En esta semana he tenido una experiencia de las que podemos
catalogar de “rutinarias”, pero desde el primer momento me hizo pensar y… aquí
estoy, escribiendo sobre ella.
Un día muy desapacible, de fuerte viento y cielo encapotado.
Salía del supermercado y en la puerta de repente veo a una persona muy próxima
a mí, con un abrigo acolchado tipo plumífero muy fino, con el cuello levantado
para cubrirse del frio y humedad, una mascarilla higiénica y un gorro de lana
hasta las cejas que impedía, a primera vista, reconocerla. Busqué entre las
capas de ropa su mirada para identificarla, y así fue. Era una persona muy
conocida en la localidad, drogadicta, siempre hace algún comentario e incluso
graciosos, con mucho arte. Aquel día no iba a ser distinto. Cuando cruzamos
miradas, yo le sonreí, aunque he de
suponer que poco se me vería a través de la mascarilla. El caso es que me dijo:
“El mundo es un pañuelo, caballero”. Sin más le contesté haciéndole un signo de
aprobación a su comentario levantando el pulgar: “Así es”; y seguí mi camino. A
escaso metros tenía el coche y al abrir la puerta, aquella persona desde su
sitió siguió hablando, esta vez en voz alta, seguramente que con la intención
de que la oyese. “Unos nacen con estrellas, y otros «estrellaitos»”.
En cuanto subí al coche, esa frase no hacía más que
bombardearme. ¡Qué pena que las personas caigan en ese pozo enrevesado de la
droga! Pero no sólo eso, ¡qué pena y qué desagradecimos somos las personas!
En efecto, a unas personas Dios les concede tener una familia,
casa, necesidades cubiertas, trabajo, amigos, educación… bienestar. A otras les
concede pobreza, enfermedades, guerras, violencia, soledad…
Pienso que los que tenemos el regalo de pertenecer al primer
grupo, no damos a Dios las gracias suficientes. Al revés, nos quejamos de todo
y nos creemos con más derechos que nadie. Muchos llegan a creerse superiores al
resto pensando que con dinero se compra todo, olvidándose de amar, de ser un
poco humildes, y de que todos somos iguales. Unos con más bienes que otros,
pero iguales. Iguales nacimos, e iguales morimos.
Puede ser una buena ocasión para que todos meditemos sobre
esto. Dar gracias a Dios por todo lo que nos da, y pedirle más por los demás y
menos por nosotros mismos. Muchas veces, con tal de llamar la atención del
resto, porque somos todos muy soberbios, nos quejamos y gritamos a los cuatro
vientos que “nos duele mucho la cabeza”. Siempre hay quien está peor que nosotros,
pero infinitamente peor. ¡Lástima que la venda egocéntrica que portamos nos
impida ver más allá de nuestro ombligo!
Al inicio decía que había vivido algo que podíamos catalogar
de “rutinario”. Hemos convertido las desgracias de los demás en rutina, ya nada
nos conmueve. El hambre, la droga, la enfermedad, la violencia, la sociedad que
se empobrece. Las muertes por guerras, pandemia, atentados… ya no nos
escandaliza. Nos da igual 5 que 150. El enemigo está consiguiendo que las
personas seamos simples números unos para otros.
Recordemos que Cristo vino al mundo, y nos preparamos en
estos días de Cuaresma para vivirlo intensamente, con el único fin de salvarnos
y redimirnos a todos. Cristo no viene a salvar a los que viven bien únicamente,
o a los que van a misa únicamente, o a los que rezan mucho únicamente. Cristo
va a entregar su VIDA por todos los que quieran salvarse. Pobres, ricos, sanos,
enfermos… y aunque, como decía antes, sigue habiendo quien piensa que con
dinero se compra todo, a Dios precisamente no se le compra, y menos con unas
simples monedas. Quizá en nuestra idea humana de ver las cosas, pensamos que
muchos nos salvaremos porque Dios es bueno y yo “ni mato, ni robo” (que está
por ver porque hay muchas formas de matar y de robar). Pero no pensamos como
Dios, ni sabemos los planes de Dios, y mucho menos podemos comprar a Dios; y
esa persona a la que despreciamos porque consideramos “inferior” a nosotros,
puede que ya tenga su sitio guardado en el Cielo, mientras que nosotros
tendremos que luchar por un huequito en el purgatorio porque somos incapaces de
AMAR, que es la única pregunta del examen final de nuestras vidas. ¿Has amado
de verdad a los demás?
Ojalá y en el tiempo que resta de Cuaresma, sepamos valorar
lo que tenemos, agradecerle a Dios por todo y, sobre todo, recapacitemos y
examinemos nuestro compromiso de Amor con Dios y con los demás.
El Señor nos bendiga.
2 comentarios:
Y tanto que tendríamos que dar gracias!!Cada momento!! Esa "personita" seguro q tiene su sitio guardado y su "estrellamiento" se convertirá en gloria🙏
Seguro que sí 😉🙏🏼
Muchas gracias por dejar tu comentario ☺️
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