Y si te dieran a elegir, ¿con qué opinión te quedas? ¿El miedo a la muerte y el culto al mal, o la alegría de la resurrección?
El Señor os bendiga.
Y si te dieran a elegir, ¿con qué opinión te quedas? ¿El miedo a la muerte y el culto al mal, o la alegría de la resurrección?
El Señor os bendiga.
Santísima Trinidad. Ático del retablo del Dulce Nombre. 1611-1612. Iglesia de San Mateo. Tarifa (Cádiz). |
Estamos en el domingo siguiente a
Pentecostés y celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad.
Muchas personas lo haréis, pero
otras muchas, quizás cada vez menos, no. Me estoy refiriendo a la oración. Una
oración que, como hemos dicho en más de una ocasión, al igual que la
Eucaristía, se empezará diciendo “En el nombre del Padre, del Hijo, y del
Espíritu Santo”.
Cuando hablamos de oración,
podemos pensar en pedir y, aquellos que sean más agradecidos, se acordarán de
dar gracias. Hay más tipos de oraciones como la de bendición, alabanza,
intercesión… pero básicamente se engloban en estos dos tipos que hemos mencionado:
petición y acción de gracias.
Digo esto porque puede que nos
encontremos en algún momento con un problema, una situación especial que no sepamos
resolver, una enfermedad… y nos acordemos que hay un Dios a quien acudir, incluso
muchos lleguen a pedirle como último recurso, aunque no crean (o eso dicen).
Hay varias cosas que considero
que debemos tener en cuenta:
En primer lugar, hay que tener
confianza en Dios, creer en Él y saber esperar. Recordad que en más de una
ocasión podemos leer cosas como: “Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al
paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados”. O “Hija, tu fe te ha sanado;
vete en paz y queda sana de tu aflicción”. Es decir, la fe es la que nos
sanará, ya sea el cuerpo o el alma.
En segundo lugar, hay veces que
pedimos, pedimos y pedimos…, pero a lo mejor lo hacemos mal. Fijaos lo que nos
dice aquí Jesús: “En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi
nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y
recibiréis, para que vuestra alegría sea completa”. (Jn. 16,23-24). Es decir, quizás
no lo estemos pidiendo al Padre, y/o no lo hagamos en nombre de Jesús.
Por otro lado, Jesús también nos
enseñó el “Padrenuestro” para orar y dirigirnos al Padre; esto conlleva que
debemos aceptar o que Él quiera, aunque sea contrario a lo que queremos nosotros, porque además, es una de las peticiones que le
hacemos en esta oración: "Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo".
Ahora tengamos en cuenta la
siguiente cita: “Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Paráclito
no vendría a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré". (Jn. 16.,7). El Paráclito
es el Espíritu Santo, y paráclito significa abogado, defensor, el que
intercede. Es la Persona de la Santísima Trinidad que vino a nosotros el pasado
domingo.
Jesús es la Persona que más
podemos conocer pero; como bien nos dice Él mismo, el que lo ha visto a Él, ha
visto al Padre. Y, tal y como hemos visto, siempre nos remite al Padre.
Él se fue para poder enviarnos al
Espíritu Santo porque, a través de su Espíritu, podemos entender cosas que sin
Él no podríamos; podemos tener unos dones que sin Él no los tendríamos; podemos
orar de una forma que sin Él seríamos incapaces. Porque el Espíritu Santo es
el que nos mueve a orar, el que nos ayuda y enseña a orar, el que intercede por
nosotros.
Pero llegados a este punto,
vuelvo al inicio. De poco sirve una oración sin fe y sin confianza, que es la
que nos mantiene siempre en la esperanza; porque es como decir palabras vacías que no van
a ningún sitio. Por tanto, repite siempre: “Jesús, en ti confío” y Dios Trinidad, te
ayudará siempre, en su tiempo y momento, pero nunca te abandonará.
En este día de la Santísima
Trinidad, puede ser un buen momento para pedir al Espíritu Santo que nos ayude
y anime a orar al Padre en el nombre de Jesús.
El Señor nos bendiga.