Mi vida es mía, y lo que pase en ella no les interesa a ninguno de ustedes.
No soy ni su película, ni su novela, ni su entretenimiento.
Únicamente soy autor de mi propia historia. Dedíquense a ser los autores de las suyas propias, que yo no quiero ser ni el personaje secundario, ni el epílogo de las suyas. No, no me interesa para nada.
Pero si lo prefieren, sigan hablando, sigan criticando, sigan envidiando, sigan así, si su verdadera meta es continuar siendo infelices.
Cuando el chisme destruye lo que era sagrado:
Hubo amistades que parecían firmes, hasta que el veneno de las palabras susurradas empezó a filtrarse. No fue una discusión. No fue una traición directa. Fue el murmullo, el juicio disfrazado de preocupación, la mirada que no pregunta pero acusa.
Vayamos a la Biblia y veremos que Proverbios 16, 28 lo dice sin rodeos: “El perverso provoca contiendas, y el chismoso divide a los buenos amigos.”
Y eso fue lo que muchos querían que sucediera. El chisme llegó como una sombra silenciosa, y lo que antes era confianza, podría ir convirtiéndose en distancia.
Pero hoy pongo límites. (Todos tenemos que ponerlos en algún momento). Hoy cuido mi vida como un jardín cerrado, más que antes. Acorazado sí, pero en el interior sigue un florido, colorido y luminoso jardín que muchos, la mayoría, no podrán ver. Porque las lágrimas del mártir riegan el jardín de la gracia eterna.
¡Qué hablen los que no saben! ¡Qué inventen los que no tienen paz! Por sus obras ya los conocemos. No hace falta más. Nosotros a lo nuestro: Oración y silencio, porque entre espinas, el alma evoluciona.
Los chismes no golpean. No gritan. Los chismes susurran. Y en ese susurro, destruyen.
Pero recuerda: La oscuridad de Getsemaní precede la Luz del sepulcro vacío.
Por eso sigo escribiendo mi historia con dignidad, porque no nací para ser parte del guion de otros.
Dios no une almas al azar. Dios une propósitos. Y todos, en nuestra libertad, debemos trabajar para ello.
Ustedes sigan intentándolo, que lo que el chismoso no sabe es que esto fortalece y están creando una gigante y, a la vez, silenciosa máquina de amar y crecer.
Porque cuando en estos casos pides ayuda a Dios, Él permite el sufrimiento. Porque sabe que el dolor, es el auténtico gimnasio del alma.
El Señor nos bendiga.
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