domingo, 27 de diciembre de 2020

Sagrada Familia

Sagrada Familia.

Gérard Edelinck. 1704. Biblioteca Nacional de España.


Padre, Hijo y Espíritu Santo: Un solo Dios en Tres Personas.

Jesús, María y José, reflejo de la Trinidad Beatísima en la tierra: Una Familia en Tres Personas.

Los Mandamientos antes del primero dedicado a la Familia son Tres, porque el Tres es el número de la perfección. Hay que amar a Dios sobre todas las cosas, no mencionar el Nombre de Dios en vano, y santificar las fiestas, pero después de esto, lo más importante es honrar a tu padre y a tu madre. Después de Dios que debe ser lo primordial en nuestras vidas, está la Familia.

La Sagrada Familia, a quien hoy dedicamos el día, es ejemplo para nosotros de amor, humildad, obediencia, unidad… ejemplo de Familia.

La sociedad actual, con su verborrea barata, tiene totalmente devaluada a la Familia y, siendo ésta el centro neurálgico, desatendido y sin cimentación, hace que la propia sociedad se devalúe. Es la pescadilla que se muerde la cola. ¿Cuántas veces hemos dicho u oído que el mundo de hoy está muy mal? ¿No será que la Familia como tal es casi inexistente? Muchos piensan e incluso llegan a asemejar el término familia con algo antiguo o de beatos, y no contentos con eso, utilizan los vocablos en sentido despectivos.

La Familia no es cosas de viejos, no es cosa de otra época pasada. La Familia es, debe y tiene que ser actualidad constante. Independientemente del estatus social, cultura, edad… el centro del mundo radica en los padres y los hijos, con amor mutuo, respeto, obediencia, ayudas, desprendimiento, servicio, humildad… Si esto existiera en cada familia del mundo, éste sería distinto y, ni que decir tiene, que mejor.

Padres que se pelean entre sí llegando incluso a cometer asesinatos, hijos que insultan a sus padres o los mata porque “les molestan”, gritos, iras… Si esto sucede en miles de familias, ¿cómo vamos a pretender la paz universal? Si somos incapaces de tener la paz en casa, no podremos jamás conseguir algo superior. Por tanto, hemos de trabajar y cuidar lo que tenemos, porque la Familia es lo más sagrado. ¿El problema? Que no aceptamos a Dios en nuestras vidas y si lo hacemos, es de palabra y para aparentar externamente lo que no tenemos de verdad, pero no de obras. Y para que exista una Familia de verdad, con todo lo que conlleva, es imprescindible la presencia en medio de ella de Dios.

Todo tiene sentido aunque nos cueste reconocerlo. Sin Dios no podemos nada, con Él todo lo podemos. Si Dios no está con nosotros, estará el enemigo. A él le gusta crear polémica, enfados, y se alegra con nuestro pecado. En cambio Dios quiere amor, unidad, y se entristece con nuestro pecado. Por tanto, si dejamos fuera de la Familia a Dios, el que une en el Amor, nunca podremos tener esa ansiada Paz. Y si no la tenemos nosotros, no podemos llevarla a los demás. Y si no la llevamos a los demás, y los demás están como nosotros, es cuando surge el caos en el que estamos inmersos. Porque desde el origen, y podemos leerlo en las primeras palabras del libro del Génesis: “La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas” (Gn. 1, 2). Es decir, hasta que Dios no puso orden en la Creación, todo era caos, oscuridad, y así será nuestra Familia si no dejamos que sea Dios el que ponga orden, nos una y nos traiga su Paz.

Dios envió a la tierra a su Hijo, el Rey de reyes, el más Grande, y nació en un establo. El rostro visible de Dios invisible nace de la forma más pobre y humilde, rodeado de animales y estiércol para traernos su Paz, su Amor. Y su vida será siempre de servicio y entrega por ti, por mí, por todas las personas sin excepción. Y nosotros, ¿qué hacemos? Buscamos riquezas, queremos llevar siempre la razón, nos creemos mejores que los demás…

María y José ayudaron a Jesús a ir creciendo, ellos sólo querían lo mejor para Él, y le dieron todo lo que estaba en su manos. Con ellos fue descubriendo quien era desde su parte humana, ya que Él lo sabía todo como Dios. Y así los padres hacen con nosotros, y nosotros como padres hacer con nuestros hijos. Pero nosotros como hijos debemos ser obedientes a nuestros padres, y nuestros hijos deben serlo con nosotros, pero siempre desde el amor, no se trata de imponer nuestra ley, sino de que sea Dios el que esté entre nosotros y una la relación padres-hijos, como hizo con María, José y Jesús.

En la actualidad las personas nos “estorbamos” unos a otros; y me explico. Nos hemos vuelto sumamente egoístas por la falta de amor. ¿Qué me he quedado embarazada y no me apetece ahora tener un hijo porque soy joven y tengo que “vivir la vida”? Pues mato al bebé, le quito la vida a él, y lo camuflo con la palabra aborto o lo que es peor, interrupción del embarazo. ¿Qué tengo un familiar con una enfermedad o es disminuido físico, necesita tiempo para atenderlo y me lo tengo que quitar de mi disfrute personal? Pues lo mato, le quito la vida a él y lo camuflo con el vocablo eutanasia, porque “se merece una muerte digna”. Jesús y María acompañaron a San José cuidándolo y atendiéndolo, hasta que Dios se lo llevó. María veía cómo su Hijo sufrió la pasión y muerte, y estuvo a su lado acompañándolo hasta el final. ¿Quiénes somos nosotros para privar de la vida a nuestros familiares? Quizás algún día nos maten porque nosotros seamos los que “molestamos”. ¿Qué poder tenemos nosotros para no llevar a cabo el plan de salvación de Dios? Las cosas pasan por un fin que no sabemos ni entendemos, pero vienen de Dios y por tanto, debemos fiarnos de nuestro Padre porque será lo mejor y lo más perfecto que nos pueda pasar. No es fácil, pero en el esfuerzo es donde nos fortalecemos todos, en eso cosiste la unidad fraternal.

Ojalá nos dejemos llevar del modelo por excelencia que nos dio y sigue dando la Sagrada Familia, y lo sepamos llevar a la práctica como padres y como hijos.

El Señor nos bendiga.

2 comentarios:

Anita dijo...

¡Gracias! Qué asi sea 🙏

Rafa dijo...

¡Muchas gracias a ti! DTB siempre