jueves, 9 de abril de 2020

Jueves Santo y Viernes Santo 2020



No. No voy a dar ninguna receta de platos típicos de estos días.

Todos sabemos que en el día de hoy, Jueves Santo, celebramos el día del Amor Fraterno y la institución de la Eucaristía y el Sacerdocio. Mañana, Viernes Santo, celebraremos la Pasión y Muerte del Señor; para terminar el Triduo Pascual con la Gloriosa Resurrección de Cristo. Es cierto que esta Semana Santa está siendo bastante extraña para nosotros, pero el hecho de que no haya procesiones, nos invita a meditar más sobre lo que celebramos, pues la mayoría de las veces, quedamos distraídos por lo exterior, olvidando un poco nuestro interior. La Semana Santa es un alto en el camino en nuestras vidas para acercarnos más a Dios y es una oportunidad más que tenemos para convertirnos. No debería ser una semana de vacaciones en la playa o en la montaña y dejar más de lado al Señor. Por eso, este confinamiento, aunque son muchos los que están incumpliendo y siendo totalmente insolidarios con los demás, es el mejor momento que tenemos para pensar, hablar con el Señor y escuchar lo que quiere decirnos.

Hoy es un día propicio para vivir el Amor Fraterno. Sí, todos tenemos un familiar político al que no tragamos, un tío, sobrino, padre o incluso hermanos con los que no nos hablamos. Ninguno nos escapamos de esta situación en lo que a relaciones personales se refiere, porque en todas partes cuecen habas (ya sabéis la razón de la ilustración de hoy). El coronavirus nos ha apartado físicamente unos de otros, pero nos debería unir más en el amor. Ese es el fin. El mismo virus es el que se está llevando a muchos seres queridos y conocidos a la tumba, y es entonces cuando nos arrepentimos de no haber prestado más atención a ese ser o su familia. Es entonces cuando caemos en la cuenta de que hemos perdido el tiempo sin dirigirnos la palabra. Es cuando vemos con claridad que debíamos haber solucionado nuestros malentendidos, nuestras diferencias, y habernos perdonado mutuamente. ¿Demasiado tarde? NO. Para Dios nada hay imposible, y seguro que aún tenemos muchas personas con las que podemos arreglar nuestra incómoda situación. Otras personas, sin embargo, desafortunadamente son pastos del demonio y no sólo no permiten que se dé ese Amor entre ambos, sino que, lejos de ello, hablan mal y ponen en contra a otras personas para quedar ellos bien, produciendo con su soberbia y envidia, mucho daño y dolor en otros, sobre todo, si los has considerado en algún momento de tu vida amigo tuyo, dándole todo lo que tenías. El problema aumenta cuando lo hacen en nombre de Jesús, y dándoselas de buenas personas y mártires. Sin embargo, ¿dónde está la Caridad que Dios quiere que practiquemos? ¿Acaso no se mata con la lengua más que con un arma? Fijémonos lo que hace Jesús cuando es tentado por el diablo. Ni el mismo Dios dialoga con él, tan sólo le da respuestas tajantes y cortantes. Por otro lado, ¿qué hace Jesús cuando Judas, su amigo, lo traiciona?  Lo miraría con el dolor de haber sido traicionado por alguien a quien amaba y le dijo: “¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? (Lc. 22, 48). Y, ¿qué hizo cuando su amigo Pedro lo traicionó negándolo tres veces? Se cruzarían sus miradas en algún instante, y Jesús viendo su arrepentimiento, con una simple mirada lo perdonó, pero no dijo nada. Con esto quiero decir, que a las personas con las que sea aparentemente imposible una reconciliación, no hagamos caso a lo que digan para que el daño nos afecte lo menos posible y dejemos la situación en manos de Dios, que es quien obrará, si lo ve  conveniente. Y a las personas que podamos perdonar y ser perdonamos lo hagamos y, cuando se levante el confinamiento, nos fundamos en un auténtico y fraternal abrazo que termine de romper las cadenas que nos separan, porque la familia es  sólo una y es el centro, el corazón, la base, el pilar que sostiene al mundo. De nada nos sirve ser “buenos” con los conocidos, cuando no atendemos ni estamos pendientes de nuestros padres, que nos han dado la vida. Ayudémonos unos  a otros de corazón. Si el mismo Cristo se hace siervo lavando los pies a sus discípulos, ¿cómo no vamos a servir nosotros a los demás? Debemos ser servidores, no mandones, no confundamos. El que quiera ser primero, que sea el último y se ponga a servir como el primero.
El Señor es tan infinitamente misericordioso que quiso quedarse con nosotros en la Eucaristía, para que podamos comer su Cuerpo y tenerlo dentro de nosotros. Es un misterio tan grandioso, que no somos capaces de comprenderlo y asimilarlo. Pero no contento con eso, además de llegar a perdonar nuestros pecados más horribles, el regalazo que tenemos en la tierra, podemos considerarlo tan sólo un pequeño aperitivo, pues Él nos espera en su Casa para celebrar con nosotros un banquete eucarístico eterno. ¿Cómo nos va a entrar en nuestra cabeza humana y materialista tal magnitud de Amor?

Por otro lado tenemos el Viernes Santo. ¿Cómo murió y fue enterrado Cristo? Murió solo, acompañado lo más cerca que les fue posible por su Madre, Juan, y las conocidas como “Tres Marías”, es decir, María Magdalena, María Salomé y María de Cleofás. Y pocos más asisten a su entierro. Así están muriendo hoy las personas por causa del coronavirus y el confinamiento. Solas, acompañadas quizás por alguien si están en casa, o en una habitación de hospital sin poder tener un acompañante. Y así están siendo enterradas, solas y acompañadas únicamente por dos o tres familiares cercanos, con toda la pena, dolor e impotencia que se puede sentir en esos momentos ante la pérdida de una ser al que amamos.

Por eso debemos acudir a la Virgen Santísima en estos días, pues Ella mejor que nadie, experimentó esa amargura en lo más profundo de su ser. Ella sabe lo que se sufre y por eso Ella quiere ayudarnos. Ella nos entiende más que nadie y sigue sufriendo por nuestro mal comportamiento con su Hijo. Sí, nosotros lo matamos y Ella nos perdona y nos ayuda. ¿Hay criatura de Dios más maravillosa, bondadosa, dulce, sierva, humilde, Madre… que la Virgen María? Ella es nuestra Esperanza, y jamás debemos perderla, es más, siempre debemos llevarla a nuestro lado y en nuestro corazón, pues de su bendita mano nos llevará hasta Jesús que nos espera tal y como murió, con los brazos abiertos para regalarnos el abrazo más inmenso, tierno y lleno de Amor que jamás podamos recibir.

Hermanos: Conversión, Caridad, Fe y Esperanza. Quizás parezca poco, así enumerado, pero es todo lo que necesitamos.

Ánimo con este confinamiento y que el Señor nos bendiga.

martes, 7 de abril de 2020

Martes Santo 2020



Acaba el Martes Santo. Cada uno habrá hecho su personal Estación de Penitencia (o no). 
Un Martes Santo atípico para nosotros pero del que hemos de aprender. No es casualidad que el Evangelio de hoy nos resalte la traición de Judas y de Pedro. ¿Cuántas veces hemos vendido a alguien por un beneficio nuestro? Quizás no lo hagamos por unas monedas, pero sí hablando mal de ella, a sabiendas que es mentira, todo por conseguir algo que pensamos que nos va a venir bien, caiga quien caiga. Y Jesús nos dijo que “lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt. 25, 40).  Por otro lado tenemos a Pedro, que piensa que él es el único, el mejor, el mayor seguidor. Puede que así lo fuera, pero lo que es indudable es que negó a Jesús cuando más lo necesitaba, y eso le hizo caer en la cuenta de que Jesús quiere personas humildes a su lado. Ante la negación y el canto del gallo, Pedro llora amargamente, humillado.

Esto es lo que Jesús quiere hoy de todos nosotros, desde el neófito que entra a formar parte de la Iglesia en su bautismo, hasta el sacerdote o el propio Papa: Humildad.

Esta situación que estamos viviendo quizás nos quiere hacer la soberbia que hay en nuestro interior. El querer ser más que los demás, destacar, que hablen de nosotros, “luz y miento”. ¿Y nuestro interior cómo está? Más vacío de lo que debiera. ¿Quién puede llenar ese vacío? Pese a que hay quien lo niega, sólo Dios puede hacerlo. No hay más que acudir a Él. ¿Lo hemos intentado? ¿Qué podemos perder? ¿Cuánto vamos a ganar? Somos tozudos y seguimos pensando que todo podemos hacerlo por nosotros mismos. Por eso, llega un virus y nos desarma sin compasión.

Podemos acudir a Dios pero, ¿acudiremos a Él cuando pase todo? ¿Seremos agradecidos?  De la misma forma, hay personas que forman parte de juntas de gobierno de hermandades y sólo en ese momento, es cuando pisan el templo y de forma esporádica. Cuando ya no pertenecen a juntas, no aparecen. ¿No aprendemos nada durante nuestros mandatos? ¿Estuvimos de verdad o simplemente buscando ese “luz y miento”? El que de verdad conoce a Jesús, no quiere separarse nunca de Él, porque Él es la Vida, el que siendo Dios se hizo Hombre para sufrir como hombre, reír como hombre, comer como hombre, ser amigo como hombre, morir como hombre… Tanto es así que, el mismo Judas terminó ahorcándose ante la impotencia de saber que había traicionado a Jesús. No podía soportar tal sufrimiento. Pedro, sin embargo, se arrepintió y volvió humillado de tal manera, que fue el primer Papa, es Santo y Dios le dio las llaves de su Casa.

¿Qué ejemplo vamos a seguir? ¿El de Judas o el de Pedro? Si oyéramos atentamente lo que Dios quiere de nosotros, sabríamos vivir el día a día, porque ser cristiano no es cosa de días, es cosa de toda una vida.

Con la lección aprendida, oremos para que el Señor nos ayude a vencer este virus, y el año que viene sepamos vivir y, ¿por qué no?, disfrutar verdaderamente nuestra Estación de Penitencia. Él que es la Salud por excelencia y su Madre, que sabe lo que son los Dolores del alma, nos auxilien en nuestro caminar diario y podamos tener una auténtica conversión.

Que todo sea para Gloria de Dios y bien de nuestras almas.
El Señor nos bendiga.

domingo, 5 de abril de 2020

Domingo de Ramos 2020


Hoy la historia se repite, igual que hace más de 2000 años. El Hijo de Dios entra aclamado como el Rey de reyes en nuestras vidas, después de que hayamos pasado por el desierto árido de la cuaresma. ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!

Este año Dios quiere que vivamos una verdadera Semana Santa. Y no me refiero a que la parte cofrade no sea de verdad ni sentida, todo lo contrario. Cuando digo una Semana Santa verdadera, como es lógico, quiero decir unos días de oración, recogimiento, sin nada exterior que pueda distraernos y podamos meditar sinceramente, desde lo más profundo de nuestro interior, en nuestra intimidad, los misterios de la Pasión, Muerte y la anhelada Gloriosa Resurrección del Señor. A los cofrades nos entristece enormemente no poder vivir estos días como más nos gusta; es nuestra semana grande, la que ansiosos esperamos todo el año. Sin embargo Dios nos pide algo más y quizás, no terminamos de verlo o no queremos asumirlo. 

Este año no habrá templos llenos de niños, pero su alegría seguirá invadiendo nuestros hogares. No veremos nazarenos con sus capirotes despuntando entre el tumulto en la calle, pero nuestra Estación de Penitencia será más auténtica, personal y vamos a elevarla ¡al cielo! No se oirán bandas de música, pero así podremos escuchar atentamente lo que el Señor nos quiere decir. No veremos capataces trajeados llamando a costaleros y cargadores, pero todos nos pondremos bajo las trabajaderas y obedeceremos a la llamada del Capataz de nuestras vidas. No presenciaremos a los cuerpos de acólitos anunciando con sus ciriales que llega Cristo o su bendita Madre, porque Ellos ya están entre nosotros, por eso no estamos solos.  No escucharemos a la algarabía infantil portando y agitando palmas y olivos, porque esa alegría debe estar en nuestro corazón, si nos hemos convertido. No podremos deleitarnos con un paso de misterio o la hermosa trasera de un palio que se aleja, ¿habrá cosa más bonita?; pero nos deleitaremos con la Palabra de Dios que alimenta nuestra alma y eso, más que algo bonito, es lo más útil  y maravilloso que nos pueda suceder, hablar con el mismo Dios.

Recuerda que Cristo estuvo 40 días en el desierto, nosotros… no sé cuántos días en nuestros hogares. Él no se quejó, nosotros no paramos de hacerlo. Él no tuvo techo, comida, ni agua; nosotros sí. Nosotros estamos de cuarentena obligada por un virus, Él estuvo de auténtica Cuaresma por voluntad propia, preparándose para lo que le venía encima. Así que, engalana tu casa para la ocasión y que los niños colaboren con sus dibujos y manualidades, que el Rey va a llamar a tu puerta y te quiere ayudar. Viene para sanar tu alma, tus preocupaciones, tus dolores, salvarte a cambio de su vida. Cambiará tu lamento en baile, tu luto en alegría (Salmo 30, 11). Nos resucitará como Él, pero para eso, tenemos que pasar nuestra pasión personal y crecer en la CARIDAD. En este contexto de actualidad, todo acabará y volveremos a la vida del día a día, pero tenemos que terminar de pasar este período de prueba, de cruz vírica y confinamiento.

No seamos necios y aprovechemos este tiempo, que es un regalo de Dios. Abridle vuestro corazón sin miedo al qué dirán, sin miedo a aceptar su voluntad, sin miedo a equivocarnos, porque es cuando más seguro estaremos, a su lado. Ten FE como tuvo María. ¡Conviértete!

Ánimo a todos los enfermos, a las familias de los fallecidos por causa del  Covid-19, y a mis queridos hermanos cofrades por esta Semana Santa tan peculiar. Que a todos, pese a la amargura que podamos llevar por dentro, nunca nos falte la ESPERANZA.


Que todo sea para la Gloria de Dios y bien de nuestras almas.
El Señor nos bendiga.