domingo, 16 de agosto de 2020

Caricias desde el Cielo

 


Hay una serie de fechas en el calendario que, para los cristianos, están grabadas y tienen un carácter especial como el día de Navidad, Jueves y Viernes Santo, la Resurrección del Señor, el día de nuestra onomástica o Santo al que le tenemos devoción...

Cuando nace o fallece alguna persona, a mí personalmente me gusta buscar esa relación con la fecha en la que se produce dicho momento con el fin de ver mejor la mano de Dios. Ayer fue uno de esos instantes, triste por un lado, pero lleno de Esperanza y consuelo por otro.

Tal día como ayer, hace años, fallecía el abuelo de mi ahijado y pensé algo similar a lo que, a continuación, voy a exponer. Justamente ayer, partía también al Padre el hermano de un amigo y maestro, como me gusta llamarlo pues me ayudó a iniciarme en mi vida profesional y siempre ha estado ahí para echarme un cable cuando lo he necesitado.

Su hermano, un alma pura, entró ayer por la puerta grande del Cielo, de la mano de la Santísima Virgen en el día de su Asunción. Ella fue elevada a la Gloria para reencontrarse con su Hijo amado, el mismo Dios. Ninguna muerte es fácil de llevar para los que seguimos peregrinando en este mundo, pero todos tenemos que pasar por ese tránsito y, ¿qué mejor manera de hacerlo que de la mano de nuestra Madre? Ayer Ella, en su Asunción, tuvo ese detalle mostrando el camino y llevando a este hermano, a este hijo de la mano a la presencia del Padre. Sí, es para nosotros y, sobre todo para su familia, una dolorosa despedida, sin embargo fue una dulce caricia desde el Cielo que lo recibía en sus los brazos amorosos.

No fue una vida fácil ni para él ni para sus padres y hermanos que se volcaron y sacrificaron siempre, día tras día, para que jamás le faltase atención, amor, y los cuidados especiales que necesitó. No todos somos capaces de estar al pie del cañón toda una vida, pero como suelo decir, Dios entrega las batallas más duras a sus mejores soldados. Por eso, todos deben quedar satisfechos, pues la batalla diaria durante años, ha finalizado con la satisfacción del deber cumplido con creces.

Ahora él, que goza ya del rostro divino de Dios, es el que ayudará a su familia a superar su pérdida física, no la espiritual -puesto que vive-, y es él mismo el que, siguiendo el camino que le mostró María, les envía constantemente caricias desde el Cielo que poco a poco los confortarán.

No quiero desde aquí consolar únicamente con estas humildes palabras, pues entiendo por experiencia, que en estos momentos no hay consuelo y que hay que pasar este duro y doloroso duelo. Sin embargo es mi forma de mostrar nuestro pequeño apoyo, nuestra ayuda, nuestra presencia y oración, para que sea el impulso que necesitan para seguir juntos en este valle de lagrimas. Es un simple abrazo que, aunque no llegue a cubrir ni una milésima parte de lo que se necesita ahora, está cargado de sinceridad y cariño a toda la familia.

¡Qué nunca nos falte la ESPERANZA del reencuentro!

Descansa en la paz que sólo Dios puede dar, Miguel.

domingo, 2 de agosto de 2020

Jesús. Alimento espiritual



«Dadles vosotros de comer.»
Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.»
Les dijo: «Traédmelos.»
[…] Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

He estado meditando este texto que nos propone el Evangelio de hoy (Mt. 14, 13-21) y quiero expresar mi interpretación personal. Puede que resulte un poco engorrosa de entender, pero lo voy a intentar.

La gente fue en busca de Jesús para escuchar su Palabra, aprender de Él, para alimentar sus almas. Reconocen en Jesús al Mesías y ansían su misericordia, por eso, si leemos el texto entero, comprobamos que «vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos.»

Pero vayamos al motivo de esta pequeña reflexión.

Los discípulos contaban tan sólo con 2 peces y 5 panes. Imaginemos un concierto o un gran estadio de fútbol lleno de espectadores. ¿Cómo iban ellos a alimentar a más de diez mil personas? A veces las personas no tienen hambre de comida material únicamente, sino que están deseando que les hablen de Dios, que les expliquen la Palabra, quieren conocer a Cristo más profundamente… ese es el hambre que quizás podamos intentar saciar desde nuestra pequeñez y humildad.

Dios nos ha dado a todos unos talentos, unos dones para ponerlos al servicio de los demás. Quizás pienses que no tengas, o que están poco desarrollados, o que son pocos y no puedes ayudar a otros. Sin embargo, si los ponemos al servicio de Dios y del prójimo, Él los multiplicará hasta que a los que servimos, queden saciados. Así hicieron los discípulos con 2 pees y cinco panes. No tenían más, era lo único que habían llevado para cenar ellos, pero lo poco de lo que disponen, lo ponen en manos de Jesús y Él hizo el resto.

Pues bien, fijémonos ahora en una curiosidad. ¿Sera “casual” que estemos hablando de panes y peces?

El ichtus o ichthys (en griego ΙΧΘΥΣ ijcís "pez") es un símbolo formado por dos arcos que se cruzan formando la silueta de un pez de perfil. Fue usado de forma secreta entre los primeros  cristianos para identificarse entre ellos. Y es que el acrónimo significa Ἰησοῦς Χριστὸς Θεοῦ Υἱὸς Σωτήρ, Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador. Es decir, usando las letras iniciales obtenemos ΙΧΘΥΣ, pez. Por eso desde tiempos paleocristianos, a Cristo lo representamos con un pez.


Por otro lado en la Eucaristía tenemos al mismo Cristo con su Cuerpo, Sangre y Divinidad. Jesús Sacramentado en un trozo de pan. El pan es alimento esencial. No tener pan es estar expuesto a la muerte. El pan es la vida.

Dicho esto, pienso que Dios nos está pidiendo hoy que demos de comer al que tenga hambre de Él. Quizás contemos con unos panes y unos peces, es decir, talentos o dones insuficientes para tanta gente; pero esos dones nos son dados por Dios, y es a Dios a quien debemos llevar a los demás. Tenemos que acercar a Cristo a los que lo necesitan, sin embargo contamos con el mismo Cristo: a Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador (pez) y también con la Eucaristía (pan), nuestro alimento espiritual y el alimento espiritual que hemos de llevar a muchos. Convertir almas para el Señor, para cuando estén cerca de Él, puedan comer el pan que da la vida eterna.

No es de extrañar, por tanto, que este episodio de la multiplicación de los panes y los peces, sea un preludio de la última cena, esto es, de la institución de la Eucaristía, donde el propio Salvador del mundo (ΙΧΘΥΣ) nos dirá «Esto (pan) es mi Cuerpo.»

Para acabar, recordemos que para Dios nada hay imposible, que contamos con su ayuda, con la Santísima Virgen Reina de los Ángeles. Pongamos lo poco o mucho que tengamos en manos del Señor, Él hará su obra y multiplicará lo que nos falte cuando lo vea oportuno, eso ya depende de Él. Por tanto, cumplamos con lo que nos encomendó como discípulos suyos que somos: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.» «Dadles vosotros de comer.»

El Señor nos bendiga.