sábado, 7 de junio de 2014

PENTECOSTES



Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor; envía Señor tu Espíritu Creador y se renovará la faz de la tierra.
Oh Dios, que quisiste ilustrar los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos que, guiados por este mismo Espíritu, obremos rectamente y gocemos de tu consuelo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que permanezca con vosotros para siempre: Al Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis; porque permanece con vosotros, y será en vosotros” (Jn. 14,16-17).

Esta es una de las varias promesas y anuncios que el mismo Jesús nos hace de la venida del Paráclito. Sabemos que es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Sabemos también que tiene siete regalos para entregarnos. Lo llamamos de muchas formas: Espíritu Santo, el Consolador, el Paráclito, el Defensor o Abogado... Lo asociamos con símbolos como la paloma, el fuego o el viento... Podemos tener conocimientos varios y; sin embargo, creo que aún no hemos llegado a conocer a Dios. Ni siquiera a la divina Persona que es protagonista en el día de hoy, por quien celebramos esta fiesta.

Pentecostés: La gran fiesta del Espíritu Santo. En ella recordamos su venida sobre el colegio apostólico y María Santísima. Pero esta venida no sucedió únicamente aquél día. Como bien sabemos, diariamente viene el Espíritu Santo sobre nosotros cada vez que lo llamamos o acudimos a Él. En todo sacramento está presente. Por eso, en este día, donde el mundo entero lo invoca de manera especial, pidámosle con fuerza, desde lo más profundo de nuestro ser, que venga sobre nosotros con todo su poder. Queremos estar en el lado de Dios y necesitamos del Espíritu Santo para que abra nuestros ojos, nuestro entendimiento, arda nuestro corazón en Amor verdadero. Que Él, si es la voluntad del Padre, nos refuerce los dones y nos dé el o los carismas que necesitamos para que los pongamos, siempre, al servicio de los demás, nunca al nuestro; pues el fin es trabajar para el Reino de Dios, para servir y darle Gloria a Él, y no a nosotros.

El Espíritu Santo nos ayuda y nos anima a la conversión, siempre que se lo pidamos. Él, como el Consolador, nos puede conceder la salud física y, sobretodo, la espiritual, que es la que verdaderamente importa, la que nos llevará al Paraíso.

Con la festividad de Pentecostés, termina el tiempo de Pascua. Ahora, después de recibir al Paráclito, estaremos fortalecidos y tendremos los dones y carismas necesarios para poder ser testigos de Cristo, misioneros de Dios, y lanzarnos en la lucha existente en el mundo. Un mundo que nos arrastra, en ocasiones, como si de una fuerte corriente se tratara, en la que es difícil nadar para llegar a la orilla donde estamos a salvo. Difícil pero no imposible, porque el Espíritu Santo nos acompaña, nos muestra y enseña el camino a seguir.

¡Ven Espíritu Santo sobre nosotros! Ven con fuerza, y sana nuestros corazones enfermos, heridos, sedientos, de piedra... nuestro interior. Abrasanos con tu fuego y purifícanos, límpianos, libéranos, renuévanos, conviértenos y rompe las cadenas del mal que nos puedan tener atados. Haznos ver cuál es el camino que el Padre quiere que sigamos. Llénanos de tu AMOR. Crea los enlaces de unión que necesitamos y ayúdanos a mantenernos unidos. Pon en nuestras bocas las palabras de aliento, de ánimo, de consuelo, de solución a los problemas... que los demás hermanos nuestros necesitan escuchar. Ayúdanos a descansar en el Padre cuando lo necesitamos, que sepamos acudir a Él. Infúndenos la fe que tanta falta nos hace y enséñanos a orar, para que, de esta forma, sepamos mantener ese diálogo de “Padre a hijo”.
¡Ven Espíritu Santo! Renueva tu Iglesia. Te pedimos, especialmente, por los sacerdotes; para que ellos verdaderamente sean los pastores que necesitamos y; con tu ayuda, fuerza, poder...infúndeles los carismas que necesiten para llevar a buen puerto esta barca que va a la deriva en este mar, “aparentemente” en calma. Haznos ver y evitar a los falsos profetas que hay en el camino, une a la verdadera comunidad, y elimina todo aquello que no es tuyo que sabes que hay dentro.

Y, sobretodo, GRACIAS. Gracias por todo lo que has hecho, haces y harás por y en todos nosotros, porque sin ti no somos nada. Solo Tú eres el que nos mueves a obrar según la voluntad de Dios. Que con tu ayuda, amado Espíritu Santo, alcancemos un día el gozo de vivir la vida eterna.

El Señor os bendiga.


sábado, 25 de enero de 2014

Celos, envidia, chismes.

Me ha parecido muy interesante e importante, lo que el Papa Francisco dijo en su homilía en Santa Marta, el pasado jueves 23 de enero. Dejo estos enlaces.



Para más información pulsa aquí.

El Señor os bendiga.

sábado, 21 de diciembre de 2013

sábado, 30 de noviembre de 2013

Adviento

Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraín, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos. 
 
Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Señor Dios de los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?
Les diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros. 

Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno, y echó raíces
hasta llenar el país;
su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.
¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?
Dios de los Ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó
y que tú hiciste vigorosa.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Zaqueo

            El Evangelio de hoy, domingo 3 de noviembre de 2013 (Lucas 19, 1 – 10), es conocido como “la historia de Zaqueo”. Ésta, tiene para mí, un “algo” especial.
            En el texto vemos cómo Zaqueo trataba de distinguir quién era  Jesús, pero era de baja estatura y la gente se lo impedía. Por este motivo, se sube a una higuera para poder verlo. Entonces, Jesús lo vio y lo llamó por su nombre: “Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Y más adelante le dirá: “Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.
            Varias cosas tenemos que comentar, pues el Evangelio de hoy es especialmente enriquecedor.
            Por una parte Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trata de distinguir a Jesús. Es decir, el pecador quiere conocer a Jesús, quiere convertirse.
            Por otro lado, cuando alguien quiere conocer a Jesús, cuando alguien quiere convertirse, cuando alguien se arrepiente de verdad, no es él el que va a buscar Jesús, sino que Jesús se adelanta y va en busca del pecador, de la oveja descarriada. Y es el mismo Jesús el que quiere alojarse en su casa, el que quiere quedarse en el corazón de esa persona que lo busca. El Señor, en su infinita misericordia, no mira la cantidad, ni el tamaño del pecado. Él sólo quiere perdonarnos y limpiarnos. Lo está deseando.
            A veces, esa “gente” que impedía a Zaqueo conocer a Jesús, podemos identificarla, efectivamente, como personas de nuestro alrededor que nos impiden acercarnos a Dios. Otras veces puede ser una situación determinada, que nos envuelve y no nos deja ver más allá de lo que tenemos delante de nuestros ojos. Sin embargo, Zaqueo subió a un árbol para poder conocer a Jesús.
            Fijaos, Zaqueo subió a una higuera, a un árbol, porque sabía que desde allí podía conocer la Salvación. Jesús, se deja colgar de un árbol, del árbol de la Cruz, para poder darnos la Salvación.
            No quisiera extenderme, ni agobiar con más palabras. Pero os dejo una propuesta:
            Ya sea el pecado tu problema, ya sea económico, ya sea familiar, ya sea laboral, ya sea de drogas… sea cual sea tu problema, sube a la higuera, busca a Jesús con todas tus fuerzas, que Él saldrá a tu encuentro, y te irá poniendo facilidades y las soluciones a tu alcance. Pero ojo, Jesús no es de grandes acontecimientos (salvo excepciones). Jesús es humilde y sin que te des cuenta, de forma sencilla, todo se te irá rodeando para que vivas en paz, en armonía con Él y con los demás. Pondrá unas herramientas a tu alcance, pero debes estar alerta. Lo mismo es una situación especial, una persona… y se valdrá incluso de las nuevas tecnologías, por las que puedes recibir una llamada, un sms, un mail, puede que te llegue un enlace de una web que ni conocías, una aplicación de móvil… abre tus sentidos, porque puede que ese sms sea Jesús obrando a través de un hermano tuyo. Dirígete a Él que es la verdadera Salvación, la verdadera Vida, la verdadera Luz del mundo. Abre tu corazón al Señor. Recuerda que “el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”
            Hoy, mi querido hermano/a, puede que tengas la Salvación en tu casa y no estés siendo consciente de ello.
            Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros.

            Que el Señor te bendiga.

miércoles, 24 de julio de 2013

Catástrofe en Santiago de Compostela

Imagen EFE

Tenemos que lamentar este desgraciado accidente que ha tenido lugar en Santiago de Compostela esta misma tarde, al descarrilar un tren que cubría la ruta entre Madrid y Ferrol.
Sólo nos queda pedir al Señor que tenga misericordia de los fallecidos, los heridos, de los familiares;  y que les dé fuerza al personal sanitario que está atendiendo a tantas personas afectadas en esta catástrofe.
Pedimos también a María Santísima y al Apóstol Santiago, cuya festividad celebramos mañana, que intercedan ante el Padre, para que reparta consuelo, paz, sanidad, paciencia, fortaleza... y todo lo que estos hermanos nuestros necesiten.

sábado, 8 de junio de 2013

Corazones


El Sagrado Corazón de Jesús. Tema para tratar largo y tendido. Pero mi intención es ser breve.
Me he parado a pensar, mientras intentaba preparar esta entrada, si cuando nos referimos al Corazón de Jesús, lo hacemos pensando en el órgano vital que bombea sangre al cuerpo, o al Corazón que es símbolo para nosotros de amor, de alma...
Terminé por unir las dos opciones, de manera que pude hacerme una mínima idea, la cual trataré plasmar.

Cuando decimos o escuchamos frases como: "abrid vuestros corazones a Cristo", no nos referimos, como es lógico, a abrir nuestro órgano; sino que debemos abrir nuestra alma, abrirnos (metafóricamente) para que entre su Amor en nosotros, para que nos dejemos hacer por Él.

No obstante, su corazón, como órgano, fue rajado y de él brotó sangre y agua (Jn. 19,34). Es decir, que Jesús perdió toda su Sangre hasta el punto de que su corazón dejó de latir por amor a nosotros. Le rajaron el corazón (literalmente) y nosotros seguimos haciéndolo cada vez que pecamos. Sin embargo, esa Sangre y ese Agua, fueron derramados para redimirnos. Esa Sangre y esa Agua es la Misericordia del Señor que nos perdona una y otra vez.

Visto estas dos opciones que me planteaba, pensé en unirlas y encontré que Jesús, abrió su Corazón de las dos formas, es decir; nos dio su Amor, y lo hizo con su vida, entregándose y desangrándose hasta que su corazón humano ya no aguantó más.

¿Hay Amor más grande? Y es que el Corazón de Jesús es una llama ardiente, que nos abrasa, nos abraza, nos llena de su ternura, de su caridad.

Jesús hoy te dice: "Ábreme tu corazón, para que yo pueda derramar sobre él, mi Sangre y Agua que te purifica, te limpia, te sacia, te tranquiliza, te sana y te llena de mi Amor y Misericordia".


De la misma manera, cuando celebramos y acudimos al Corazón Inmaculado de María, no acudimos al corazón de carne, sino que lo hacemos al alma. El Corazón Inmaculado, sin mancha, sin pecado, puro, limpio... es el alma de nuestra Madre, que permaneció impoluto de mancha alguna, porque así lo quiso Dios, desde el momento en que fue concebida en el vientre de su madre.

El Corazón de la Virgen también fue traspasado, y esta vez de forma simbólica, no literalmente como el de su Hijo Jesús. Cuando contemplamos sus Siete Dolores, comprobamos que el dolor pudiera ser tanto o más, que si fuese físico. Y sin embargo, María, nunca se enfadó. Al contrario, aceptó siempre la voluntad del Padre, regalándonos, como siempre, el ejemplo de los ejemplos con su hacer.

Acudamos, pues, a los Corazones de Jesús y María, pues están henchidos y deseosos de darnos eso de lo que todos estamos tan faltos, y cada día más en el mundo: AMOR. Este amor nos hará ganar, entre otras cosas, en humildad, generosidad, castidad, paciencia, templanza, caridad y diligencia.


Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.
Inmaculado Corazón de María, sé la salvación mía.

domingo, 19 de mayo de 2013

¡Tócanos, Espíritu Santo!


El Espíritu Santo, como todos sabemos, es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.

Celebramos en el día de Pentecostés, su venida sobre María Santísima y el cuerpo Apostólico. Con esto se cumple la promesa del Padre que nos fue dada a través de su Hijo Jesús: “…el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.” (Jn. 14,26).
Recordamos que “Paráclito” es una palabra que procede del griego "parakletos", y significa "aquel que es invocado".

El Espíritu Santo también desciende antes, pero sobre Jesús, cuando es bautizado por Juan el Bautista. “Y sucedió que cuando todo el pueblo era bautizado, Jesús también fue bautizado: y mientras Él oraba, el cielo se abrió, y el Espíritu Santo descendió sobre El en forma corporal, como una paloma, y vino una voz del cielo, que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido.” (Lc. 3,21-22)

Sin embargo, el Espíritu Santo está desde siempre, pues es Dios, y Dios es eterno, no tiene ni principio ni final. Si abrimos la Biblia, el primer libro que nos encontramos es el Génesis. “Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.” (Gn. 1,1-2). Es decir, encontramos al Espíritu Santo desde el inicio de los inicios. Leemos en el Catecismo: “El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del designio de nuestra salvación y hasta su consumación. Pero es en los "últimos tiempos", inaugurados con la Encarnación redentora del Hijo, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona.” Y así nos lo presenta Jesús. Como una persona, con hacer propio. Y es que el Espíritu Santo es ORDEN, LUZ. Si recordamos la historia de Babel; el caos reinaba entre las personas, eso quiere decir que allí no podía estar el Espíritu Santo, por tanto, la torre terminó por derrumbarse.

El Espíritu Santo nos acompaña en nuestro caminar y nos proporciona armas para vencer al mal y ayudar a los demás. Estos son los 7 dones que, como todos sabemos son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Estos ya los habíamos visto en otra ocasión. Los podemos ver AQUÍ y AQUÍ.

Pedimos a Dios que nos envíe su Espíritu Santo en este día de Pentecostés, para que, como discípulos suyos, podamos ir a anunciar la Buena Nueva a todo el mundo. Para que sea nuestro consolador, nuestro abogado defensor; nos cambie, nos transforme, nos purgue y nos sane con su fuego. Para que ponga ORDEN Y LUZ en nuestras vidas.


Ven Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre, Don, en tus dones espléndido.
Luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo.

Ven, Dulce Huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, Divina Luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, si no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo.
Lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos.
por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
Amén. Aleluya.

El Señor os bendiga.

domingo, 31 de marzo de 2013

¡Aleluya! ¡Cristo vive!

Queridos hermanos y hermanas. ¡CRISTO HA RESUCITADO!
Hoy es el día más grande del año para un cristiano. Después de sufrir la dolorosa Pasión, y el martirio de la Muerte; el Señor Resucita. Eso quiere decir, que ¡ÉL VIVE!, ¡ALELUYA!.
En esta semana, y sobretodo, en los dos últimos días, hemos celebrado la Cena del Señor el Jueves Santo; día del Amor fraterno, y por consiguiente, día del Perdón por excelencia. Y la Pasión y Muerte de Jesús el Viernes Santo, donde las palabras sobran y dejamos paso al silencio y la oración, porque Cristo ha muerto y estamos huérfanos. El Sábado Santo acompañamos a María en su soledad, porque si nosotros nos encontramos solos, ¿cómo estaría su Madre?. Pero el domingo, como decía antes, ¡Jesús Resucita!

Estamos en el año de la fe. La Resurrección del Señor es pilar de nuestra fe. Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal, como escuchamos de boca del sacerdote en la plegaria eucarística.

Es el mayor motivo de alegría para nosotros saber esto. Que la verdadera vida es la que viviremos contemplando el rostro de Dios.

Pero, para llegar a la resurrección, tenemos que pasar nuestra pasión y muerte. Nuestra pasión puede ser una enfermedad propia o de algún ser querido, la falta de trabajo, problemas económicos que nos impiden subsistir, enfados con nuestro prójimo, nuestro egoísmo, envidia, soberbia...todo eso que sabemos que nos quita la paz. Cada uno de nosotros sabemos cuál es nuestra cruz y cómo debemos llevarla. Sin embargo, debemos ser lo suficientemente humildes para reconocer que no podemos llevar solos nuestra cruz. Porque sin Cristo no podemos hacer nada. Él es nuestro "Simón de Cirene"; y está deseoso de ayudarnos, y de llevarnos de la mano junto al Padre.


Cristo vive y está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Su victoria, es nuestra victoria.
Con su Muerte nos libera del pecado. Con su Resurrección nos abre las puertas a la nueva vida, nos abre las puertas del Cielo.

Estamos de enhorabuena. ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!
Que el Señor te bendiga.


miércoles, 13 de marzo de 2013

Francisco I


Annuntio vobis gaudium magnum;
habemus Papam:

Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum,
Dominum Georgium Marium
Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Bergoglio
qui sibi nomen imposuit Franciscum

13/3/13