domingo, 30 de noviembre de 2025

Adviento 2025

Primer Domingo de Adviento: El cambio empieza en el interior

A menudo soñamos con un mundo distinto: más justo, más fraterno, más lleno de paz y amor. Pedimos a Dios que lo transforme, como si fuera un pozo de los deseos al que prometemos velas, caminatas o rosarios. ¡Como si Dios necesitara que negociásemos con Él! 

Pero olvidamos que el cambio verdadero no comienza fuera, sino dentro de nosotros. Ese lugar que tememos visitar porque allí habitan nuestros miedos, vulnerabilidad, inseguridades y errores. Y, sin embargo, es allí donde Dios quiere sembrar su semilla.

Sí. Sé que puede sonar a verborrea barata porque estamos hartos de escuchar lo mismo. 

Sí. Supone un esfuerzo indudable que, la mayoría de las ocasiones no estamos dispuestos a poner en práctica. 

Queremos soluciones rápidas, inmediatas: “lo quiero, y lo quiero para ayer”.

Es el ego haciéndose presente sin cesar.


La semilla del cambio

Como toda semilla, el proceso requiere tiempo y cuidado:

- Romper: duele, porque implica confrontar lo que somos.  

- Echar raíces: profundizar, sostenernos en lo esencial.  

- Brotar: descubrir qué podemos crecer.  

- Dar fruto: la recompensa que llega tras paciencia y perseverancia.  

En ese camino hay que podar, regar, abonar, proteger. Es decir: cuidar.


La obra de Dios

Dios no transforma el mundo de golpe. Lo hace con paciencia, ternura y perseverancia. Nos invita a:

- Corregir palabras.  

- Domar impulsos.  

- Cultivar detalles de amor y entrega cotidiana.  

Una sola decisión interior puede encender una chispa que ilumine a otra persona, un hogar, una comunidad, una sociedad entera.


Adviento: tiempo de Esperanza

Este tiempo nos llama a abrirnos y permitir que Cristo transforme nuestro interior. El cambio auténtico no se impone desde fuera: nace en lo oculto de la conciencia, brota del silencio que ora, del corazón que se deja sanar, de la voluntad que aprende a amar.

Si dejamos que Cristo purifique lo que necesita ser sanado, cada gesto irá construyendo un mundo diferente. Así, poco a poco, el amor vence al egoísmo absurdo y sin sentido.


¡Qué este tiempo nos encuentre disponibles y con ganas de trabajar en nuestro interior, para que el fruto sea siempre el amor!

¡Feliz Adviento 2025! 

sábado, 1 de noviembre de 2025

Santos


La vida no cesa de ponernos a prueba: enfermedades, pérdidas, rupturas, conflictos, carencias… Cada uno las afronta como puede, pero es en esos momentos de dificultad donde más necesitamos la fe. Porque en los días buenos, todos podemos creer. Pero en la adversidad, la fe se vuelve más exigente, más real.

He aprendido que debemos ser buenos, sí, pero no ingenuos. Ayudar está bien, pero permitir que se aprovechen de nosotros no es amor: es egoísmo disfrazado. El amor verdadero respeta, no exige ni manipula.

La vida se complica porque nosotros la complicamos. Por muy virtuosos que nos creamos, todos caemos en el egoísmo, la envidia, la soberbia. Y aun así, seguimos intentando servir, porque sentimos que es lo correcto. Pero cuidado: si esperamos algo a cambio, si buscamos reconocimiento, entonces el ego se cuela y nos destruye.

Nos falta caridad. Caridad verdadera. Esa que no espera nada, que nace del amor puro.

Cada prueba es una oportunidad para crecer. Y si no aprendemos la lección, la vida nos la repetirá, con otros rostros, otros escenarios, pero el mismo fondo. A veces, decir “no” también es hacer lo correcto. No siempre se puede, y eso también hay que aprenderlo.

Incluso a Jesús le pidieron cosas que no hizo, porque no era el momento, porque no era la voluntad del Padre. Y eso no lo hizo menos santo. Al contrario: lo hizo obediente, sabio, firme.

Ser santos no es ser perfectos. Es aprender, caer, levantarse, y seguir caminando. Es aceptar, resistir, confiar. Es pedir discernimiento para saber cuándo actuar, qué hacer, qué dejar de hacer. Y sobre todo, ser nosotros mismos, con autenticidad.

La experiencia y los tropiezos nos enseñan. Hasta el más santo cayó. Pero lo importante siempre fue levantarse. Ahí está la clave: levantarse y esquivar la piedra la próxima vez.

Amar, pedir perdón, perdonar, hablar con asertividad. Difícil, sí. Pero no imposible.

¿Te atreves a ser santo?

Pídeselo a Dios. Porque sin Él, nada podemos. Pero con Él, todo es posible.

Aunque nunca lleguemos a los altares terrenales, que un día podamos estar en los altares celestiales.
Ese es el verdadero motivo de esta festividad.