domingo, 28 de febrero de 2021

¿Estrellas?


 

En esta semana he tenido una experiencia de las que podemos catalogar de “rutinarias”, pero desde el primer momento me hizo pensar y… aquí estoy, escribiendo sobre ella.

Un día muy desapacible, de fuerte viento y cielo encapotado. Salía del supermercado y en la puerta de repente veo a una persona muy próxima a mí, con un abrigo acolchado tipo plumífero muy fino, con el cuello levantado para cubrirse del frio y humedad, una mascarilla higiénica y un gorro de lana hasta las cejas que impedía, a primera vista, reconocerla. Busqué entre las capas de ropa su mirada para identificarla, y así fue. Era una persona muy conocida en la localidad, drogadicta, siempre hace algún comentario e incluso graciosos, con mucho arte. Aquel día no iba a ser distinto. Cuando cruzamos miradas, yo le sonreí,  aunque he de suponer que poco se me vería a través de la mascarilla. El caso es que me dijo: “El mundo es un pañuelo, caballero”. Sin más le contesté haciéndole un signo de aprobación a su comentario levantando el pulgar: “Así es”; y seguí mi camino. A escaso metros tenía el coche y al abrir la puerta, aquella persona desde su sitió siguió hablando, esta vez en voz alta, seguramente que con la intención de que la oyese. “Unos nacen con estrellas, y otros «estrellaitos»”.

En cuanto subí al coche, esa frase no hacía más que bombardearme. ¡Qué pena que las personas caigan en ese pozo enrevesado de la droga! Pero no sólo eso, ¡qué pena y qué desagradecimos somos las personas!

En efecto, a unas personas Dios les concede tener una familia, casa, necesidades cubiertas, trabajo, amigos, educación… bienestar. A otras les concede pobreza, enfermedades, guerras, violencia, soledad…

Pienso que los que tenemos el regalo de pertenecer al primer grupo, no damos a Dios las gracias suficientes. Al revés, nos quejamos de todo y nos creemos con más derechos que nadie. Muchos llegan a creerse superiores al resto pensando que con dinero se compra todo, olvidándose de amar, de ser un poco humildes, y de que todos somos iguales. Unos con más bienes que otros, pero iguales. Iguales nacimos, e iguales morimos.

Puede ser una buena ocasión para que todos meditemos sobre esto. Dar gracias a Dios por todo lo que nos da, y pedirle más por los demás y menos por nosotros mismos. Muchas veces, con tal de llamar la atención del resto, porque somos todos muy soberbios, nos quejamos y gritamos a los cuatro vientos que “nos duele mucho la cabeza”. Siempre hay quien está peor que nosotros, pero infinitamente peor. ¡Lástima que la venda egocéntrica que portamos nos impida ver más allá de nuestro ombligo!

Al inicio decía que había vivido algo que podíamos catalogar de “rutinario”. Hemos convertido las desgracias de los demás en rutina, ya nada nos conmueve. El hambre, la droga, la enfermedad, la violencia, la sociedad que se empobrece. Las muertes por guerras, pandemia, atentados… ya no nos escandaliza. Nos da igual 5 que 150. El enemigo está consiguiendo que las personas seamos simples números unos para otros.

Recordemos que Cristo vino al mundo, y nos preparamos en estos días de Cuaresma para vivirlo intensamente, con el único fin de salvarnos y redimirnos a todos. Cristo no viene a salvar a los que viven bien únicamente, o a los que van a misa únicamente, o a los que rezan mucho únicamente. Cristo va a entregar su VIDA por todos los que quieran salvarse. Pobres, ricos, sanos, enfermos… y aunque, como decía antes, sigue habiendo quien piensa que con dinero se compra todo, a Dios precisamente no se le compra, y menos con unas simples monedas. Quizá en nuestra idea humana de ver las cosas, pensamos que muchos nos salvaremos porque Dios es bueno y yo “ni mato, ni robo” (que está por ver porque hay muchas formas de matar y de robar). Pero no pensamos como Dios, ni sabemos los planes de Dios, y mucho menos podemos comprar a Dios; y esa persona a la que despreciamos porque consideramos “inferior” a nosotros, puede que ya tenga su sitio guardado en el Cielo, mientras que nosotros tendremos que luchar por un huequito en el purgatorio porque somos incapaces de AMAR, que es la única pregunta del examen final de nuestras vidas. ¿Has amado de verdad a los demás?

Ojalá y en el tiempo que resta de Cuaresma, sepamos valorar lo que tenemos, agradecerle a Dios por todo y, sobre todo, recapacitemos y examinemos nuestro compromiso de Amor con Dios y con los demás.

El Señor nos bendiga.

2 comentarios:

Anita dijo...

Y tanto que tendríamos que dar gracias!!Cada momento!! Esa "personita" seguro q tiene su sitio guardado y su "estrellamiento" se convertirá en gloria🙏

Rafa dijo...

Seguro que sí 😉🙏🏼
Muchas gracias por dejar tu comentario ☺️