No tengo nada en contra de las elecciones, ni tengo inconveniente en votar cuando hay que hacerlo. Sí discrepo en algunas cosas, pero que son casi inevitables, y eso es lo que traigo hoy aquí.
Las elecciones, sean del grupo que sea, van regidas por unos estatutos. Estos deben cumplirse nos gusten más o nos gusten menos. Son las normas que se nos ponen para el, en principio, buen funcionamiento., o para unir criterios. No vale hacerlo todo “en familia” si no vamos a cumplirlos, porque luego tendremos problemas.
Eso por un lado. Y por otro, aunque sean elecciones, en mi opinión no son para gobernar un ayuntamiento, región o estado. Los que se presentan, están para poder dar un servicio gratuito a la comunidad. Están para trabajar por Dios y por el resto de los hermanos. Y debe tener una serie de requisitos. Y me explico. Al igual que no todo el mundo sirve para ser cirujano cardiovascular, o mecánico de Fernando Alonso, o ser una gran estrella del baloncesto como Pau Gasol; de la misma manera no todos servimos para ser, monitores, servidores , responsables de grupos, hermanos mayores… En los casos que tratamos, jugamos con las almas de los demás. Sí, suena fuerte, pero podemos confundir a los demás llevándolos por el mal camino, o por el camino equivocado. Debemos presentarnos, si cumplimos esos mínimos requisitos, y ya está. Esto es, dejar el resultado en manos de Dios. Si no salimos elegidos, es porque Dios no ha querido, o porque no es nuestro momento. Pero lo que me revienta de verdad, es ver cómo se hacen campañas para ser elegidos. Gente que no te saluda, de pronto te saluda con una sonrisa y se paran a preguntarte cómo estás. En otros casos se convierten en “generosos” e invitan en su casa a comer, cenar, merendar… a otros hermanos con el fin de ganarse esos votos. En pre-elecciones, los “candidatos” se vuelven más simpáticos, generosos, amables, sonrientes, caritativos, salen a leer las lecturas en misa… hasta que consiguen su objetivo. Una vez que tienen el “poder”, vuelven a ser como antes.
¿A caso no es una contradicción? ¿Para quién trabajamos, para los demás o por nosotros mismos? ¿No parece un alimentar nuestro “yo” sin parar? A veces, después de unas elecciones, vemos el aparente triunfo del hombre. Y digo aparente, porque luego vemos los resultados. Quieren hacerlo todo ellos sin contar con Dios. De boca para fuera bendicen y dicen palabras bonitas, pero no son más que eso; palabras que se lleva el viento, como los fariseos. Que se note que estamos aquí. El protagonismo, el egoísmo, la envidia… son frutos podridos que dan este tipo de comportamientos. “Por sus obras los conoceréis” nos dice Jesús.
Si dejamos esto en manos de Dios, y que sea Él el que nos lleve, todo irá bien. Pese a que no seamos elegidos. Y, ¿por qué hacer campaña electoral si vamos a confiar en Dios, que es lo que vamos pregonando por ahí? Supongo que nos falta la humildad que predicamos de boca, pero que, con nuestro ejemplo, dejamos muchísimo que desear.
Pidamos al Señor esa humildad que necesitamos todos, y dejemos que se encargue Él de guiarnos. No nos empeñemos en hacerlo nosotros, porque nos iremos y, lo peor de todo, es que llevaremos a un montón de personas con nosotros, a la miseria espiritual.
Que el Señor nos bendiga y su Madre María Santísima nos acompañe siempre.
3 comentarios:
Sigue habiendo mucho fariseo suelto Rafael, incluso en la Iglesia. Un abrazo ¡¡¡
Kara tiene razón, somos humanos y cargados de razones tanto los de dentro como los de fuerade la Iglesia, pero los de iglesia tendrían que ser más auténticos y no engañarse.
Con ternura
Sor.Cecilia
Pues sí, se engañan a sí mismos y engañan a los demás. Todos tenemos que ganar en humildad y examinarnos, aunque sólo sea un poco.
Un abrazo,
Rafa
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