domingo, 27 de diciembre de 2020

Sagrada Familia

Sagrada Familia.

Gérard Edelinck. 1704. Biblioteca Nacional de España.


Padre, Hijo y Espíritu Santo: Un solo Dios en Tres Personas.

Jesús, María y José, reflejo de la Trinidad Beatísima en la tierra: Una Familia en Tres Personas.

Los Mandamientos antes del primero dedicado a la Familia son Tres, porque el Tres es el número de la perfección. Hay que amar a Dios sobre todas las cosas, no mencionar el Nombre de Dios en vano, y santificar las fiestas, pero después de esto, lo más importante es honrar a tu padre y a tu madre. Después de Dios que debe ser lo primordial en nuestras vidas, está la Familia.

La Sagrada Familia, a quien hoy dedicamos el día, es ejemplo para nosotros de amor, humildad, obediencia, unidad… ejemplo de Familia.

La sociedad actual, con su verborrea barata, tiene totalmente devaluada a la Familia y, siendo ésta el centro neurálgico, desatendido y sin cimentación, hace que la propia sociedad se devalúe. Es la pescadilla que se muerde la cola. ¿Cuántas veces hemos dicho u oído que el mundo de hoy está muy mal? ¿No será que la Familia como tal es casi inexistente? Muchos piensan e incluso llegan a asemejar el término familia con algo antiguo o de beatos, y no contentos con eso, utilizan los vocablos en sentido despectivos.

La Familia no es cosas de viejos, no es cosa de otra época pasada. La Familia es, debe y tiene que ser actualidad constante. Independientemente del estatus social, cultura, edad… el centro del mundo radica en los padres y los hijos, con amor mutuo, respeto, obediencia, ayudas, desprendimiento, servicio, humildad… Si esto existiera en cada familia del mundo, éste sería distinto y, ni que decir tiene, que mejor.

Padres que se pelean entre sí llegando incluso a cometer asesinatos, hijos que insultan a sus padres o los mata porque “les molestan”, gritos, iras… Si esto sucede en miles de familias, ¿cómo vamos a pretender la paz universal? Si somos incapaces de tener la paz en casa, no podremos jamás conseguir algo superior. Por tanto, hemos de trabajar y cuidar lo que tenemos, porque la Familia es lo más sagrado. ¿El problema? Que no aceptamos a Dios en nuestras vidas y si lo hacemos, es de palabra y para aparentar externamente lo que no tenemos de verdad, pero no de obras. Y para que exista una Familia de verdad, con todo lo que conlleva, es imprescindible la presencia en medio de ella de Dios.

Todo tiene sentido aunque nos cueste reconocerlo. Sin Dios no podemos nada, con Él todo lo podemos. Si Dios no está con nosotros, estará el enemigo. A él le gusta crear polémica, enfados, y se alegra con nuestro pecado. En cambio Dios quiere amor, unidad, y se entristece con nuestro pecado. Por tanto, si dejamos fuera de la Familia a Dios, el que une en el Amor, nunca podremos tener esa ansiada Paz. Y si no la tenemos nosotros, no podemos llevarla a los demás. Y si no la llevamos a los demás, y los demás están como nosotros, es cuando surge el caos en el que estamos inmersos. Porque desde el origen, y podemos leerlo en las primeras palabras del libro del Génesis: “La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas” (Gn. 1, 2). Es decir, hasta que Dios no puso orden en la Creación, todo era caos, oscuridad, y así será nuestra Familia si no dejamos que sea Dios el que ponga orden, nos una y nos traiga su Paz.

Dios envió a la tierra a su Hijo, el Rey de reyes, el más Grande, y nació en un establo. El rostro visible de Dios invisible nace de la forma más pobre y humilde, rodeado de animales y estiércol para traernos su Paz, su Amor. Y su vida será siempre de servicio y entrega por ti, por mí, por todas las personas sin excepción. Y nosotros, ¿qué hacemos? Buscamos riquezas, queremos llevar siempre la razón, nos creemos mejores que los demás…

María y José ayudaron a Jesús a ir creciendo, ellos sólo querían lo mejor para Él, y le dieron todo lo que estaba en su manos. Con ellos fue descubriendo quien era desde su parte humana, ya que Él lo sabía todo como Dios. Y así los padres hacen con nosotros, y nosotros como padres hacer con nuestros hijos. Pero nosotros como hijos debemos ser obedientes a nuestros padres, y nuestros hijos deben serlo con nosotros, pero siempre desde el amor, no se trata de imponer nuestra ley, sino de que sea Dios el que esté entre nosotros y una la relación padres-hijos, como hizo con María, José y Jesús.

En la actualidad las personas nos “estorbamos” unos a otros; y me explico. Nos hemos vuelto sumamente egoístas por la falta de amor. ¿Qué me he quedado embarazada y no me apetece ahora tener un hijo porque soy joven y tengo que “vivir la vida”? Pues mato al bebé, le quito la vida a él, y lo camuflo con la palabra aborto o lo que es peor, interrupción del embarazo. ¿Qué tengo un familiar con una enfermedad o es disminuido físico, necesita tiempo para atenderlo y me lo tengo que quitar de mi disfrute personal? Pues lo mato, le quito la vida a él y lo camuflo con el vocablo eutanasia, porque “se merece una muerte digna”. Jesús y María acompañaron a San José cuidándolo y atendiéndolo, hasta que Dios se lo llevó. María veía cómo su Hijo sufrió la pasión y muerte, y estuvo a su lado acompañándolo hasta el final. ¿Quiénes somos nosotros para privar de la vida a nuestros familiares? Quizás algún día nos maten porque nosotros seamos los que “molestamos”. ¿Qué poder tenemos nosotros para no llevar a cabo el plan de salvación de Dios? Las cosas pasan por un fin que no sabemos ni entendemos, pero vienen de Dios y por tanto, debemos fiarnos de nuestro Padre porque será lo mejor y lo más perfecto que nos pueda pasar. No es fácil, pero en el esfuerzo es donde nos fortalecemos todos, en eso cosiste la unidad fraternal.

Ojalá nos dejemos llevar del modelo por excelencia que nos dio y sigue dando la Sagrada Familia, y lo sepamos llevar a la práctica como padres y como hijos.

El Señor nos bendiga.

sábado, 28 de noviembre de 2020

Adviento. El tiempo de la Esperanza


 

María, el primer adviento. ¿Quién mejor que Ella para guiarnos correctamente por este tiempo litúrgico que iniciamos? Un tiempo de alegría, de gozo, de entusiasmo. Un tiempo de Esperanza.

Si nos fijamos en el adviento de María, lo primero que hace es escuchar, prestar atención a la Palabra de Dios a través del mensaje de Gabriel. No se revela, ni tiene que insistirle el Ángel para que le haga caso, no. María deja lo que estaba haciendo para atender a Dios, para comprometerse con Él, para convertirse en su esclava, en su Madre. Primer dato a tener en cuenta y llevarlo a la práctica: Escuchar la voz del Señor y convertirnos a Él.

María no se queda a esperar el momento del parto. María acude a casa de su prima Isabel, de edad avanzada y embarazada de seis meses, por lo que necesitaría ayuda. Segundo dato a tener en cuenta: Pese a nuestras obligaciones, debemos servir a los demás, porque servir es también dejar de lado nuestro egoísmo, dejar de mirar nuestro arañazo, para darnos cuenta que en frente tenemos a alguien con heridas que sangran verdaderamente.

María está en la dulce espera, no en vano no sólo será madre de un bebé, será la Madre del Hijo de Dios. Tercer dato a tener en cuenta: María es la Esperanza, nuestra Esperanza. En estos duros tiempos que estamos viviendo, necesitamos esa Esperanza que nos proporciona un rayo de luz que ilumine el oscuro camino, el salvavidas que nos saca a flote, la mano de la Virgen que nos conduce a Jesús.

La dulce Esperanza de María… así debería ser la nuestra. No podemos estar contrariados porque vamos a celebrar unas fiestas con aforo limitado, ni porque no vamos a tomarnos doce uvas corriendo para irnos de fiesta, ni siquiera porque puede que este año los reyes magos no puedan pasar por culpa de un confinamiento perimetral. Aunque pudiéramos celebrarlo como siempre, eso no es Navidad. El principal motivo de las fiestas, la razón de la dulce espera del adviento es el Nacimiento de Dios, el que nos va a traer la Salvación a todos. Esa es nuestra verdadera Esperanza, porque eso es lo que tenemos y debemos esperar.

La Cuaresma y Semana Santa de este año 2020 fue difícil pero a la vez una bendición. Una prueba de las buenas, de las que se crece cuando se superan bien. Pero no hemos aprendido nada. Sin embargo, Dios nos brinda una nueva oportunidad de aprender con estas fiestas. Quizás debemos dejar de lado nuestros materialismos mundanos para acercarnos más a la Salvación del mundo.

¿Os parece difícil? Me remito al inicio de este escrito: María, el primer adviento. ¿Quién mejor que Ella para guiarnos por el camino correcto? Acudamos a Ella y que nunca, nunca, nos falte la Esperanza.

El Señor nos bendiga.

domingo, 22 de noviembre de 2020

Jesucristo. Rey del Universo


 Hoy celebramos una fiesta, quizás, difícil de entender; y con ella cerramos un año litúrgico ya que el domingo que viene iniciaremos el Adviento y, por tanto, un nuevo ciclo, un nuevo año.

Jesucristo, Rey del universo…

Durante una Consagración Eucarística pude acercarme a entender vagamente en mi pequeñez humana,  aquello que dijo Jesús a Pilato, que estamos ahítos de escuchar, pero no prestamos la atención suficiente: “Mi Reino no es de este mundo” (Jn 18, 36). Mirarme con los ojos del alma y hacerlo a mi alrededor y ver claramente que somos verdaderamente indignos hasta de hablar con Dios. Todos los pecadores reunidos, pecando incluso en el momento en que Cristo se hace presente en el Pan, y Él, el Rey, se humilla una y otra vez, y otra, y otra… y se ofrece en sacrificio por nosotros. Él, la perfección perfecta, Dios. Y veo nuestra soberbia, nuestra prepotencia, nuestros lujos, nuestro poder mundano absurdo e inválido ante el Rey. Y Cristo, viene a crucificarse para darnos otra oportunidad y regalarnos la salvación. Manos, bocas, cabezas y corazones pecadores, hacedores de mal que consagran y que recibimos su Cuerpo Santísimo.

Jesucristo, Rey del universo…

Su Reino no es de este mundo. Su reino no es de soberbios, ni envidiosos, ni asesinos de armas ni de lenguas. Su Reino es de Humildad, de Amor, de Misericordia. Si no fuera por Él, por la delicadeza y paciencia que tiene con nosotros, estaríamos desde ya ardiendo en el infierno para siempre. Pero Él viene a sanar nuestras almas, a salvarnos del abismo de las tinieblas. “A pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres” (Fil. 2, 6 – 7).

Jesucristo, Rey del universo…

¿Cuántas veces hemos oído que el Reino lo empezamos a construimos aquí? En efecto. Hemos de dejar de pensar como seres de este mundo, en la medida de nuestras posibilidades. El Reino no es un palacio infinito donde estaremos de banquete eterno. El Reino es Amor, y en este mundo es donde tenemos que comenzar a amar de verdad, a ser humildes, a dejar los lujos materiales de lado que no nos llevan a ningún sitio. Ni los faraones llevaron sus tesoros a la vida eterna, quedaron en esta vida material, donde abunda el pecado y las jugosas y atractivas propuestas de Satanás que, lejos de hacernos bien, nos alejan del Rey de reyes.

Jesucristo, Rey del universo…

El único Rey verdadero. El que rechazó su corona de oro y piedras preciosas por unas espinas que se le clavan en su Santísima cabeza. El que rechazó su trono dorado y mullido a cambio de un frío y duro madero donde es clavado su Sacratísimo Cuerpo con los brazos abiertos para acogernos SIEMPRE que queramos. El que rechazó un cetro, símbolo de autoridad, a cambio de una caña que sirve para burla nuestra de su Divina Persona. El que rechazó la espada del poder imperial por unos clavos y una lanzada en su costado, del que manará su Preciosísima Sangre.

Jesucristo, Rey del universo…

El Evangelio de hoy nos pone las claves para seguir el camino correcto, y más que nunca en estos tiempos difíciles que el mundo entero está padeciendo. Sí, Cristo se humilla y quiere que nos humillemos y tratemos a los demás con verdadero Amor. Es difícil, no somos perfectos ni dioses, pero Él está a nuestro lado todos los días hasta el fin del mundo, para ayudarnos a conseguirlo. Él es consciente de nuestra debilidad desde antes de crearnos; contaba con ello, Él es el único que no se sorprende ni se escandaliza de nuestros vergonzosos actos.  Y no debemos olvidar algo que nos recuerda Jesús al final de su Palabra en este día, y es que el infierno existe, pero lo mejor de todo, es que el cielo también, y Él está deseando hacernos partícipes de su Reino. Si la queremos, es nuestra heredad, porque por su Pasión, Muerte y Resurrección, nos ha abierto las Puertas.

Jesucristo, Rey del universo…

Verdad, vida, santidad, gracia, justicia, amor, paz. Este es el Reino de Cristo. ¿A qué esperamos entonces para seguir construyéndolo y participar de él?

El Señor nos bendiga.

domingo, 16 de agosto de 2020

Caricias desde el Cielo

 


Hay una serie de fechas en el calendario que, para los cristianos, están grabadas y tienen un carácter especial como el día de Navidad, Jueves y Viernes Santo, la Resurrección del Señor, el día de nuestra onomástica o Santo al que le tenemos devoción...

Cuando nace o fallece alguna persona, a mí personalmente me gusta buscar esa relación con la fecha en la que se produce dicho momento con el fin de ver mejor la mano de Dios. Ayer fue uno de esos instantes, triste por un lado, pero lleno de Esperanza y consuelo por otro.

Tal día como ayer, hace años, fallecía el abuelo de mi ahijado y pensé algo similar a lo que, a continuación, voy a exponer. Justamente ayer, partía también al Padre el hermano de un amigo y maestro, como me gusta llamarlo pues me ayudó a iniciarme en mi vida profesional y siempre ha estado ahí para echarme un cable cuando lo he necesitado.

Su hermano, un alma pura, entró ayer por la puerta grande del Cielo, de la mano de la Santísima Virgen en el día de su Asunción. Ella fue elevada a la Gloria para reencontrarse con su Hijo amado, el mismo Dios. Ninguna muerte es fácil de llevar para los que seguimos peregrinando en este mundo, pero todos tenemos que pasar por ese tránsito y, ¿qué mejor manera de hacerlo que de la mano de nuestra Madre? Ayer Ella, en su Asunción, tuvo ese detalle mostrando el camino y llevando a este hermano, a este hijo de la mano a la presencia del Padre. Sí, es para nosotros y, sobre todo para su familia, una dolorosa despedida, sin embargo fue una dulce caricia desde el Cielo que lo recibía en sus los brazos amorosos.

No fue una vida fácil ni para él ni para sus padres y hermanos que se volcaron y sacrificaron siempre, día tras día, para que jamás le faltase atención, amor, y los cuidados especiales que necesitó. No todos somos capaces de estar al pie del cañón toda una vida, pero como suelo decir, Dios entrega las batallas más duras a sus mejores soldados. Por eso, todos deben quedar satisfechos, pues la batalla diaria durante años, ha finalizado con la satisfacción del deber cumplido con creces.

Ahora él, que goza ya del rostro divino de Dios, es el que ayudará a su familia a superar su pérdida física, no la espiritual -puesto que vive-, y es él mismo el que, siguiendo el camino que le mostró María, les envía constantemente caricias desde el Cielo que poco a poco los confortarán.

No quiero desde aquí consolar únicamente con estas humildes palabras, pues entiendo por experiencia, que en estos momentos no hay consuelo y que hay que pasar este duro y doloroso duelo. Sin embargo es mi forma de mostrar nuestro pequeño apoyo, nuestra ayuda, nuestra presencia y oración, para que sea el impulso que necesitan para seguir juntos en este valle de lagrimas. Es un simple abrazo que, aunque no llegue a cubrir ni una milésima parte de lo que se necesita ahora, está cargado de sinceridad y cariño a toda la familia.

¡Qué nunca nos falte la ESPERANZA del reencuentro!

Descansa en la paz que sólo Dios puede dar, Miguel.

domingo, 2 de agosto de 2020

Jesús. Alimento espiritual



«Dadles vosotros de comer.»
Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.»
Les dijo: «Traédmelos.»
[…] Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

He estado meditando este texto que nos propone el Evangelio de hoy (Mt. 14, 13-21) y quiero expresar mi interpretación personal. Puede que resulte un poco engorrosa de entender, pero lo voy a intentar.

La gente fue en busca de Jesús para escuchar su Palabra, aprender de Él, para alimentar sus almas. Reconocen en Jesús al Mesías y ansían su misericordia, por eso, si leemos el texto entero, comprobamos que «vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos.»

Pero vayamos al motivo de esta pequeña reflexión.

Los discípulos contaban tan sólo con 2 peces y 5 panes. Imaginemos un concierto o un gran estadio de fútbol lleno de espectadores. ¿Cómo iban ellos a alimentar a más de diez mil personas? A veces las personas no tienen hambre de comida material únicamente, sino que están deseando que les hablen de Dios, que les expliquen la Palabra, quieren conocer a Cristo más profundamente… ese es el hambre que quizás podamos intentar saciar desde nuestra pequeñez y humildad.

Dios nos ha dado a todos unos talentos, unos dones para ponerlos al servicio de los demás. Quizás pienses que no tengas, o que están poco desarrollados, o que son pocos y no puedes ayudar a otros. Sin embargo, si los ponemos al servicio de Dios y del prójimo, Él los multiplicará hasta que a los que servimos, queden saciados. Así hicieron los discípulos con 2 pees y cinco panes. No tenían más, era lo único que habían llevado para cenar ellos, pero lo poco de lo que disponen, lo ponen en manos de Jesús y Él hizo el resto.

Pues bien, fijémonos ahora en una curiosidad. ¿Sera “casual” que estemos hablando de panes y peces?

El ichtus o ichthys (en griego ΙΧΘΥΣ ijcís "pez") es un símbolo formado por dos arcos que se cruzan formando la silueta de un pez de perfil. Fue usado de forma secreta entre los primeros  cristianos para identificarse entre ellos. Y es que el acrónimo significa Ἰησοῦς Χριστὸς Θεοῦ Υἱὸς Σωτήρ, Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador. Es decir, usando las letras iniciales obtenemos ΙΧΘΥΣ, pez. Por eso desde tiempos paleocristianos, a Cristo lo representamos con un pez.


Por otro lado en la Eucaristía tenemos al mismo Cristo con su Cuerpo, Sangre y Divinidad. Jesús Sacramentado en un trozo de pan. El pan es alimento esencial. No tener pan es estar expuesto a la muerte. El pan es la vida.

Dicho esto, pienso que Dios nos está pidiendo hoy que demos de comer al que tenga hambre de Él. Quizás contemos con unos panes y unos peces, es decir, talentos o dones insuficientes para tanta gente; pero esos dones nos son dados por Dios, y es a Dios a quien debemos llevar a los demás. Tenemos que acercar a Cristo a los que lo necesitan, sin embargo contamos con el mismo Cristo: a Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador (pez) y también con la Eucaristía (pan), nuestro alimento espiritual y el alimento espiritual que hemos de llevar a muchos. Convertir almas para el Señor, para cuando estén cerca de Él, puedan comer el pan que da la vida eterna.

No es de extrañar, por tanto, que este episodio de la multiplicación de los panes y los peces, sea un preludio de la última cena, esto es, de la institución de la Eucaristía, donde el propio Salvador del mundo (ΙΧΘΥΣ) nos dirá «Esto (pan) es mi Cuerpo.»

Para acabar, recordemos que para Dios nada hay imposible, que contamos con su ayuda, con la Santísima Virgen Reina de los Ángeles. Pongamos lo poco o mucho que tengamos en manos del Señor, Él hará su obra y multiplicará lo que nos falte cuando lo vea oportuno, eso ya depende de Él. Por tanto, cumplamos con lo que nos encomendó como discípulos suyos que somos: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.» «Dadles vosotros de comer.»

El Señor nos bendiga.


sábado, 25 de julio de 2020

El Apóstol Santiago


Santiago Matamoros.
Alfonso Martínez (atribución). 1642.
Iglesia de San Mateo. Tarifa (Cádiz)

Hoy celebramos la festividad de Santiago Apóstol, Patrón de España. Felicidades a todos los gallegos, pues hoy  también se celebra el día de Galicia.

Según una tradición medieval, tras el Pentecostés (hacia 33 d. C.), cuando los apóstoles son enviados a la predicación, Santiago habría cruzado el mar Mediterráneo y desembarcado para predicar el Evangelio en la Hispania (actuales España y Portugal).

Además de en los Evangelios, es mencionado en el libro de los Hechos de los apóstoles:

Por aquel tiempo, el rey Herodes comenzó a perseguir a algunos de la iglesia. Ordenó matar a filo de espada a Santiago, el hermano de Juan; y como vio que esto había agradado a los judíos, hizo arrestar también a Pedro. (Hch. 12,1-3)

Como curiosidad: La tumba del Apóstol.

Alrededor del año 813, en tiempos del Rey de Asturias Alfonso II el Casto, un ermitaño cristiano llamado Pelayo comunica al obispo gallego Teodomiro, de Iria Flavia, que había visto unas luces merodeando sobre un monte deshabitado. Van al lugar e identifican una tumba donde se encontraba un cuerpo degollado con la cabeza bajo el brazo. El rey Alfonso ordenó construir una iglesia encima de aquel lugar.

La palabra Compostela proviene de “campus stellae”, es decir, campo de las estrellas, debido a las luces que bailoteaban sobre el cementerio. Otra versión que, quizás es menos atrayente, pero puede que más fiable, es que la palabra cementerio (compositum), sea el verdadero origen de Santiago de Compostela: Santo Jacob delcompositum. Sea como fuere, el descubrimiento de aquella tumba, dicen que de mármol romano, será el germen que diera lugar a la primera catedral de Santiago y al inicio de las peregrinaciones a este santo lugar.

Muchas son las historias y leyendas que giran en torno al Señor Santiago, entre las que destacamos la Batalla en Clavijo, donde por mediación del Apóstol, los cristianos vencen a los musulmanes, y de esta efeméride surge la iconografía conocida como Santiago matamoros, como la que vemos en la ilustración.

Que, como el Apóstol Santiago, seamos auténticos discípulos de Cristo y sigamos el encargo que Él nos encomendó: Id al mundo entero y proclamad la Buena Noticia.

El Señor nos bendiga.


domingo, 19 de julio de 2020

Dios no se olvida



Muchas son las dificultades por las que pasamos y vivimos día a día, muchas; pero mencionaré sólo una porque nos afecta a todos.

El coronavirus sigue entre nosotros y parece ser que vino para quedarse. Miles  de personas en el mundo han muerto y siguen muriendo a causa de esta pandemia. Otras tantas siguen infectándose y contagiando a otros. Hemos vivido un confinamiento en el que nos hemos visto coartados de nuestra libertad, la vida nos ha cambiado y ya nos parece algo extraordinariamente imposible poder abrazar y besar algún día a nuestros seres queridos. Un microscópico virus maldito ha conseguido, frente a la “poderosa” ciencia y saber del ser humano, que durante un tiempo (aún no sabemos cuánto) destrozar uno de los gestos fraternales más grandes, reconfortantes, hermosos, afectivos y poderosos que tenemos: Un abrazo.

Y muchos piensan o se pueden preguntar: ¿Dónde está Dios? ¡Me ha abandonado! Parece que se ha olvidado de mí, que rezo y la ayuda no viene como la quiero o espero. ¿Acaso no ve el sufrimiento que tengo? Si todo lo puede, ¿por qué permite que pase por este suplicio (el que sea que estemos viviendo)?

Pero aquí está la respuesta de Dios:
Exulta, cielo; alégrate, tierra; rompan en aclamaciones, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados.
Decía Síón: “Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado”.
¿Puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré. Mira, en mis palmas te llevo tatuada, tus muros están siempre ante mí; los que te construyen van más aprisa que los que te destruían, los que te arrasaban se alejan de ti 
(Is 49, 13-17)

Seguramente alguna vez has apuntado algo en la palma de la mano para que no se te olvidara. Pues imagina un tatuaje, pero no un tatuaje como los que conocemos, no. Tatuaje quiere decir imborrable, indeleble, así te lleva en la palma de la mano Dios, grabado a fuego. Con cualquier cosa que haga te tendrá presente. ¿Cómo se va a olvidar de ti, si eres su perfecta y hermosa criatura? ¡Si te ha nombrado heredera de su Reino! ¡Él te AMA! Con tus virtudes y tus defectos, con tu trigo y tu cizaña, con tus fortalezas y debilidades… tal y como eres, porque así precisamente, es como eres hermosa; luchando para mejorar cada segundo aunque caigas una y otra vez, a pesar de que pienses que ya no puedes más, porque en ese esfuerzo es donde te estás santificando. No te apures, Dios no quiere nada malo para ti, y no te va a exigir algo que no seas capaz de hacer. Si estás en una difícil prueba, es que puedes con ella y, aunque no lo veas, Él está a tu lado apoyándote, animándote. ¿Acaso ves al virus? ¿Acaso ves el viento? ¿Acaso ves como huelen las flores? Y sin embargo, sabes que están ahí. De igual forma, Dios está ahí.

Confía en Dios. Él te ha hecho la promesa de que nunca se olvidará de ti y precisamente Él, jamás faltará a su Palabra, porque Él mismo es la Verdad. Eso sí, no cuando tú quieras o desees sino cuando Él vea que es el mejor momento, en el tiempo que sea de mayor bendición para ti, porque su tiempo es perfecto, porque Dios es perfecto, porque su Amor por ti es perfecto.

Si estás pasando por una situación difícil o delicada: ¡Ánimo! ¡Confía! ¡Ora! Y espera en el Señor, porque es el único que nunca te va a fallar. Cristo tiene grabado tu nombre en las palmas de sus manos, las mismas que un día permitió que fueran taladradas para regalarte lo más grande: Tu salvación, el Cielo, su Amor.

El Señor nos bendiga.

domingo, 31 de mayo de 2020

Pentecostés 2020

Queridos hermanos.

En esta ocasión mi reflexión sobre Espíritu Santo os la dejo en formato de vídeo.
¡Feliz Pentecostés!





El Señor os bendiga.

jueves, 9 de abril de 2020

Jueves Santo y Viernes Santo 2020



No. No voy a dar ninguna receta de platos típicos de estos días.

Todos sabemos que en el día de hoy, Jueves Santo, celebramos el día del Amor Fraterno y la institución de la Eucaristía y el Sacerdocio. Mañana, Viernes Santo, celebraremos la Pasión y Muerte del Señor; para terminar el Triduo Pascual con la Gloriosa Resurrección de Cristo. Es cierto que esta Semana Santa está siendo bastante extraña para nosotros, pero el hecho de que no haya procesiones, nos invita a meditar más sobre lo que celebramos, pues la mayoría de las veces, quedamos distraídos por lo exterior, olvidando un poco nuestro interior. La Semana Santa es un alto en el camino en nuestras vidas para acercarnos más a Dios y es una oportunidad más que tenemos para convertirnos. No debería ser una semana de vacaciones en la playa o en la montaña y dejar más de lado al Señor. Por eso, este confinamiento, aunque son muchos los que están incumpliendo y siendo totalmente insolidarios con los demás, es el mejor momento que tenemos para pensar, hablar con el Señor y escuchar lo que quiere decirnos.

Hoy es un día propicio para vivir el Amor Fraterno. Sí, todos tenemos un familiar político al que no tragamos, un tío, sobrino, padre o incluso hermanos con los que no nos hablamos. Ninguno nos escapamos de esta situación en lo que a relaciones personales se refiere, porque en todas partes cuecen habas (ya sabéis la razón de la ilustración de hoy). El coronavirus nos ha apartado físicamente unos de otros, pero nos debería unir más en el amor. Ese es el fin. El mismo virus es el que se está llevando a muchos seres queridos y conocidos a la tumba, y es entonces cuando nos arrepentimos de no haber prestado más atención a ese ser o su familia. Es entonces cuando caemos en la cuenta de que hemos perdido el tiempo sin dirigirnos la palabra. Es cuando vemos con claridad que debíamos haber solucionado nuestros malentendidos, nuestras diferencias, y habernos perdonado mutuamente. ¿Demasiado tarde? NO. Para Dios nada hay imposible, y seguro que aún tenemos muchas personas con las que podemos arreglar nuestra incómoda situación. Otras personas, sin embargo, desafortunadamente son pastos del demonio y no sólo no permiten que se dé ese Amor entre ambos, sino que, lejos de ello, hablan mal y ponen en contra a otras personas para quedar ellos bien, produciendo con su soberbia y envidia, mucho daño y dolor en otros, sobre todo, si los has considerado en algún momento de tu vida amigo tuyo, dándole todo lo que tenías. El problema aumenta cuando lo hacen en nombre de Jesús, y dándoselas de buenas personas y mártires. Sin embargo, ¿dónde está la Caridad que Dios quiere que practiquemos? ¿Acaso no se mata con la lengua más que con un arma? Fijémonos lo que hace Jesús cuando es tentado por el diablo. Ni el mismo Dios dialoga con él, tan sólo le da respuestas tajantes y cortantes. Por otro lado, ¿qué hace Jesús cuando Judas, su amigo, lo traiciona?  Lo miraría con el dolor de haber sido traicionado por alguien a quien amaba y le dijo: “¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? (Lc. 22, 48). Y, ¿qué hizo cuando su amigo Pedro lo traicionó negándolo tres veces? Se cruzarían sus miradas en algún instante, y Jesús viendo su arrepentimiento, con una simple mirada lo perdonó, pero no dijo nada. Con esto quiero decir, que a las personas con las que sea aparentemente imposible una reconciliación, no hagamos caso a lo que digan para que el daño nos afecte lo menos posible y dejemos la situación en manos de Dios, que es quien obrará, si lo ve  conveniente. Y a las personas que podamos perdonar y ser perdonamos lo hagamos y, cuando se levante el confinamiento, nos fundamos en un auténtico y fraternal abrazo que termine de romper las cadenas que nos separan, porque la familia es  sólo una y es el centro, el corazón, la base, el pilar que sostiene al mundo. De nada nos sirve ser “buenos” con los conocidos, cuando no atendemos ni estamos pendientes de nuestros padres, que nos han dado la vida. Ayudémonos unos  a otros de corazón. Si el mismo Cristo se hace siervo lavando los pies a sus discípulos, ¿cómo no vamos a servir nosotros a los demás? Debemos ser servidores, no mandones, no confundamos. El que quiera ser primero, que sea el último y se ponga a servir como el primero.
El Señor es tan infinitamente misericordioso que quiso quedarse con nosotros en la Eucaristía, para que podamos comer su Cuerpo y tenerlo dentro de nosotros. Es un misterio tan grandioso, que no somos capaces de comprenderlo y asimilarlo. Pero no contento con eso, además de llegar a perdonar nuestros pecados más horribles, el regalazo que tenemos en la tierra, podemos considerarlo tan sólo un pequeño aperitivo, pues Él nos espera en su Casa para celebrar con nosotros un banquete eucarístico eterno. ¿Cómo nos va a entrar en nuestra cabeza humana y materialista tal magnitud de Amor?

Por otro lado tenemos el Viernes Santo. ¿Cómo murió y fue enterrado Cristo? Murió solo, acompañado lo más cerca que les fue posible por su Madre, Juan, y las conocidas como “Tres Marías”, es decir, María Magdalena, María Salomé y María de Cleofás. Y pocos más asisten a su entierro. Así están muriendo hoy las personas por causa del coronavirus y el confinamiento. Solas, acompañadas quizás por alguien si están en casa, o en una habitación de hospital sin poder tener un acompañante. Y así están siendo enterradas, solas y acompañadas únicamente por dos o tres familiares cercanos, con toda la pena, dolor e impotencia que se puede sentir en esos momentos ante la pérdida de una ser al que amamos.

Por eso debemos acudir a la Virgen Santísima en estos días, pues Ella mejor que nadie, experimentó esa amargura en lo más profundo de su ser. Ella sabe lo que se sufre y por eso Ella quiere ayudarnos. Ella nos entiende más que nadie y sigue sufriendo por nuestro mal comportamiento con su Hijo. Sí, nosotros lo matamos y Ella nos perdona y nos ayuda. ¿Hay criatura de Dios más maravillosa, bondadosa, dulce, sierva, humilde, Madre… que la Virgen María? Ella es nuestra Esperanza, y jamás debemos perderla, es más, siempre debemos llevarla a nuestro lado y en nuestro corazón, pues de su bendita mano nos llevará hasta Jesús que nos espera tal y como murió, con los brazos abiertos para regalarnos el abrazo más inmenso, tierno y lleno de Amor que jamás podamos recibir.

Hermanos: Conversión, Caridad, Fe y Esperanza. Quizás parezca poco, así enumerado, pero es todo lo que necesitamos.

Ánimo con este confinamiento y que el Señor nos bendiga.

martes, 7 de abril de 2020

Martes Santo 2020



Acaba el Martes Santo. Cada uno habrá hecho su personal Estación de Penitencia (o no). 
Un Martes Santo atípico para nosotros pero del que hemos de aprender. No es casualidad que el Evangelio de hoy nos resalte la traición de Judas y de Pedro. ¿Cuántas veces hemos vendido a alguien por un beneficio nuestro? Quizás no lo hagamos por unas monedas, pero sí hablando mal de ella, a sabiendas que es mentira, todo por conseguir algo que pensamos que nos va a venir bien, caiga quien caiga. Y Jesús nos dijo que “lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt. 25, 40).  Por otro lado tenemos a Pedro, que piensa que él es el único, el mejor, el mayor seguidor. Puede que así lo fuera, pero lo que es indudable es que negó a Jesús cuando más lo necesitaba, y eso le hizo caer en la cuenta de que Jesús quiere personas humildes a su lado. Ante la negación y el canto del gallo, Pedro llora amargamente, humillado.

Esto es lo que Jesús quiere hoy de todos nosotros, desde el neófito que entra a formar parte de la Iglesia en su bautismo, hasta el sacerdote o el propio Papa: Humildad.

Esta situación que estamos viviendo quizás nos quiere hacer la soberbia que hay en nuestro interior. El querer ser más que los demás, destacar, que hablen de nosotros, “luz y miento”. ¿Y nuestro interior cómo está? Más vacío de lo que debiera. ¿Quién puede llenar ese vacío? Pese a que hay quien lo niega, sólo Dios puede hacerlo. No hay más que acudir a Él. ¿Lo hemos intentado? ¿Qué podemos perder? ¿Cuánto vamos a ganar? Somos tozudos y seguimos pensando que todo podemos hacerlo por nosotros mismos. Por eso, llega un virus y nos desarma sin compasión.

Podemos acudir a Dios pero, ¿acudiremos a Él cuando pase todo? ¿Seremos agradecidos?  De la misma forma, hay personas que forman parte de juntas de gobierno de hermandades y sólo en ese momento, es cuando pisan el templo y de forma esporádica. Cuando ya no pertenecen a juntas, no aparecen. ¿No aprendemos nada durante nuestros mandatos? ¿Estuvimos de verdad o simplemente buscando ese “luz y miento”? El que de verdad conoce a Jesús, no quiere separarse nunca de Él, porque Él es la Vida, el que siendo Dios se hizo Hombre para sufrir como hombre, reír como hombre, comer como hombre, ser amigo como hombre, morir como hombre… Tanto es así que, el mismo Judas terminó ahorcándose ante la impotencia de saber que había traicionado a Jesús. No podía soportar tal sufrimiento. Pedro, sin embargo, se arrepintió y volvió humillado de tal manera, que fue el primer Papa, es Santo y Dios le dio las llaves de su Casa.

¿Qué ejemplo vamos a seguir? ¿El de Judas o el de Pedro? Si oyéramos atentamente lo que Dios quiere de nosotros, sabríamos vivir el día a día, porque ser cristiano no es cosa de días, es cosa de toda una vida.

Con la lección aprendida, oremos para que el Señor nos ayude a vencer este virus, y el año que viene sepamos vivir y, ¿por qué no?, disfrutar verdaderamente nuestra Estación de Penitencia. Él que es la Salud por excelencia y su Madre, que sabe lo que son los Dolores del alma, nos auxilien en nuestro caminar diario y podamos tener una auténtica conversión.

Que todo sea para Gloria de Dios y bien de nuestras almas.
El Señor nos bendiga.

domingo, 5 de abril de 2020

Domingo de Ramos 2020


Hoy la historia se repite, igual que hace más de 2000 años. El Hijo de Dios entra aclamado como el Rey de reyes en nuestras vidas, después de que hayamos pasado por el desierto árido de la cuaresma. ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!

Este año Dios quiere que vivamos una verdadera Semana Santa. Y no me refiero a que la parte cofrade no sea de verdad ni sentida, todo lo contrario. Cuando digo una Semana Santa verdadera, como es lógico, quiero decir unos días de oración, recogimiento, sin nada exterior que pueda distraernos y podamos meditar sinceramente, desde lo más profundo de nuestro interior, en nuestra intimidad, los misterios de la Pasión, Muerte y la anhelada Gloriosa Resurrección del Señor. A los cofrades nos entristece enormemente no poder vivir estos días como más nos gusta; es nuestra semana grande, la que ansiosos esperamos todo el año. Sin embargo Dios nos pide algo más y quizás, no terminamos de verlo o no queremos asumirlo. 

Este año no habrá templos llenos de niños, pero su alegría seguirá invadiendo nuestros hogares. No veremos nazarenos con sus capirotes despuntando entre el tumulto en la calle, pero nuestra Estación de Penitencia será más auténtica, personal y vamos a elevarla ¡al cielo! No se oirán bandas de música, pero así podremos escuchar atentamente lo que el Señor nos quiere decir. No veremos capataces trajeados llamando a costaleros y cargadores, pero todos nos pondremos bajo las trabajaderas y obedeceremos a la llamada del Capataz de nuestras vidas. No presenciaremos a los cuerpos de acólitos anunciando con sus ciriales que llega Cristo o su bendita Madre, porque Ellos ya están entre nosotros, por eso no estamos solos.  No escucharemos a la algarabía infantil portando y agitando palmas y olivos, porque esa alegría debe estar en nuestro corazón, si nos hemos convertido. No podremos deleitarnos con un paso de misterio o la hermosa trasera de un palio que se aleja, ¿habrá cosa más bonita?; pero nos deleitaremos con la Palabra de Dios que alimenta nuestra alma y eso, más que algo bonito, es lo más útil  y maravilloso que nos pueda suceder, hablar con el mismo Dios.

Recuerda que Cristo estuvo 40 días en el desierto, nosotros… no sé cuántos días en nuestros hogares. Él no se quejó, nosotros no paramos de hacerlo. Él no tuvo techo, comida, ni agua; nosotros sí. Nosotros estamos de cuarentena obligada por un virus, Él estuvo de auténtica Cuaresma por voluntad propia, preparándose para lo que le venía encima. Así que, engalana tu casa para la ocasión y que los niños colaboren con sus dibujos y manualidades, que el Rey va a llamar a tu puerta y te quiere ayudar. Viene para sanar tu alma, tus preocupaciones, tus dolores, salvarte a cambio de su vida. Cambiará tu lamento en baile, tu luto en alegría (Salmo 30, 11). Nos resucitará como Él, pero para eso, tenemos que pasar nuestra pasión personal y crecer en la CARIDAD. En este contexto de actualidad, todo acabará y volveremos a la vida del día a día, pero tenemos que terminar de pasar este período de prueba, de cruz vírica y confinamiento.

No seamos necios y aprovechemos este tiempo, que es un regalo de Dios. Abridle vuestro corazón sin miedo al qué dirán, sin miedo a aceptar su voluntad, sin miedo a equivocarnos, porque es cuando más seguro estaremos, a su lado. Ten FE como tuvo María. ¡Conviértete!

Ánimo a todos los enfermos, a las familias de los fallecidos por causa del  Covid-19, y a mis queridos hermanos cofrades por esta Semana Santa tan peculiar. Que a todos, pese a la amargura que podamos llevar por dentro, nunca nos falte la ESPERANZA.


Que todo sea para la Gloria de Dios y bien de nuestras almas.
El Señor nos bendiga.

martes, 31 de marzo de 2020

Nuestra Santa Cueva

Oratorio de la Santa Cueva. Capilla Baja.
Cádiz.
📷 Autor.
La ciudad de Cádiz esconde muchas joyas y, una de ellas, es el Oratorio de la Santa Cueva. Un lugar que podemos decir, pasa inadvertido al viandante, pues su arquitectura civil, tan sólo rota por un retablo  hornacina con una copia de una pintura de Nuestra Señora del Refugio (el original, después de muchos años expuesta en este lugar, se conserva en el interior del edificio), obra  de Franz Riedmayer (1796) y dos vitrinas de exvotos, apenas dejan imaginar la maravilla que encontraremos si nos adentramos. Tanto si vivís en Cádiz como si vais de visita, no dudéis en contactar con ArtGest, y podréis conocer de su mano el asombroso, misterioso e impactante templo.

No me voy a exceder en su descripción, pero sí quiero destacar que dicho oratorio tiene dos capillas, denominadas baja y alta. La Capilla Baja es un espacio sobrio, sin decoración alguna, sombrío a excepción de una luz cenital que entra por la linterna  en el presbiterio, lugar que alberga el único elemento escultórico: El Calvario, obra de Juan Gandulfo y Jácome Vaccaro. Es un espacio creado para la meditación sobre la Pasión  de Cristo. La Capilla Alta, ricamente decorada, está dedicada al Santísimo Sacramento. Una lectura rápida nos hace ver que, primero hay que descender a nuestro interior más profundo, desprendernos de todo, orar, meditar, ayunar, hacer sacrificios, purificar el alma y, una vez que tenemos el corazón bien dispuesto, podemos elevarnos y recibir a Jesús Sacramentado.

La sociedad ha dejado de lado y olvidado a Dios, la Luz del mundo. Si el mundo queda sin luz, permanece en las tinieblas más oscuras. Por eso Dios, en su infinita bondad y misericordia, después de múltiples pequeñas advertencias, quiere y desea ardientemente que volvamos a Él. Nosotros somos incapaces de acudir a Dios porque estamos en un profundo pozo del que no nos interesa salir. El coronavirus, pese a que pueda parecer lo contrario, es otra cuerda más que el Señor nos lanza para que nos agarremos a ella y podamos subir a la superficie, ver la luz, contemplar las verdaderas maravillas, y respirar el aire que nos renueva el alma, la brisa Divina.

Estoy convencido de que este virus que arrasa el mundo, nos ha llegado en Cuaresma y nos ha hecho estar confinados en casa para que podamos vivirla de corazón. Nos obliga a ayunar de muchas cosas, nos intenta unir a todos, y nos lo pone en bandeja para que oremos y nos convirtamos. El que no está enfermo, conoce a alguien contagiado, o vive con la terrible incertidumbre de contagiarse e incluso perder la vida en ello; es decir, todos de una manera u otra, estamos sufriendo. Sin embargo, en el sufrimiento y en el ofrecimiento de esa angustia y dolor, es donde está nuestra salvación personal y la de los demás.

Nuestra casa se ha convertido en nuestra particular Santa Cueva y estamos pasando unos días en la Capilla Baja. Aprovechemos este regalo, sí, este regalo que Dios nos hace. Así como un padre corrige a su hijo cuando lo hace mal, Dios nos está corrigiendo a todos a la vez. Ojo, no es un castigo, repito, es una corrección y una oportunidad  preciosa para humillarnos, reconocer nuestras faltas, pedir perdón a Dios y a quien hicimos daño, y así poder ascender a nuestra particular Capilla Alta.

Muchos aprovechamos estos días para expresar nuestras inquietudes, subir a Internet fotos, oraciones, videos con el fin de intentar evangelizar en nuestras posibilidades. Es una ocasión como nunca tuvimos para orar y hacer orar a los demás, al menos meditar, llevar la Palabra a otros, apoyar y ayudar al que lo necesite. Es hora de que el corazón hable por nuestras bocas, y no proclamar teorías sabidas que no llegan al interior de quienes nos escuchan o leen. En este sentido, queridos hermanos sacerdotes, aprovechad la magnífica coyuntura que se nos brinda  para alentar a los fieles, ayudar a la conversión de otros, atraer nuevas ovejas perdidas al rebaño de Cristo. La inmensa mayoría, ante nuestra imposibilidad de asistir a las Eucaristías, las publican en directo por diversas redes sociales y televisión para que podamos estar presentes. De igual forma, son miles de sacerdotes en todo el mundo que bendicen con el Señor a las distintas ciudades. Quizás estas publicaciones sean visionadas por muchas personas de las que asisten a misa normalmente, tanto de diario como la dominical. ¿No es una oportunidad de oro? Eso sí, todos corremos el riego, sacerdote y fieles, que lo que publiquemos sea buscando nuestra gloria y no la de Dios. Es muy tentador usar esta circunstancia que vivimos, para lucrarnos y lucirnos nosotros mismos y no ayudar al prójimo, pero como toda tentación, si la consentimos, no hará más que hundirnos más personalmente, pese a que otros nos digan “qué bonito” o “qué bien los has hecho”. Recordemos todos, que las personas miramos mucho las apariencias, pero Dios mira nuestro corazón. Lo importante es que sirva a los demás, no que nos sirva a nosotros mismos. No alimentemos más nuestro ego o no seremos capaces de creer aunque viviéramos la Parusía y contempláramos el Divino Rostro de Cristo.

Aprovechemos que estamos en nuestras capillas bajas, meditemos la Pasión del Señor que estamos a punto de celebrar, ofrezcamos nuestros sacrificios y ayunos (aunque sean obligados) y, por supuesto, oremos por nosotros, nuestra conversión y la de los demás. El poder de la oración es tan grande que ni imaginamos cuán inmenso es. Y pidamos a María y a San José, que intercedan por nosotros para que, este cáliz que hemos de beber, esta cruz que debemos llevar si es voluntad de Padre, lo aceptemos y la llevemos lo mejor posible pues, como bien decía Santa Teresa, “la Cruz abrazada, es la Cruz menos pesada”.

El Señor nos bendiga.

martes, 24 de marzo de 2020

Covid-19 (II)



Con el confinamiento llevo varios días pensando sobre una misma idea. Dudaba si plasmarla de forma escrita, pero dado que varias personas me han hablado del tema, he considerado la opción de hacerlo por si a alguien le sirve.

No sé si estaré en lo cierto, pero quiero expresar mi parecer y, aunque este tema ya lo traté en el post anterior, voy a intentar profundizar un poco más.

Desde mi punto de vista, el maligno puede que tenga algo que ver en esta situación que está afectando ya al mundo entero. Y Dios, después de intentar avisarnos por otros medios, no ha conseguido que nos demos cuenta, o mejor dicho, nosotros no hemos querido oir ni ver lo que Dios nos ha estado intentando advertir. Ni que decir tiene que Él sólo quiere nuestro bien y felicidad; pero está permitiendo esta pandemia para que reaccionemos de una vez. Es como las tentaciones, que en la lucha contra ellas, nos hacemos más fuertes y ganamos en virtudes cuando las vencemos. Hemos de recordar una vez más lo que nos dice su Palabra en  1 Corintios 10, 13: No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. Es decir, que esto podemos vencerlo porque está a nuestro alcance. ¿Cómo? TODOS unidos,  regalándonos AMOR, ayudándonos, compartiendo y aceptando al Señor como prioridad en nuestras vidas.

Muchos son los que, ante estos momentos están sintiendo esta llamada que el Señor nos hace y se están convirtiendo. Algunos están incluso retomando amistades que daban casi por perdidas. Otros se están volcando con los demás y están dejando sus “comodidades” a un lado. Hay quien está dando, literalmente, su vida por otros…

Sin embargo, otros siguen en su ego más absurdo, negando y renegando de Dios, creyéndose el centro el universo, sin querer darse cuenta que sin Dios, ellos tampoco pueden nada, ni siquiera vivir. Se publicitan cada vez que pueden y, en esta temporada en la que todos parece que queremos publicar todo en redes sociales, puesto que no podemos ni debemos salir de casa, aprovechan para hacer su propia campaña, y no sólo los políticos, sino cualquiera, incluidos parte del clero que, no por ser presbíteros, dejan de ser humanos imperfectos como el resto de los mortales. “Porque YO he dicho…”, “YO he pensado que lo mejor es…”, “gracias a MÍ tenéis…”  ¿Qué narices estamos pensando? ¡Qué esto se trata de TODOS, que TODOS somos Iglesia y TODOS somos los que formamos el Cuerpo Místico de Cristo!

No podemos acudir a los templos, no podemos recibir la Eucaristía. ¿Una estrategia del demonio que nos permite asistir a comprar para alimentar nuestro cuerpo, pero no podemos ir a alimentar nuestra alma? Sí, tenemos la comunión espiritual, pero somos tan ignorantes y con tan poca fe, que no sabíamos lo que teníamos hasta que lo hemos perdido.  Acudamos, pues, al Espíritu Santo, que siempre está a nuestro lado cada vez que lo invocamos. Que esta Cuaresma y Semana Santa, la convirtamos en un adelantado Pentecostés entre todos, porque los templos están vacíos, sí, pero la Iglesia está viva.

Ojalá y todos nos convirtamos en esta Santa Cuaresma, que la penitencia del Covid-19 nos ayude a ser mejores, a olvidarnos de nuestros egoísmos y ser más generosos, a olvidarnos de nuestras soberbias y ser más humildes, a querernos más, a prestarnos más atención entre todos, a preguntarnos aunque sea de vez en cuando “¿cómo estás?”, a buscar la Gloria de Dios y no la nuestra, que ya cansa y aborrece tanta vanagloria. Que hablemos desde el corazón, que para teorías ya estamos también cansados, que prediquemos con nuestro ejemplo más que con nuestras palabras vacías… seamos auténticos soldados de Cristo, discípulos del Señor, evangelizadores y, sobre todo, buenas personas. Tenemos un guion para seguir, los Mandamientos de Dios. Tenemos al mejor Maestro, a la mejor Madre. Tenemos a los Santos, que fueron pecadores como nosotros, cosa que nos ha de alentar en nuestro caminar.

¿Estamos aburridos de estar en casa? Oremos, hablemos con el Señor. Contémosle nuestros problemas, agobios, pensamientos. Él está deseando que vayamos a su encuentro como hijos pródigos. Él tiene siempre la mejor solución, quizás no la que queramos, pero sin duda será la perfecta. Andamos como locos buscando mascarillas, pero no buscamos a Dios, que es el que nos protege de todo mal. Íbamos a misa e ignorábamos que la última vez que fuimos sería la última que tendríamos a Cristo Sacramentado con nosotros. Recuerda que el enemigo trata de limitar nuestra oración a través de la pereza, de pensamientos como “¿para qué?” o “luego lo hago”, porque sabe que la oración, y más si es junto a María, lo limita a él.

Multitud de sacerdotes están celebrando la Eucaristía por Internet, radio, televisión. Que esto no nos malacostumbre, porque estemos en casa y nos parezca muy cómodo, esa tentación egoísta debemos eliminarla ya de nuestra cabeza. Esto es excepcional y debemos rezar para que dure lo mínimo posible.

La soberbia, el egoísmo y la desobediencia están intentado acabar con el mundo. Este virus está haciéndonos a todos sufrir, de una u otra manera. Muchos, demasiados, están muriendo. Otros están pasando dolor. Otros tienen algún familiar infectado o viven con la intranquilidad de poder estar ellos mismos infectados produciendo el miedo lógico de contagiar a sus familias… Ofrezcamos estos sufrimientos por la conversión del mundo, oremos y recemos por la salvación de los enfermos y por las ánimas del purgatorio. Que esta pandemia no sea en vano, que podamos decir, maldito virus pero bendito virus, que nos ha ayudado a salir del pozo oscuro del pecado en el que estamos todos inmersos.

Hermanos: ¡Ha llegado la hora de dejar de vivir para uno mismo! No es casual, como hemos dicho en varias ocasiones, que todo esto esté sucediendo en Cuaresma. Y es que ha llegado el momento de vivir con Dios y por Dios; con los demás y por los demás, es decir; con Amor y por Amor.

Señor Jesús, sé Tú nuestro camino, nuestra salud, nuestra vida.
María, ruega por nosotros y llévanos de tu mano a tu bendito Hijo.

lunes, 16 de marzo de 2020

Covid-19


Antes de empezar, quiero agradecer la labor que están desarrollando el personal de los hospitales y centros de salud, farmacias, centros de alimentación, basureros, servicio de limpieza y transportistas que nos acercan alimentos y medicinas, jugándose todos la salud e incluso la vida.

Pese a que sea distinta a otras ocasiones, estamos viviendo el tiempo de Cuaresma, no lo olvidemos, un tiempo de oración, conversión, penitencia, meditación… Pues bien, al hilo de esto y meditando precisamente, en estos momentos difíciles y de incertidumbre que estamos pasando, pienso que no es una casualidad que sea en este tiempo litúrgico, y que no es un castigo de Dios. Sin embargo, Dios está permitiendo que suceda por alguna razón que aún desconocemos, ¿pero cuál? Muchos dicen que hay que aprovechar estos momentos de estar obligatoriamente en casa para estar con la familia, rezar juntos… y me parece muy acertada la propuesta.

Pienso que Dios está permitiendo todo esto a nivel mundial, por nuestro comportamiento. Me explico: El ser humano, desagradecido como él sólo, piensa que todo está permitido, que todo vale en esta vida, que él siempre lleva la razón…, y nada más lejos de la realidad. Esta forma nuestra de actuar en todos los ámbitos, nos está llevando a una caos generalizado, a olvidarnos de forma sublime de nuestro Creador, a un egoísmo sin límites, a una falta exagerada de humildad, a unos enfados entre nosotros hasta el punto de matarnos literalmente. Esto no es cosa de Dios, esto es cosa nuestra que nos estamos dejando llevar de unos aparentes beneficios personales procedentes del engaño del que es el rey de la mentira, el mismo demonio, al que le estamos haciendo caso (siempre hablando de forma generalizada, por supuesto). Vivimos de manera superficial, no actuamos de corazón, no hacemos las cosas por el bien de todos, sino que nuestro proceder es con una falsa apariencia buscando un reconocimiento, por parte de los demás, absurdo e inmerecido. No queremos aprender, no nos dejamos enseñar porque pensamos que estamos siempre en posesión de la verdad. Pensamos que orar y rezar es de beatos (usando el término de manera insultante), de viejos, o de imbéciles. Pensamos y queremos hacer ver  los demás, que el demonio no existe y Dios tampoco. Quizás no nos interesa creer en la existencia de ambos, alegando que el mundo avanza y esto ya “no se lleva”, y por tanto, no merece la pena ni intentarlo. ¡Pobres ilusos y desgraciados! Cada día apartamos más a Dios de nuestras vidas, de nuestros hogares, de nuestros trabajos, de nuestros colegios… y es cuando más lo necesitamos, porque donde no hay LUZ, hay oscuridad. Si cada vez la apagamos más, más sombrías tinieblas ocuparán nuestras vidas.

A pesar de estos días de inseguridad, he podido comprobar que no escarmentamos. En los centros de alimentación hemos arrasado (y seguimos haciéndolo) como si no pudiéramos comprar nunca más, almacenando tal cantidad de comida en nuestras viviendas, que ya ni cabemos nosotros mismos. Hemos sido tan egoístas que no pensamos en aquellas personas que no tienen medios económicos suficientes para hacer lo que hacemos, y tienen que vivir al día. A estas personas, no les hemos dejado agua, leche, patatas, huevos, aceite, legumbres, verduras…, y por supuesto, papel higiénico. Hemos llenado carros de supermercados un día tras otro, tanto, que al final habrá cosas que nos caduquen, o tiraremos. ¿Qué estamos haciendo?, no miramos por nada ni por nadie  solo nuestro yo, pero hablamos del Señor y no miramos el mal ejemplo que estamos dando.

Hay miles de personas que mueren porque no tienen nada que comer, ese “virus” del hambre no nos interesa ni que se mencione porque nos pilla “lejos”. Pero puede que nos termine cogiendo, entonces entenderemos lo que otros hermanos nuestros están pasando.

Desgraciadamente esto no lo vemos. Sé de sobra que esto no es una broma, que es muy serio. Necesitamos comer para alimentarnos, por eso se abren los centros de alimentación, es lógico, hay que seguir viviendo y enfrentándonos al virus. Estos se convierten en auténticos focos de contagio, por la cantidad de personas que entramos a diario a comprar. Pero, ¿quién alimenta nuestra alma? ¿Eso ya no es importante? No podemos acceder a nuestros templos a recibir la Eucaristía, ni a rezar. Recordad lo que el mismo Jesús nos dijo: “Venid a mí lo que estáis cansado y agobiados, que yo os aliviaré” (Mt. 11, 28). Los cristianos (se supone) que debemos creer en que Dios lo puede todo, que debemos confiar en Él, que Él es nuestro alimento y que sin Él no podemos nada y con Él todo lo podemos. En este período podemos y debemos hacer una comunión espiritual que alimente nuestro interior. “Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad”, leemos en Jn. 4, 24.

Creo que el coronavirus es una ocasión excepcional para que recapacitemos personalmente sobre nuestro comportamiento. Invito a que cada uno hablemos individualmente con Dios y le pidamos ayuda. Volvamos a Él como hijos pródigos, y seguro celebrará un banquete en nuestro honor. Que aprendamos a ser humildes, generosos, que sepamos discernir lo que Dios nos dice en cada momento. Él no quiere nada mala para nosotros, Él quiere que seamos felices en esta vida, y que amemos a los demás como Él nos ama. Es una oportunidad que nos brinda para la reconciliación y la unidad de todos, porque unidos es cuando podremos vencer la enfermedad, cuando podremos vencer al mal, y cuando más nos podremos acercar a Dios y a su bendita Madre. Es el momento de encerrarnos en nuestras habitaciones y orar intensamente, hacer un sincero examen de conciencia, preparar una buena confesión para poder comulgar, cuando pase esta pesadilla, y celebrar una Eucaristía, es decir, dar gracias a Dios.

El demonio está contento en estos momentos porque ni siquiera podemos pisar la Casa de Dios. Las conciencias de muchos se debilitarán y ya no verán necesario acudir a la Eucaristía cuando pase todo esto. Luchemos contra Él, acudamos a María y a San José, que estamos en el es que la Iglesia le dedica, recemos el Santo Rosario, el ejercicio del Vía Crucis… Ofrezcamos pequeños sacrificios por el cese del virus y por nuestra conversión y la de los demás. No nos creamos los mejores, no juzguemos, compartamos más, no nos quejemos por tonterías, dejemos de ver tanta basura en la televisión que no nos lleva a ningún sitio, leamos más, hagamos cosas para no tener tiempo ocioso…

No está siendo una Cuaresma cofrade, pero quizás Dios permite esto para que nos demos cuenta de una vez, que lo verdaderamente importante es nuestra alma, y no sacar una imagen a la calle, pese que a mí me encante porque sea cofrade. Por eso Dios quiere que cuidemos nuestro espíritu, que lo preparemos para cuando venga a buscarlo. Al fin y al cabo, es lo único nuestro que pasará a la vida eterna, lo demás no.

Dios nos está dando oportunidades, avisos. Él es el Padre bueno que desea lo mejor para nosotros, sus hijos. ¿Le haremos caso? De ello depende nuestra salvación. Ora, y medita la Palabra. Adéntrate en el Misterio de Dios. A cada uno de nosotros nos está pidiendo algo, quiere moldearnos a todos e individualmente. Quiere hacer de nosotros, un vaso  nuevo.

Carga con tu cruz y llegarás triunfante a la Pascua. CREE y verás la GLORIA.


miércoles, 26 de febrero de 2020

Cuaresma 2020



Si lo pensamos detenidamente, todos hemos notado la influencia del pecado original en nosotros, y por tanto, cómo el pecado actúa en nuestro interior, tanto, que no sólo lo sentimos en el alma, sino también en el cuerpo: la envidia, la soberbia, la lujuria, la ira… Y pese a perder la relación con Dios, seguimos comulgando, pecando de sacrilegio porque pensamos que son “pecadillos” sin importancia.

¿Ponemos remedio a frenar estos pecados? Podemos sentir la tentación, pero ¿por qué terminamos cayendo en ella? Porque aunque el pecado original se borre con el bautismo, se hereda como un gen familiar y, somos los únicos seres que tropezamos con la misma piedra una, dos, tres y las veces que sean.

Sin embargo, los seres humanos somos perdonados y podemos volver a Dios gracias a su infinita Misericordia.

Si Adán nos llevó a  la oscuridad, Cristo es el nuevo Adán que nos lleva a la luz, porque Él es la Luz del mundo. De la misma manera, si Eva nos llevó al pecado, María como la nueva Eva, nos lleva a Cristo. Es la única que no lo abandona en la Cruz, y desde allí el mismo Jesús la convierte en “corredentora”. No la llama madre, sino Mujer, pero la nombrará Madre de todos. La llama Mujer, como mujer fue Eva cuando Adán estaba sólo en el Paraíso y Dios lo creó. Así, ante la soledad de Cristo en la Cruz, Ella lo acompaña. Son los nuevos Adán y Eva que nos devuelven y comparten la heredad del Reino de Dios.

Mujer, ahí tienes a tu hijo. ¿Adoptamos a María como Madre? ¿Creemos de verdad que Ella es nuestra Madre? Es la Madre Inmaculada de Cristo Redentor y Madre espiritual de cada uno de nosotros.

Jesús viene a ordenar lo que se había desordenado con el pecado de Adán y Eva. Y lo hace como único mediador, pero queriendo tener como asociada a María que está con nosotros en cada momento, e incluso lo vemos en las apariciones aprobadas por la Iglesia como Guadalupe, Lourdes o Fátima.

Nadie puede llegar a Cristo si no es por María.

Tenemos un tiempo propicio para meditar en todo esto: El pecado, Jesús que muere para redimirnos, María como nuestra Madre y compañera en el camino de la vida. ¿La dejaremos de nuevo sola a los pies de la Cruz mientras Cristo da su vida por nosotros y huimos dejándolo abandonado? ¿Nos propondremos hacer aunque sea un pequeño sacrificio por Él, por nuestros pecados y los del mundo entero? ¿Estamos dispuestos a pasar por el desierto de las tentaciones ayunando para prepararnos para la Pascua?

Cuaresma: Oración, ayuno, penitencia. Esto no es cosa de antiguos. Es más necesario y actual que nunca. ¡Vívela como Dios quiere! Prepárate para su Pasión, Muerte y Gloriosa Resurrección.


El Señor nos bendiga.

sábado, 8 de febrero de 2020

Breve mensaje teológico de la imagen de Nuestra Señora de los Dolores

Nuestra Señora de los Dolores
Anónimo. Escuela Levantina.
📷 Autor

Iconográficamente, el modelo de la Mater Dolorosa se basa en la espiritualidad Servita, orden que surge en el siglo XIII en Florencia. De ahí se va propagando por todo el mundo, llegando a España en el siglo XVI. Pero antes podemos encontrar el canto a los Dolores de María, y así en el siglo XIV aparece el “Stabat Mater”.
 La devoción a la Virgen de los Dolores, como vemos, fue muy grande desde siglos atrás. En toda España, por ejemplo, se le daba culto el viernes anterior al Domingo de Ramos. En la actualidad y tras la reforma del Concilio Vaticano II este día ha pasado a ser conocido como Viernes de Pasión, aunque muchos siguen denominándolo como Viernes de Dolores, tal y como se hacía antaño, pasando su festividad al 15 de septiembre, un día después de la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz.
La teología, la liturgia, la piedad popular y el arte cristiano han centrado con frecuencia su atención en uno de los episodios más patéticos y entrañables del Evangelio: la compasión de María manifestada en su dolor, profetizado ya por el anciano Simeón en la presentación de su Hijo en el Templo que dijo: «Este hijo será para ti misma una espada que traspasará tú alma» (Lc. 2, 35). Santa Teresa de Jesús escribió al respecto: “Al oír las palabras del anciano Simeón, María vio claramente todo el cúmulo de dolores, tanto interiores como exteriores, que debían sucesivamente atormentar a Jesús en el decurso de la pasión”.
La espada atravesando el corazón de la Virgen es símbolo de sus sufrimientos o dolores, de las penas que María ofrece a Dios unidas a las de Cristo, especialmente durante la Pasión, en favor de la salvación del género humano. Siete son los dolores de nuestra Madre, que ordenados cronológicamente son:
1.      La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús
2.      La huida a Egipto con Jesús y José
3.      La pérdida de Jesús en el templo
4.      El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario
5.      La crucifixión y la agonía de Jesús
6.      La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto
7.      El entierro de Jesús y la soledad de María

Y es que, desde el fiat de María, en el momento en que Gabriel le anuncia que sería la Madre de Dios, Ella asume todo lo que está por llegar, lo bueno y lo malo, su entrega es total a Dios y, desde ese instante, a la humanidad por completo. Queda asociada al misterio de su Hijo, no como corredentora en la misma medida de Jesús, ya que Él es el redentor, pero sí en el sentido en que Jesús la hace partícipe y finalmente nos la entrega como Madre, encomendándole la nueva misión, por la que aún sigue trabajando y seguirá hasta el final de los tiempos.

Quizás viendo este tema podemos llegar a pensar que María tuvo una vida llena de sufrimientos y, por tanto, no fue feliz. Todo lo contrario, Ella, la llena de gracia, también fue plena en felicidad, que no placer. Me explico: En el sufrimiento podemos encontrar la felicidad. María pudo sufrir la pasión y muerte del Señor, de su Hijo, su corazón estaría destrozado, tanto, que algunos dicen que el Padre vino a sostenerla porque no hay cuerpo humano que soportara tal dolor. Sin embargo, la muerte de Jesús suponía la salvación del mundo entero, de todas las personas que habían vivido desde la creación del mundo, las que vivían en aquel momento, las que vivimos ahora, las que vivirán después de nosotros… todas.

Aunque parezca contradictorio, nosotros también podemos o debemos aprender a ser felices en nuestros sufrimientos. A nadie le gusta ver, por ejemplo, a un ser querido enfermo, pasándolo mal; y quizás esta persona se esté purgando de sus pecados, o está haciendo que otros se purguen, o se convierta o se una más a Dios en sus dolores personales, o hace que otros lo hagan... La felicidad no está en que todo vaya bien, sino en el resultado final cuando uno ha dado todo lo mejor de sí mismo. Pues de la misma manera, la Virgen Santísima, que lo dio todo por su Hijo, por nosotros, pese a los dolores del alma más grande que cualquier persona pudo tener jamás, Ella fue feliz por su Amor.

Pero volviendo al tema que nos ocupa, no olvidemos que es Madre de Jesús y Madre nuestra, por eso sigue sufriendo dolores en su corazón por tanto pecado, tanto mal que seguimos haciéndole a Jesús, y por tanto pecado y mal que hacemos condenándonos nosotros mismos al fuego del infierno. ¿Qué madre no sufre ante la desgracia de un hijo? Como hizo con Jesús en la Cruz, Ella ofreció al Padre ese holocausto, de la misma manera, ofrece al Padre los dolores que le producimos sus hijos, pero en este caso, por hacer el mal. Su amor de Madre, le hace compadecerse de nosotros y media por nosotros ante Dios.

El dolor de María, pues, es un dolor de Amor. Si su alma ya era pura desde antes de su concepción y quedó inmaculada, ese dolor por amor, debió engrandecerla más si cabe.
Ella siempre es nuestro ejemplo de humildad y fidelidad, pero a veces se nos olvida que también hemos de tomarla como ejemplo en el sufrimiento y en el amor, porque si el dolor es por amor, ese dolor terminará convirtiéndose en más amor, y ese amor acercará nuestra alma un poco más a Dios.