María, el primer
adviento. ¿Quién mejor que Ella para guiarnos correctamente por este tiempo litúrgico que
iniciamos? Un tiempo de alegría, de gozo, de entusiasmo. Un tiempo de
Esperanza.
Si nos fijamos en el
adviento de María, lo primero que hace es escuchar, prestar atención a la
Palabra de Dios a través del mensaje de Gabriel. No se revela, ni tiene que
insistirle el Ángel para que le haga caso, no. María deja lo que estaba
haciendo para atender a Dios, para comprometerse con Él, para convertirse en su
esclava, en su Madre. Primer dato a tener en cuenta y llevarlo a la práctica:
Escuchar la voz del Señor y convertirnos a Él.
María no se queda a
esperar el momento del parto. María acude a casa de su prima Isabel, de edad
avanzada y embarazada de seis meses, por lo que necesitaría ayuda. Segundo dato
a tener en cuenta: Pese a nuestras obligaciones, debemos servir a los demás,
porque servir es también dejar de lado nuestro egoísmo, dejar de mirar nuestro
arañazo, para darnos cuenta que en frente tenemos a alguien con heridas que
sangran verdaderamente.
María está en la dulce
espera, no en vano no sólo será madre de un bebé, será la Madre del Hijo de
Dios. Tercer dato a tener en cuenta: María es la Esperanza, nuestra Esperanza.
En estos duros tiempos que estamos viviendo, necesitamos esa Esperanza que nos
proporciona un rayo de luz que ilumine el oscuro camino, el salvavidas que nos
saca a flote, la mano de la Virgen que nos conduce a Jesús.
La dulce Esperanza de
María… así debería ser la nuestra. No podemos estar contrariados porque vamos a
celebrar unas fiestas con aforo limitado, ni porque no vamos a tomarnos doce
uvas corriendo para irnos de fiesta, ni siquiera porque puede que este año los
reyes magos no puedan pasar por culpa de un confinamiento perimetral. Aunque
pudiéramos celebrarlo como siempre, eso no es Navidad. El principal motivo de
las fiestas, la razón de la dulce espera del adviento es el Nacimiento de Dios,
el que nos va a traer la Salvación a todos. Esa es nuestra verdadera Esperanza,
porque eso es lo que tenemos y debemos esperar.
La Cuaresma y Semana
Santa de este año 2020 fue difícil pero a la vez una bendición. Una prueba de
las buenas, de las que se crece cuando se superan bien. Pero no hemos aprendido
nada. Sin embargo, Dios nos brinda una nueva oportunidad de aprender con estas
fiestas. Quizás debemos dejar de lado nuestros materialismos mundanos para
acercarnos más a la Salvación del mundo.
¿Os parece difícil? Me
remito al inicio de este escrito: María, el primer adviento. ¿Quién mejor que
Ella para guiarnos por el camino correcto? Acudamos a Ella y que nunca, nunca,
nos falte la Esperanza.
El Señor nos bendiga.