domingo, 28 de marzo de 2021

viernes, 19 de marzo de 2021

La devoción a San José

 

San José y el Niño. 
Francisco Font y Pons. Principios del siglo XX
Iglesia San Mateo. Tarifa (Cádiz)

Cuando pensamos en San José ya sabemos identificar su iconografía debido a las incontables ocasiones en que hemos visto imágenes de él. Sin embargo, puede ser que no sepamos la razón de dichas representaciones y, sobre todo, cómo fue surgiendo su devoción.

Lo primero que debemos saber es que ha sido representado a lo largo de la Historia del Arte desde el paleocristiano. También es verdad que son escasas en origen y siempre estaba junto a la Virgen o el Niño, principalmente en escenas pertenecientes a la infancia de Jesús, tal y como relatan los Evangelios Canónicos de San Mateo y, especialmente, de San Lucas. Pero surgen los primeros problemas, y es que debido al polémico dogma de fe que suponía la virginidad de María para los primeros cristianos, a veces no aparecía la figura de San José en la escena, sobre todo por los más doctos en temas bíblicos, y por tanto llegó a incluso a retrasarse su papel como esposo de María, con el fin de evitar confusiones.

 Su presencia parece aumentar durante el arte bizantino, momento en que proliferan los textos apócrifos como el “Protoevangelio de Santiago” o la “Historia de José el carpintero”, en los que se cuenta parte de la vida del padre putativo de Jesús.

 En la Edad Media se va introduciendo de manera mayoritaria como un varón anciano, manera que no tuviera un papel protagonista y pudiera reforzarse el carácter virginal de María, evitando así, que personas poco formadas dudasen de ese carácter incorrupto de la Virgen. Sin embargo, teólogos medievales tan importantes como Beda el Venerable, Santo Tomás de Aquino y en particular en el siglo XI San Bernardo de Claraval defienden su persona. De todas formas, la devoción a San José es escasa hasta la difusión de la devotio moderna. Empieza a despuntar el papel de San José debido a la importancia que se le da a los episodios de la infancia de Jesús. La devoción se extiende entre las órdenes religiosas, de las que destacamos a los franciscanos con el primer Belén en Greccio de San Francisco.

 A finales de la Edad Media, durante el gótico, Jean Gerson (1363-1429), agustino francés llamado Doctor christianissimus, autor de un poema titulado “Josephina”, que tuvo gran difusión e importancia y en el que se descubrían los enormes valores que poseía la figura de San José y que hasta entonces no se habían tenido en cuenta, pone de manifiesto su papel más participativo, aunque no deja de formar parte de las escenas de la infancia de Jesús. Como consecuencia, lo empezamos a ver en momentos de la vida cotidiana preparando la comida.

 Pero llega un momento que podemos considerar un punto de inflexión en la historia, pues entre 1545 y 1563 se celebra el Concilio de Trento, que marcó el inicio de la Contrarreforma. En él se defendieron muchos aspectos de la fe católica que los protestantes negaban, como el valor sacro que tenían las reliquias. En cierto modo esto impulsó la devoción hacia San José, ya que había sido el primer hombre en tocar a Cristo. En este contexto destaca, además de los mencionados franciscanos, el papel de la Compañía de Jesús, que defendió con empeño el culto a los santos, a los que se oponían los protestantes y, de manera particular la figura a San José, dedicándole una capilla en todas las iglesias que la Orden tenía en España.

 Pero sería fray Bernardino de Laredo quien realizaría el primer escrito en castellano sobre el Patriarca. Su obra principal es la “Subida al Monte Sión” (Sevilla 1535) y junto a ella se publicó el también llamado “Josephina”; un pequeño tratado sobre las glorias y patrocinio de San José, que tanto influiría en Santa Teresa, fundadora de la Orden de los Carmelitas Descalzos, que lo convirtió en el Patrón de su Orden y le dedicó doce de los diecisiete conventos que fundó, entre ellos su primera casa, San José de Ávila. La devoción a San José se estaba consolidando con el impulso de Santa Teresa, y se empieza a ver de forma tanto individual como con el Niño, ya sea en brazos o bien caminando a su lado cogidos de la mano. Éstos serán los dos tipos iconográficos más representados a partir de ahora, junto con el de la Sagrada Familia, en los que la imagen de San José tendrá un papel protagonista.

 Si tendemos a pedir a los santos que intercedan por nosotros ante Dios, ¿cómo podíamos olvidar a San José, su padre y tutor terrenal, el esposo de María?

Silencio, obediencia y humildad, son tres características que destacamos de él.

Ni una palabra de José encontraremos en los evangelios. Fiel, obediente y siervo de Dios. Siempre en segundo o incluso tercer plano, cediendo protagonismo a Jesús y María, pero ahí estaba él, detrás, pilar fundamental en su familia.

Aprendamos de San José y pidámosles que nos ayude a ser humildes y fieles a Cristo.

 

Feliz día de San José.

El Señor nos bendiga.