lunes, 11 de mayo de 2009

Primeras Comuniones

Mes de mayo. Mes dedicado a la Santísima Virgen María -de la que hablaré con detenimiento en otro momento- y es también, el mes de las “Comuniones” por excelencia. Ese momento debería ser muy especial para cada niño que recibe por primera vez a Jesús Sacramentado. Y digo debería porque, salvo excepciones, hoy día lo de menos es el sacramento que reciben. ¡Qué pena! Quizás sean demasiado pequeños para darse cuenta, y para eso deberíamos estar ahí los más mayores, para ayudarles a que sepan de verdad lo que van a hacer; pero el problema es que muchos “mayores” siguen sin darse cuenta de lo que es comulgar a Cristo. Y la felicitación y celebración por recibir por primera vez la Comunión -que no es malo, puesto que es motivo de gozo y alegría-, se convierte en evento social en lo que, lo menos importante es lo que se celebra, sino la celebración en sí; careciendo de sentido, por esta razón, la mencionada celebración.
A muchos de ustedes, recordando su primera comunión, se le vendrá a la mente recuerdos y anécdotas como aquella petición que tuvo que leer, o la ofrenda de un cáliz lleno de vino que llevó al altar, y por supuesto, cómo recibió por primera vez a Jesús. Pero también recordarán la celebración. Algunos no tuvieron, otros fue rodeado de sus primos y unos bocatas, otros con una comida… y los regalos. Regalos que también han cambiado con el paso del tiempo. Hoy iba oyendo en la radio mientras conducía, que los regalos de antes eran cosas como el primer reloj de pulsera que tenían. A mi me regalaron varios bolígrafos, y mi primer balón de baloncesto (he de confesar que éste, fue el regalo que más me gustó). Hoy la electrónica absorbe todo nuestro alrededor, y si no hay una consola, unos videojuegos, un mp3, un mp4, y cosas por el estilo, no hay regalos que valgan.
Y el desembolso económico entre banquete, ropa de contralmirante (para niños) y princesita (para niñas), ropa de ellos mismos (padres), regalos, etc., que hacen los padres de las criaturitas, no es normal. Se endeudan para celebrar algo que, como decía antes, muchos no saben ni lo que es. Celebran porque “mi hijo no va a ser menos que su amigo del colegio”. ¿Y quién ha dicho que sea menos o más, porque su celebración sea distinta? ¿No será que usted piensa que es menos que el padre del amigo de su hijo? Y aun así, tampoco es menos que nadie. A ver si el que necesita una catequesis es usted y no su hijo (aunque hay catequistas… y catequistas). El problema es esta sociedad capitalista en la que, si no hacemos alarde económico, no somos nadie. Se mira más el aparentar que el ser como uno es.
Pero el momento celebración eucarística es lo más digno de mencionar. La mayoría de los invitados a la celebración (padres incluidos) no pisaban la iglesia desde que bautizaban al niño que hace la comunión, y eso… se nota. Entran en el templo como si fuera un ágora romano; y verdaderamente entran ganas de decirle… ¡Señores, si con su comportamiento no van a respetar ni el lugar en el que están ni lo que se está celebrando, váyanse al Bar de Anselmo que está enfrente –siempre está enfrente de la iglesia el Bar de Anselmo- hasta que termine todo, y luego, si quiere que los anfitriones de su almuerzo copioso vean que asistió, reúnase en la puerta de la iglesia con los demás, pero no moleste!
Ojala algún día, estos niños (ya mayores) miren para atrás y recordando lleguen a comprender, que en el día de su primera comunión, lo más importante fue eso, su Comunión, el sacramento, y no la ropa, el banquete o los regalos que recibió.

1 comentario:

Anónimo dijo...

q lindo