento no van a respetar ni el lugar en el que están ni lo que se está celebrando, váyanse al Bar de Anselmo que está enfrente –siempre está enfrente de la iglesia el Bar de Anselmo- hasta que termine todo, y luego, si quiere que los anfitriones de su almuerzo copioso vean que asistió, reúnase en la puerta de la iglesia con los demás, pero no moleste!
Ojala algún día, estos niños (ya mayores) miren para atrás y recordando lleguen a comprender, que en el día de su primera comunión, lo más importante fue eso, su Comunión, el sacramento, y no la ropa, el banquete o los regalos que recibió.