domingo, 12 de septiembre de 2021

María. El Nombre de la Reina

Existen muchas versiones sobre el origen del nombre de María. El significado por el que normalmente lo identificamos es con el vocablo hebreo Miryam, que se podría traducir como excelsa. 

Sin embargo, para celebrar este solemne día, quisera hacer alusión a un dato extraído del libro “El secreto admirable del Santísimo Rosario”, de San Luis María Grignion de Montfort, en el que cuenta que la Virgen se le apareció a Santa Matilde, portando sobre el pecho el saludo del ángel escrito en letras de oro, y le dijo: “El nombre de María, que significa Señora de la luz, indica que Dios me colmó de sabiduría y luz, como astros brillantes, para iluminar los cielos y la tierra”.

... María, Señora de la Luz...

Muchas son las advocaciones de la Virgen, pero Ella siempre es la misma, María. Además para nosotros es nuestra Señora de la Luz; la que llevó en su seno a la Luz por excelencia, la Reina de las reinas, la más pura y bella de todas las criaturas, la que vence al demonio con su humildad, la que ilumina nuestras vidas, la que nos ama como sus hijos que somos, nuestra intercesora ante Dios; no en vano, y como reza el himno que le cantamos, le pedimos: Madre de la Luz, piedad.

Pero... ¿te has parado a pensar que Ella quiere escucharte? Habla con María. Como Madre nos quiere pero... Y nosotros como hijos, ¿la amamos? 

A veces pensamos que para ser grandes se nos tiene que ver bien, aunque estemos vacios por dentro. ¡Qué enorme error! . María es la más grande siendo la más humilde. ¿Cuando vamos a seguir su ejemplo?


domingo, 28 de marzo de 2021

viernes, 19 de marzo de 2021

La devoción a San José

 

San José y el Niño. 
Francisco Font y Pons. Principios del siglo XX
Iglesia San Mateo. Tarifa (Cádiz)

Cuando pensamos en San José ya sabemos identificar su iconografía debido a las incontables ocasiones en que hemos visto imágenes de él. Sin embargo, puede ser que no sepamos la razón de dichas representaciones y, sobre todo, cómo fue surgiendo su devoción.

Lo primero que debemos saber es que ha sido representado a lo largo de la Historia del Arte desde el paleocristiano. También es verdad que son escasas en origen y siempre estaba junto a la Virgen o el Niño, principalmente en escenas pertenecientes a la infancia de Jesús, tal y como relatan los Evangelios Canónicos de San Mateo y, especialmente, de San Lucas. Pero surgen los primeros problemas, y es que debido al polémico dogma de fe que suponía la virginidad de María para los primeros cristianos, a veces no aparecía la figura de San José en la escena, sobre todo por los más doctos en temas bíblicos, y por tanto llegó a incluso a retrasarse su papel como esposo de María, con el fin de evitar confusiones.

 Su presencia parece aumentar durante el arte bizantino, momento en que proliferan los textos apócrifos como el “Protoevangelio de Santiago” o la “Historia de José el carpintero”, en los que se cuenta parte de la vida del padre putativo de Jesús.

 En la Edad Media se va introduciendo de manera mayoritaria como un varón anciano, manera que no tuviera un papel protagonista y pudiera reforzarse el carácter virginal de María, evitando así, que personas poco formadas dudasen de ese carácter incorrupto de la Virgen. Sin embargo, teólogos medievales tan importantes como Beda el Venerable, Santo Tomás de Aquino y en particular en el siglo XI San Bernardo de Claraval defienden su persona. De todas formas, la devoción a San José es escasa hasta la difusión de la devotio moderna. Empieza a despuntar el papel de San José debido a la importancia que se le da a los episodios de la infancia de Jesús. La devoción se extiende entre las órdenes religiosas, de las que destacamos a los franciscanos con el primer Belén en Greccio de San Francisco.

 A finales de la Edad Media, durante el gótico, Jean Gerson (1363-1429), agustino francés llamado Doctor christianissimus, autor de un poema titulado “Josephina”, que tuvo gran difusión e importancia y en el que se descubrían los enormes valores que poseía la figura de San José y que hasta entonces no se habían tenido en cuenta, pone de manifiesto su papel más participativo, aunque no deja de formar parte de las escenas de la infancia de Jesús. Como consecuencia, lo empezamos a ver en momentos de la vida cotidiana preparando la comida.

 Pero llega un momento que podemos considerar un punto de inflexión en la historia, pues entre 1545 y 1563 se celebra el Concilio de Trento, que marcó el inicio de la Contrarreforma. En él se defendieron muchos aspectos de la fe católica que los protestantes negaban, como el valor sacro que tenían las reliquias. En cierto modo esto impulsó la devoción hacia San José, ya que había sido el primer hombre en tocar a Cristo. En este contexto destaca, además de los mencionados franciscanos, el papel de la Compañía de Jesús, que defendió con empeño el culto a los santos, a los que se oponían los protestantes y, de manera particular la figura a San José, dedicándole una capilla en todas las iglesias que la Orden tenía en España.

 Pero sería fray Bernardino de Laredo quien realizaría el primer escrito en castellano sobre el Patriarca. Su obra principal es la “Subida al Monte Sión” (Sevilla 1535) y junto a ella se publicó el también llamado “Josephina”; un pequeño tratado sobre las glorias y patrocinio de San José, que tanto influiría en Santa Teresa, fundadora de la Orden de los Carmelitas Descalzos, que lo convirtió en el Patrón de su Orden y le dedicó doce de los diecisiete conventos que fundó, entre ellos su primera casa, San José de Ávila. La devoción a San José se estaba consolidando con el impulso de Santa Teresa, y se empieza a ver de forma tanto individual como con el Niño, ya sea en brazos o bien caminando a su lado cogidos de la mano. Éstos serán los dos tipos iconográficos más representados a partir de ahora, junto con el de la Sagrada Familia, en los que la imagen de San José tendrá un papel protagonista.

 Si tendemos a pedir a los santos que intercedan por nosotros ante Dios, ¿cómo podíamos olvidar a San José, su padre y tutor terrenal, el esposo de María?

Silencio, obediencia y humildad, son tres características que destacamos de él.

Ni una palabra de José encontraremos en los evangelios. Fiel, obediente y siervo de Dios. Siempre en segundo o incluso tercer plano, cediendo protagonismo a Jesús y María, pero ahí estaba él, detrás, pilar fundamental en su familia.

Aprendamos de San José y pidámosles que nos ayude a ser humildes y fieles a Cristo.

 

Feliz día de San José.

El Señor nos bendiga. 

domingo, 28 de febrero de 2021

¿Estrellas?


 

En esta semana he tenido una experiencia de las que podemos catalogar de “rutinarias”, pero desde el primer momento me hizo pensar y… aquí estoy, escribiendo sobre ella.

Un día muy desapacible, de fuerte viento y cielo encapotado. Salía del supermercado y en la puerta de repente veo a una persona muy próxima a mí, con un abrigo acolchado tipo plumífero muy fino, con el cuello levantado para cubrirse del frio y humedad, una mascarilla higiénica y un gorro de lana hasta las cejas que impedía, a primera vista, reconocerla. Busqué entre las capas de ropa su mirada para identificarla, y así fue. Era una persona muy conocida en la localidad, drogadicta, siempre hace algún comentario e incluso graciosos, con mucho arte. Aquel día no iba a ser distinto. Cuando cruzamos miradas, yo le sonreí,  aunque he de suponer que poco se me vería a través de la mascarilla. El caso es que me dijo: “El mundo es un pañuelo, caballero”. Sin más le contesté haciéndole un signo de aprobación a su comentario levantando el pulgar: “Así es”; y seguí mi camino. A escaso metros tenía el coche y al abrir la puerta, aquella persona desde su sitió siguió hablando, esta vez en voz alta, seguramente que con la intención de que la oyese. “Unos nacen con estrellas, y otros «estrellaitos»”.

En cuanto subí al coche, esa frase no hacía más que bombardearme. ¡Qué pena que las personas caigan en ese pozo enrevesado de la droga! Pero no sólo eso, ¡qué pena y qué desagradecimos somos las personas!

En efecto, a unas personas Dios les concede tener una familia, casa, necesidades cubiertas, trabajo, amigos, educación… bienestar. A otras les concede pobreza, enfermedades, guerras, violencia, soledad…

Pienso que los que tenemos el regalo de pertenecer al primer grupo, no damos a Dios las gracias suficientes. Al revés, nos quejamos de todo y nos creemos con más derechos que nadie. Muchos llegan a creerse superiores al resto pensando que con dinero se compra todo, olvidándose de amar, de ser un poco humildes, y de que todos somos iguales. Unos con más bienes que otros, pero iguales. Iguales nacimos, e iguales morimos.

Puede ser una buena ocasión para que todos meditemos sobre esto. Dar gracias a Dios por todo lo que nos da, y pedirle más por los demás y menos por nosotros mismos. Muchas veces, con tal de llamar la atención del resto, porque somos todos muy soberbios, nos quejamos y gritamos a los cuatro vientos que “nos duele mucho la cabeza”. Siempre hay quien está peor que nosotros, pero infinitamente peor. ¡Lástima que la venda egocéntrica que portamos nos impida ver más allá de nuestro ombligo!

Al inicio decía que había vivido algo que podíamos catalogar de “rutinario”. Hemos convertido las desgracias de los demás en rutina, ya nada nos conmueve. El hambre, la droga, la enfermedad, la violencia, la sociedad que se empobrece. Las muertes por guerras, pandemia, atentados… ya no nos escandaliza. Nos da igual 5 que 150. El enemigo está consiguiendo que las personas seamos simples números unos para otros.

Recordemos que Cristo vino al mundo, y nos preparamos en estos días de Cuaresma para vivirlo intensamente, con el único fin de salvarnos y redimirnos a todos. Cristo no viene a salvar a los que viven bien únicamente, o a los que van a misa únicamente, o a los que rezan mucho únicamente. Cristo va a entregar su VIDA por todos los que quieran salvarse. Pobres, ricos, sanos, enfermos… y aunque, como decía antes, sigue habiendo quien piensa que con dinero se compra todo, a Dios precisamente no se le compra, y menos con unas simples monedas. Quizá en nuestra idea humana de ver las cosas, pensamos que muchos nos salvaremos porque Dios es bueno y yo “ni mato, ni robo” (que está por ver porque hay muchas formas de matar y de robar). Pero no pensamos como Dios, ni sabemos los planes de Dios, y mucho menos podemos comprar a Dios; y esa persona a la que despreciamos porque consideramos “inferior” a nosotros, puede que ya tenga su sitio guardado en el Cielo, mientras que nosotros tendremos que luchar por un huequito en el purgatorio porque somos incapaces de AMAR, que es la única pregunta del examen final de nuestras vidas. ¿Has amado de verdad a los demás?

Ojalá y en el tiempo que resta de Cuaresma, sepamos valorar lo que tenemos, agradecerle a Dios por todo y, sobre todo, recapacitemos y examinemos nuestro compromiso de Amor con Dios y con los demás.

El Señor nos bendiga.