
Querido Jesús:
Sabemos que la cuaresma es un
tiempo de penitencia donde resaltamos el ayuno, la oración y la limosna, a lo
que le añadimos la abstinencia de comer carne ciertos días, como el miércoles
de ceniza y los viernes. Últimamente está la moda de “sustituir” esos pequeños
sacrificios por otros, así como cambiar la limosna de dar unas monedas por otra
cosa, como el tiempo.
Muchos de los que se denominan
cofrades “vuelven” tras haber desaparecido un año entero, porque hay que montar
los pasos, ensayar, limpiar orfebrería, o derretir la cera para la candelería,
entre otros menesteres como acudir “obligatoriamente” a los cultos si
perteneces a una junta de gobierno, porque la hermandad tiene que estar
representada.
Cuando un año tras otro veo tanta
superficialidad, supongo que llega el momento en que uno se cansa de esto, no
porque no le guste, sino porque no siente que se viva como debería.
Puede ser que siempre me haga mil
preguntas. Puede ser que esté en proceso de transformación. Puede ser que vea
todo diferente a la mayoría. Pueden ser mil razones, incluso una mezcla de
varias, pero desconozco cuál es, a día de hoy.
Esta cuaresma, efectivamente, ha
sido distinta. Alejado del mundo cofrade y más cerca de intentar conocer el
sentido de todo; algo que se me antoja imposible que quepa tanta magnitud en mi
limitada cabeza humana. Sin embargo, hay veces que necesito respuestas.
Respuestas que no llegan o no veo porque, posiblemente no sea el momento de
saberlas. Pero insisto una y otra vez, como un niño caprichoso que quiere
conseguir algo de sus padres.
Sí, mi cuaresma está siendo rara,
como todo lo que me rodea.
Sin saber cómo, me he visto
envuelto en una maraña que no sé cómo deshacer. Cosas que antes me atraían más,
hoy no tanto. Incentivos que tenía, parece que se desvanecen poco a poco, como
el humo del incienso que se pierde en el cielo de una estación de penitencia.
Aún permanece su olor, pero ya no lo veo.
Miro a mi alrededor y, quizás por
no hacer lo que hacen otros tantos, me veo solo. Todos tenemos nuestras ideas
personales. Todos nos equivocamos y tomamos decisiones que no son las más
adecuadas, pero sin ellas quizás, no aprenderíamos. Somos así, reaccionamos a
base de palos, unos más que otros. El miedo también paraliza y de repente
pienso: Tus discípulos estaban escondidos por miedo. Sí, puede que haya sido
cobarde en muchas ocasiones, pero cuesta trabajo incluso andar por la calle
sabiendo y sintiendo que los juicios de la mayoría hacia mi persona van y
vienen como las olas a la orilla. Claro que intento hacer lo que tengo que
hacer, pero hay días que esto pesa más que otros. Unos días se soportan bien,
como si no pasara nada. Otros tienes agujetas del día anterior. Otros, duele
aguantar…
Personas que amo y tenía cerca,
también parece en estos tiempos que se van alejando cada día más y, de nuevo,
me siento solo. Incomprendido. Una vez más pienso: Tus discípulos te
abandonaron en el peor momento, hasta te negaron como Pedro. Pero tú continuaste;
solo, pero continuaste tu misión.
Cada uno tenemos nuestra misión.
La tuya, indudablemente, la más grande que nadie pudiera llevar a cabo.
Soportar el peso del pecado de toda la humanidad y salvarla de la muerte. ¿Cuál
es la mía? ¿Amar? Yo puedo amar, por supuesto, de hecho, cada día me doy más
cuenta que fuimos creados para eso. Y duele, bien lo sabes. Porque es doloroso
amar a quienes se apartan. Es complicado amar cuando ves que no encajas en
ningún sitio a pesar de los esfuerzos; cuando te sientes abandonado y rechazado
pero, ¡qué te voy a contar que Tú no sepas y hayas vivido!
Humillado, insultado, azotado,
rechazado, abandonado, solo ante todo. Frío, sin ropa, ensangrentado, herido de
muerte, sentado en una piedra esperando pacientemente que te claven en un
madero. A tu lado, aunque en la distancia, siempre prudente, tu Madre. Porque
así son las madres, siempre acompañando a sus hijos en sus vidas, pendientes a
cualquier cosa que les haga falta. ¡También les ha caído una buena misión a
ellas!
¡Ay, Jesús! ¡Qué difícil lo veo
todo con la fácil que es en realidad! ¡Qué negro lo veo todo, cuando debería
verlo iluminado y ornamentado con la mejor paleta cromática!
Noche oscura del alma que no
encuentra sentido a nada, que enfría el más cálido de los abrazos, que amarga
el más dulce de los besos, que parece apagar hasta los luceros de una mirada,
que entristece hasta el contemplar la más hermosa de las sonrisas que jamás
pudiera presenciar,…
Noche oscura de cuaresma, en la
que busco como un loco entre mi Dolor, encontrar ese pequeño rayo de Luz que
salga pronto del sepulcro cuando ruedes la piedra, y me confirme la Esperanza
en la que me sostengo.