sábado, 7 de diciembre de 2019

Inmaculada

8 de diciembre. Festividad de la Inmaculada Concepción de María, nuestra Madre. Patrona de España.

Muchos siguen creyendo que la Inmaculada Concepción quiere decir que Jesús nació de María y ella permaneció virgen siempre. Sin embargo, hay que recordar que el dogma que celebramos hace referencia a la pureza de María desde su concepción, es decir, desde que fue concebida en el seno de su madre Santa Ana, Ella no tuvo jamás mancha alguna, quedó exenta del pecado original, no en vano, Dios tuvo ese privilegio porque iba a ser su Madre. Es lógico pensar esto, ya que María sería el primer y Divino Sagrario. Decía San Anselmo: «La Madre de Dios debía brillar con pureza tal, cual no es posible imaginar mayor fuera de la de Dios».

Si Cristo es el nuevo Adán -como nos dice San Pablo- María es la nueva Eva. Si Eva fue la primera mujer que cometió pecado, María es la primera y única que nunca lo tuvo. Eva fue desobediente, y María siempre obedece al Señor, es su esclava y la que le dijo SÍ. María, la llena de gracia de Dios. 

El Papa Pio IX proclamaba el 8 de diciembre de 1854 el dogma de la Inmaculada Concepción: «La doctrina que enseña que la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su Concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, es revelada por Dios, y por lo mismo debe creerse firme y constantemente por todos los fieles».

No dejemos de acudir a nuestra Madre celestial, nuestra querida María, la Inmaculada Concepción, Ella nos ayuda siempre e intercede por todos sus hijos. Sigamos su ejemplo de humildad y lucha contra las tentaciones. Acudamos a Ella siempre, pues el maligno huye en su presencia, no soporta que una "simple" persona, sea superior a él. 

Dios te salve María, llena eres de gracia el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la ahora de nuestra muerte. Amén.

El Señor nos bendiga.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Velad

Nuestra Señora de la Expectación.
Alonso Martínez Mountánchez. 1601.
Catedral de Santa María de Tui.
Huelga decir que acabamos de entrar en el Tiempo de Adviento, sin embargo es bueno recordar que hoy iniciamos un nuevo año litúrgico, un nuevo ciclo, cambiamos de evangelista dejando atrás a San Lucas y nos adentramos en San Mateo. Notamos también que los colores litúrgicos han variado del verde al morado. Asimismo, observaremos en nuestras parroquias que se enciende la primera vela de la corona de adviento.

Todo es nuevo, o mejor dicho, distinto; llamadas de atención porque Jesús hoy en su Palabra nos quiere abrir los ojos. Él está en camino y nosotros debemos avanzar hacia Él. Pero, ¿cómo iremos a su encuentro?, ¿cómo nos vamos a preparar? 

El Evangelio nos habla de Noé y el diluvio. Un diluvio que arrasó con una humanidad pecadora,  agotada, "quemada" diríamos hoy. Una humanidad que vivía el día a día sin tener en cuenta a Dios. Un diluvio que quiso terminar con un mundo lleno de soberbias, egoísmos, envidias, vicios... Quizás la historia se repite y Dios quiere hacernos ver que seguimos haciendo las mismas cosas, cometiendo las mismas faltas. El Adviento nos invita a cambiar. Es el nuevo diluvio que quiere acabar con la humanidad pecadora, podrida, y Jesús es el nuevo Noé que viene a traer la Salvación, a devolver la Vida a la humanidad. Sin embargo, debemos estar preparados para ello, pues puede ser que nos venga el diluvio y nos arrastre sin piedad. Recordad lo que el mismo Jesús nos dice hoy: Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. ¿Os imagináis que llega y por no estar preparados no nos recibe? Sería el mayor error de nuestras vidas, y estaríamos lamentándonos eternamente.

Si vamos a en busca de una gran personalidad, un rey, un diplomático, el Papa,... lo más normal es que vayamos bien preparados, arreglados y con la mayor de las ilusiones, poniendo todo nuestro empeño y alegría  en ser recibidos. Pues si vamos a recibir al Rey de reyes, ¿cómo debemos preparar nuestro interior? Nuestro camino debe ser firme, no podemos ir distraídos, es un tiempo donde reina la Esperanza. De la misma manera que el centinela vigilante pasa la noche, en medio de la tiniebla oscura, con la esperanza del nuevo amanecer; así debemos esperar la llegada del Señor, ansiosos, alegres, deseosos.

Es un tiempo propicio para acudir al sacramento de la penitencia, el sacramento del Perdón que nos devuelve a Cristo, que nos devuelve a la Vida, que nos llena de Gracia, que nos alienta a seguir en el sendero hasta nuestra meta.
Despertemos de nuestra rutina mundana. Abramos los ojos a la llamada del Señor. Acudamos a la Virgen, el primer Sagrario, la que mejor supo esperar a su Hijo, a nuestro Dios. Ella nos entiende y nos guiará por el camino correcto hacia Jesús. 

Velemos pues, pero preparemos nuestra alma, que no llega un "cualquiera", que no llega un rey más, que el que viene es el mismo Dios, el que nos salva, el que nos une, el que nos llena plenamente.

Aprovechemos estos días previos a la Navidad para estar más alertas que nunca, sin despistes. Si al final del camino nos juzgarán por el amor, no podemos caminar sin él, porque al llegar a la meta no tendremos nada que mostrar.

Acudamos a la Santísima Virgen, la que supo esperar con gozo como nadie la venida de su Hijo, nuestro Dios. Ella nos entiende y nos guía por el camino que nos conduce a la Salvación. 

El Señor nos bendiga.