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San José y el Niño. Francisco Font y Pons. Principios del siglo XX Iglesia San Mateo. Tarifa (Cádiz) |
Cuando pensamos en San José ya sabemos
identificar su iconografía debido a las incontables ocasiones en que hemos
visto imágenes de él. Sin embargo, puede ser que no sepamos la razón de dichas
representaciones y, sobre todo, cómo fue surgiendo su devoción.
Lo primero que debemos saber es que ha sido
representado a lo largo de la Historia del Arte desde el paleocristiano. También
es verdad que son escasas en origen y siempre estaba junto a la Virgen o el
Niño, principalmente en escenas pertenecientes a la infancia de Jesús, tal y
como relatan los Evangelios Canónicos de San Mateo y, especialmente, de San
Lucas. Pero surgen los primeros problemas, y es que debido al polémico dogma de
fe que suponía la virginidad de María para los primeros cristianos, a veces no aparecía
la figura de San José en la escena, sobre todo por los más doctos en temas
bíblicos, y por tanto llegó a incluso a retrasarse su papel como esposo de
María, con el fin de evitar confusiones.
Su presencia parece aumentar durante el arte
bizantino, momento en que proliferan los textos apócrifos como el
“Protoevangelio de Santiago” o la “Historia de José el carpintero”, en los que
se cuenta parte de la vida del padre putativo de Jesús.
En la Edad Media se va introduciendo de manera
mayoritaria como un varón anciano, manera que no tuviera un papel protagonista
y pudiera reforzarse el carácter virginal de María, evitando así, que personas
poco formadas dudasen de ese carácter incorrupto de la Virgen. Sin embargo,
teólogos medievales tan importantes como Beda el Venerable, Santo Tomás de
Aquino y en particular en el siglo XI San Bernardo de Claraval defienden su
persona. De todas formas, la devoción a San José es escasa hasta la difusión de
la devotio moderna. Empieza a
despuntar el papel de San José debido a la importancia que se le da a los
episodios de la infancia de Jesús. La devoción se extiende entre las órdenes
religiosas, de las que destacamos a los franciscanos con el primer Belén en
Greccio de San Francisco.
A finales de la Edad Media, durante el gótico,
Jean Gerson (1363-1429), agustino francés llamado Doctor christianissimus, autor de un poema titulado “Josephina”,
que tuvo gran difusión e importancia y en el que se descubrían los enormes
valores que poseía la figura de San José y que hasta entonces no se habían
tenido en cuenta, pone de manifiesto su papel más participativo, aunque no deja
de formar parte de las escenas de la infancia de Jesús. Como consecuencia, lo
empezamos a ver en momentos de la vida cotidiana preparando la comida.
Pero llega un momento que podemos considerar
un punto de inflexión en la historia, pues entre 1545 y 1563 se celebra el
Concilio de Trento, que marcó el inicio de la Contrarreforma. En él se
defendieron muchos aspectos de la fe católica que los protestantes negaban,
como el valor sacro que tenían las reliquias. En cierto modo esto impulsó la
devoción hacia San José, ya que había sido el primer hombre en tocar a Cristo.
En este contexto destaca, además de los mencionados franciscanos, el papel de
la Compañía de Jesús, que defendió con empeño el culto a los santos, a los que
se oponían los protestantes y, de manera particular la figura a San José,
dedicándole una capilla en todas las iglesias que la Orden tenía en España.
Pero sería fray Bernardino de Laredo quien
realizaría el primer escrito en castellano sobre el Patriarca. Su obra
principal es la “Subida al Monte Sión” (Sevilla 1535) y junto a ella se publicó
el también llamado “Josephina”; un pequeño tratado sobre las glorias y
patrocinio de San José, que tanto influiría en Santa Teresa, fundadora de la Orden
de los Carmelitas Descalzos, que lo convirtió en el Patrón de su Orden y le
dedicó doce de los diecisiete conventos que fundó, entre ellos su primera casa,
San José de Ávila. La devoción a San José se estaba consolidando con el impulso
de Santa Teresa, y se empieza a ver de forma tanto individual como con el Niño,
ya sea en brazos o bien caminando a su lado cogidos de la mano. Éstos serán los
dos tipos iconográficos más representados a partir de ahora, junto con el de la
Sagrada Familia, en los que la imagen de San José tendrá un papel protagonista.
Si tendemos a pedir a los santos que
intercedan por nosotros ante Dios, ¿cómo podíamos olvidar a San José, su padre
y tutor terrenal, el esposo de María?
Silencio, obediencia y humildad, son tres
características que destacamos de él.
Ni una palabra de José encontraremos en los
evangelios. Fiel, obediente y siervo de Dios. Siempre en segundo o incluso tercer
plano, cediendo protagonismo a Jesús y María, pero ahí estaba él, detrás, pilar
fundamental en su familia.
Aprendamos de San José y pidámosles que nos
ayude a ser humildes y fieles a Cristo.
Feliz día de San José.
El Señor nos bendiga.