domingo, 11 de junio de 2017

Santísima Trinidad


Vidriera de la Iglesia Mayor de San Mateo. Tarifa
Mediados del siglo XX.


De sobras sabemos que la fiesta en honor a la Santísima Trinidad se celebra el domingo después de Pentecostés. 

Ninguno de nosotros entenderemos este Misterio hasta que un día Dios nos los revele. Tema y Misterio que puede resultar "engorroso" o difícil de explicar, ni nos ponemos a meditar sobre él. Sin embargo, sí debemos saber en qué consiste, qué es.

Desde pequeños hemos aprendido que nuestra fe se fundamenta en el Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres Personas distintas y un sólo Dios verdadero. Pero, ¿qué quiere decir esto? ¿Quién es cada Persona?.

Lo primero que debemos tener claro es que las tres Personas son Eternas, es decir, no tienen principio ni final. Podemos pensar que el Hijo no es eterno porque nació de María. Pero eso sólo es la parte en la que el Hijo se hace hombre para poder salvarnos, sin embargo, siempre existió como Dios. ¿Podemos encontrar al Hijo en el Antiguo Testamento? La respuesta es: Sí. Ejemplo de ello lo tenemos en el libro de Daniel: "Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él" (Dn,7.13). ¿No estamos ante una visión del profeta en la que puede ver al Padre y al Hijo?.

Al Padre solemos asociarlo con la creación, de hecho así ha sido representado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia del arte. Sin embargo, considero que la acción creadora es común a las tres Personas. Si leemos el libro del Génesis, no vemos al Padre, sino a Dios, es más, en el versículo 2 del primer capítulo de la Biblia, aparece el Espíritu moviéndose "sobre la faz de las aguas". Entonces, ¿por qué llamamos a la Primer Persona Padre? Porque Él engendró eternamente al Hijo, que luego nos lo entrega para que nos salve de las tinieblas. Es el Padre eterno, el de Jesús, el de Cristo, el del ungido.

El Padre es el que todo lo puede, el Juez, la Sabiduría, el Amor Supremo. A la vez es nuestro Padre. Jesús así nos lo hace saber en la oración  que conocemos precisamente como "Padrenuestro". Por ello, como Padre, cuida de todos nosotros con una Amor y una exquisitez tan profunda que no alcanzamos a entender. Quizás por eso nos cueste creerlo, porque somos incapaces de hacerlo como lo hace Él. 

El Hijo es enviado por el Padre para que nos redima del pecado y venza a la muerte. Así podremos gozar con Él un día en el Paraíso. Con su Pasión, Muerte y Resurrección, Cristo n"Si me hubierais conocido, también hubierais conocido a mi Padre; desde ahora le conocéis y le habéis visto" (Jn. 14,7). Es decir, que Jesús es el rostro visible del Padre, que para nosotros es invisible.
os abre las puertas. Pero el Hijo también nos habla del Padre. Muchos son los ejemplos:
"Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor" (Jn. 15,9-10) Jesús nos viene a recordar que el Padre es Amor, y que Él mismo es Amor. Por lo tanto, Si el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, también es Amor.
Gracias al Hijo sabemos de la existencia de la Santísima Trinidad, pues es la Persona que nos lo ha revelado. Sin esas revelaciones, por mucho que leyéramos el resto de la biblia, no podríamos ni intuir esta realidad.

El Espíritu Santo, la tercera Persona. Ya hemos visto que Existe también desde siempre, y que el mismo libro del Génesis nos los presenta en el versículo 2. 
Jesús dice a sus discípulos: "...pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros lo conocéis, porque mora con ustedes” (Jn. 14, 16-17)
Ni que decir tiene que es la Persona que está con nosotros en todo momento. ¿Cuál es la razón por la que vamos a misa? ¿Por qué rezamos? ¿Por qué sabemos diferenciar una acto bueno de uno malo? ¿De dónde procede la fuerza que recibimos antes una situación difícil? ¿Quién nos ayuda a amar a los demás? ¿Cómo sabemos que Dios existe? ¿Por qué tenemos fe?... Todo es obra del Espíritu Santo que nos va guiando en nuestras vidas y no nos damos cuenta. Vemos las cosas como nuestras, pero nosotros por nosotros solos no somos capaces.

Que todo lo que hagamos, sea con Amor. Será señal inequívoca de que procede del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Santa María, ESPERANZA nuestra, Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo; ruega por nosotros a Dios.

sábado, 3 de junio de 2017

La gran fiesta del Espíritu Santo.




¿Qué nos está pasando? ¿Somos conscientes de lo que sucede en el mundo y, más aún, en nuestro entorno más próximo? 

El egocentrismo está llegando a unos peligrosos límites, nos está empujando a un abismo en el que, hacemos lo que sea para que todos nos adoren; nos creemos mejores que los demás, nos sentimos los jefes de nuestro alrededor, trabajamos para conseguir nuestros caprichos basados en poder y dinero, caiga quien caiga, recurriendo -si es menester- al mismísimo diablo para obtener nuestro propósito.

Pocos son los que miran por los demás, la inmensa mayoría va por la vida a su interés, sin miramientos; juzgamos la labor de la persona que tenemos al lado sin siquiera preguntarnos qué momento está viviendo, qué está pensando, o qué haríamos en su caso si estuviésemos en su piel.

Poder, cargo, dinero. Esa es nuestra única meta. ¡Qué pena y qué asco!

Ese es el ejemplo que estamos dando. Por mucho que queramos ponernos una careta, una falsa fachada que aparente lo "fantásticos, humildes y maravillosos" que somos, se nos olvida que entre el cielo y la tierra nada hay oculto. Y que si enmascaramos nuestro quehacer, es porque no nos interesa que se sepa nuestro verdadero fin. ¿Qué tememos? ¿Será que en nuestro interior sabemos que no estamos obrando bien?

Somos laicos, sí; pero somos Iglesia. No podemos quejarnos de que cada vez los templos están más vacíos si nosotros, los que nos creemos "buenos", estamos haciendo tanto daño a la misma Iglesia. Pero no sólo los laicos, sino que también, muchos sacerdotes son los que hacen que muchas personas dejen a Dios por el mal ejemplo que nos están dando. Muchos también se han dejado llevar por ese poder, dinero, sexo, fiestas, alardeo de lo que tienen, dejando sus obligaciones pastorales a un lado porque lo "otro" les atrae más.

Antes decía que todos nos creemos mejores que los demás. Se nos olvida que nadie es mejor que nadie. Todos tenemos cosas malas, pero también cosas buenas. Todos tenemos unos dones y carismas, y no tienen que ser los mismos que los nuestros. Somos distintos y a la vez somos iguales. El único que nos supera es Dios. El Amor elevado al infinito. La Sabiduría suprema. La Humildad hecha Carne. El que todo lo puede. La Misericordia por excelencia.

Pese a que lo parezca, mi intención no es juzgar nuestros propios comportamientos anteriormente expuestos, al revés, quisiera que veamos nuestras faltas, nuestra pobreza y miseria. Enmendar nuestros errores, perdonarnos y que todos formemos la Iglesia que Dios quiere, no la que queremos nosotros.

En este día de PENTECOSTÉS, pídele a Dios que nos envíe a su Santo Espíritu para que se cumpla lo que Jesús nos había prometido. La semana pasada ascendía al Cielo; y tenía que hacerlo para que pudiera venir el Paráclito. Que hoy se cumpla en tu vida esa promesa y que descienda sobre ti el Espíritu de Dios. Vendrá cargado de dones y carismas, pero tenemos que estar abiertos y ser dóciles. Sé humilde, reconoce que eres nada y abre tu alma a Dios para que entre y queme con su fuego todo lo que no es de Él, y a la vez, te colme de bendiciones.

Pidamosle por su Iglesia, para que sea Santa. Para que sus sacerdotes y pueblo dé el ejemplo que todo alejado necesita. La Iglesia no debe ser sinónimo de poder ni de dinero. Debe ser amor, caridad, misericordia, calidez, ayuda, oración, familia, amistad... debe ser un mínimo reflejo de Dios.

Que el Espíritu Santo nos sane las heridas del cuerpo y del alma. Que rompa las cadenas que nos atan con el mal. Que ese poder del que creemos ser poseedores, se convierta y seamos capaces de ver que el único que merece la Gloria, la Honra y el Poder es DIOS.

Amado Espíritu Santo:
En este día que te dedicamos especialmente, queremos pedirte nuestra propia conversión a ti. Entra fuerte en nosotros como viento arrasador. Quema nuestra maldad con tu fuego abrasador. Eleva nuestras súplicas al Padre para que tenga piedad de estos pobres hijos suyos, que les hemos salido un poco rebeldes. Muchos queremos dejarnos hacer por Ti. Transforma nuestra alma, haz de nosotros ese vaso nuevo que solo Tú quieres que seamos.


Ven Espíritu Santo y llénanos de Ti. Te esperamos ansiosos. Hoy puede ser un punto de inflexión en nuestra vida. Estamos sedientos de Ti. Restauranos. Ven Espíritu de Amor.

María, ESPERANZA nuestra, intercede ante Dios por nosotros y protégenos. Sé Tú ese ROCÍO que refresque nuestra alma.


Os dejo con esta canción de Jesús Adrián Romero.