Cuando escuchamos la expresión “todos somos iguales”, seguro que pensamos que así debiera ser. En realidad para Dios todos somos iguales, todos somos sus hijos, todos somos sus criaturas, todos somos salvos y herederos del Reino (si queremos).
Las diferencias las creamos nosotros mismos. Algunos sabemos de esa igualdad, otros no conocen esa gran noticia, otros no quieren creérsela, otros se piensan con mayores méritos que los demás… Y lo más gordo, si podemos calificarlo así, lo tenemos dentro de la Iglesia. Y digo lo más gordo, porque debiéramos dar ejemplo. Vale que pase en los trabajos, en las oficinas (que no tendría que ser así), pero nosotros, que somos Iglesia, tenemos que trabajar y luchar para que, al menos, entre nosotros no suceda así. Sino… ¿cómo vamos a salir a evangelizar?. Quizás pensamos que sólo pasa en nuestras parroquias; pero pasa en todas (diré casi todas por aquello de la excepción que confirma la regla).
Las situaciones de dolor, de traición, de impotencia que viven muchas personas por culpa de otras, podemos compararla (salvando las distancias) a la que Jesús sufrió por parte de Judas Iscariote. Y es que siempre hay un Judas en medio de nosotros. Siempre hay alguien que quiere hundirnos, que quiere hacernos desaparecer por un premio. El de Judas fue un puñado de monedas. El nuestro quizá sea un protagonismo especial, un querer sobresalir sea como sea, un cargo o un puesto…¡qué asco! (con perdón de la expresión). Y es que, como Judas, consideramos amigos a una serie de personas, y éstas nos traicionan, nos clavan la puñalada por la espalda, hablan mal de nosotros y ponen al resto del personal en contra nuestra. Puede que sea la envidia, puede que sea la soberbia de querer ser más que los demás, y si no pueden hacerse con lo que quieren por sí solos, son capaces de herir y/o matar a su propio hermano con tal de alcanzar esa “gloria”. Pobres… aún no se han enterado que la Gloria es para Dios, y que tenemos que atesorar tesoros en el Cielo, porque el de esta vida terrenal, acabará cuando el Padre nos llame.
Muchas veces hemos oído la expresión “¿conoces a Pepillo? Pues dale un carguillo” Y así es. Por un carguillo, aunque sea sin remuneración económica (gracias a Dios, sino la cosa sería peor), rompemos relaciones familiares y de amistad. Y cuando termine la etapa del “carguillo”, después de haber traicionado a tus amigos, después de haber incluso dejado de saludar, cuando vuelvas a tener la misma situación de antes, cuando ya no seas “jefecillo” de catequistas, de grupo de oración, de hermandades y cofradías, o de lo que sea… ¿qué será de ti? Después de dar la espalda a los que te querían, supongo que querrás volver con el rabo entre las patas. Muchos ya no querrán recibirte porque no te conocen. Otros te volverán a dar otra oportunidad, pero ya no será lo mismo porque han perdido tu confianza.
¿Merece la pena causar ese dolor en los demás? ¿No crees que te perjudicas y terminas perdiendo más tú? ¿Luego no te sentirás solo? ¿Serás capaz de reconocer humildemente tu error? Supongo que para ti, la culpa será de los demás, que no te quieren, y querrás “comprar” amistad por otro sitio.
Todos somos iguales. Todos necesitamos de todos. Merece la pena estar juntos, estar en la batalla unidos, compartir de verdad, dar a cambio de nada.
Todos somos iguales. Al final, todos terminamos causando dolor a Dios con nuestro pecado. Todos somos iguales. Todos somos un poco Judas.
6 comentarios:
Buenas noches:
Sabes solo tienes que ver la actual situación.
Cuántos traicionaron a su compañeros de trabajo para trepar en algún cargo.
¡Que pena verdad!. Luego la vida pasa factura.
Yo pienso como tu "Todos somos criaturas de Dios".
El viernes celebramos en mi Parróquia la cena de fraternidad contra el hambre, los beneficios irán a parar a Manos Unidas.
La cena consistirá en pan con aceite y sal o azúcar, agua y una naranja.
Y se pasará un video referente a las necesidades de estos Paises del Tercer muundo
Que Dios te bendiga.
Un abrazo desde Valencia, Montserrat
Muchas gracias por tu aportación, Montserrat. La verdad es que la situación de "desesperación" que hoy vivimos se presta a todo esto. Sin embargo, considero que las traiciones viven en nosotros desde que Adán y Eva comieron del árbol prohibido. Gracias a Dios, acciones como la que se celebran en tu parroquia, contrarrestan todo esto de lo que hablo. Mi felicitación por ello.
Un abrazo y que Dios te bendiga.
Me encantó, no quiero ser ni poquito Judas.
Gracias Rafa!
¡Que bueno que regresaste!
Bienvenido!!
Muchas gracias por tu comentario,María del Rayo. Y por la bienvenida. Me siento como el hijo pródigo. Dios te bendiga. Un fuerte abrazo.
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