sábado, 28 de noviembre de 2020

Adviento. El tiempo de la Esperanza


 

María, el primer adviento. ¿Quién mejor que Ella para guiarnos correctamente por este tiempo litúrgico que iniciamos? Un tiempo de alegría, de gozo, de entusiasmo. Un tiempo de Esperanza.

Si nos fijamos en el adviento de María, lo primero que hace es escuchar, prestar atención a la Palabra de Dios a través del mensaje de Gabriel. No se revela, ni tiene que insistirle el Ángel para que le haga caso, no. María deja lo que estaba haciendo para atender a Dios, para comprometerse con Él, para convertirse en su esclava, en su Madre. Primer dato a tener en cuenta y llevarlo a la práctica: Escuchar la voz del Señor y convertirnos a Él.

María no se queda a esperar el momento del parto. María acude a casa de su prima Isabel, de edad avanzada y embarazada de seis meses, por lo que necesitaría ayuda. Segundo dato a tener en cuenta: Pese a nuestras obligaciones, debemos servir a los demás, porque servir es también dejar de lado nuestro egoísmo, dejar de mirar nuestro arañazo, para darnos cuenta que en frente tenemos a alguien con heridas que sangran verdaderamente.

María está en la dulce espera, no en vano no sólo será madre de un bebé, será la Madre del Hijo de Dios. Tercer dato a tener en cuenta: María es la Esperanza, nuestra Esperanza. En estos duros tiempos que estamos viviendo, necesitamos esa Esperanza que nos proporciona un rayo de luz que ilumine el oscuro camino, el salvavidas que nos saca a flote, la mano de la Virgen que nos conduce a Jesús.

La dulce Esperanza de María… así debería ser la nuestra. No podemos estar contrariados porque vamos a celebrar unas fiestas con aforo limitado, ni porque no vamos a tomarnos doce uvas corriendo para irnos de fiesta, ni siquiera porque puede que este año los reyes magos no puedan pasar por culpa de un confinamiento perimetral. Aunque pudiéramos celebrarlo como siempre, eso no es Navidad. El principal motivo de las fiestas, la razón de la dulce espera del adviento es el Nacimiento de Dios, el que nos va a traer la Salvación a todos. Esa es nuestra verdadera Esperanza, porque eso es lo que tenemos y debemos esperar.

La Cuaresma y Semana Santa de este año 2020 fue difícil pero a la vez una bendición. Una prueba de las buenas, de las que se crece cuando se superan bien. Pero no hemos aprendido nada. Sin embargo, Dios nos brinda una nueva oportunidad de aprender con estas fiestas. Quizás debemos dejar de lado nuestros materialismos mundanos para acercarnos más a la Salvación del mundo.

¿Os parece difícil? Me remito al inicio de este escrito: María, el primer adviento. ¿Quién mejor que Ella para guiarnos por el camino correcto? Acudamos a Ella y que nunca, nunca, nos falte la Esperanza.

El Señor nos bendiga.

domingo, 22 de noviembre de 2020

Jesucristo. Rey del Universo


 Hoy celebramos una fiesta, quizás, difícil de entender; y con ella cerramos un año litúrgico ya que el domingo que viene iniciaremos el Adviento y, por tanto, un nuevo ciclo, un nuevo año.

Jesucristo, Rey del universo…

Durante una Consagración Eucarística pude acercarme a entender vagamente en mi pequeñez humana,  aquello que dijo Jesús a Pilato, que estamos ahítos de escuchar, pero no prestamos la atención suficiente: “Mi Reino no es de este mundo” (Jn 18, 36). Mirarme con los ojos del alma y hacerlo a mi alrededor y ver claramente que somos verdaderamente indignos hasta de hablar con Dios. Todos los pecadores reunidos, pecando incluso en el momento en que Cristo se hace presente en el Pan, y Él, el Rey, se humilla una y otra vez, y otra, y otra… y se ofrece en sacrificio por nosotros. Él, la perfección perfecta, Dios. Y veo nuestra soberbia, nuestra prepotencia, nuestros lujos, nuestro poder mundano absurdo e inválido ante el Rey. Y Cristo, viene a crucificarse para darnos otra oportunidad y regalarnos la salvación. Manos, bocas, cabezas y corazones pecadores, hacedores de mal que consagran y que recibimos su Cuerpo Santísimo.

Jesucristo, Rey del universo…

Su Reino no es de este mundo. Su reino no es de soberbios, ni envidiosos, ni asesinos de armas ni de lenguas. Su Reino es de Humildad, de Amor, de Misericordia. Si no fuera por Él, por la delicadeza y paciencia que tiene con nosotros, estaríamos desde ya ardiendo en el infierno para siempre. Pero Él viene a sanar nuestras almas, a salvarnos del abismo de las tinieblas. “A pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres” (Fil. 2, 6 – 7).

Jesucristo, Rey del universo…

¿Cuántas veces hemos oído que el Reino lo empezamos a construimos aquí? En efecto. Hemos de dejar de pensar como seres de este mundo, en la medida de nuestras posibilidades. El Reino no es un palacio infinito donde estaremos de banquete eterno. El Reino es Amor, y en este mundo es donde tenemos que comenzar a amar de verdad, a ser humildes, a dejar los lujos materiales de lado que no nos llevan a ningún sitio. Ni los faraones llevaron sus tesoros a la vida eterna, quedaron en esta vida material, donde abunda el pecado y las jugosas y atractivas propuestas de Satanás que, lejos de hacernos bien, nos alejan del Rey de reyes.

Jesucristo, Rey del universo…

El único Rey verdadero. El que rechazó su corona de oro y piedras preciosas por unas espinas que se le clavan en su Santísima cabeza. El que rechazó su trono dorado y mullido a cambio de un frío y duro madero donde es clavado su Sacratísimo Cuerpo con los brazos abiertos para acogernos SIEMPRE que queramos. El que rechazó un cetro, símbolo de autoridad, a cambio de una caña que sirve para burla nuestra de su Divina Persona. El que rechazó la espada del poder imperial por unos clavos y una lanzada en su costado, del que manará su Preciosísima Sangre.

Jesucristo, Rey del universo…

El Evangelio de hoy nos pone las claves para seguir el camino correcto, y más que nunca en estos tiempos difíciles que el mundo entero está padeciendo. Sí, Cristo se humilla y quiere que nos humillemos y tratemos a los demás con verdadero Amor. Es difícil, no somos perfectos ni dioses, pero Él está a nuestro lado todos los días hasta el fin del mundo, para ayudarnos a conseguirlo. Él es consciente de nuestra debilidad desde antes de crearnos; contaba con ello, Él es el único que no se sorprende ni se escandaliza de nuestros vergonzosos actos.  Y no debemos olvidar algo que nos recuerda Jesús al final de su Palabra en este día, y es que el infierno existe, pero lo mejor de todo, es que el cielo también, y Él está deseando hacernos partícipes de su Reino. Si la queremos, es nuestra heredad, porque por su Pasión, Muerte y Resurrección, nos ha abierto las Puertas.

Jesucristo, Rey del universo…

Verdad, vida, santidad, gracia, justicia, amor, paz. Este es el Reino de Cristo. ¿A qué esperamos entonces para seguir construyéndolo y participar de él?

El Señor nos bendiga.