Miércoles de Ceniza. Comienza una
nueva Cuaresma. Una nueva oportunidad que nos brinda el Señor para nuestra
conversión, para que nos alejemos del pecado, para que nos acerquemos a Él. Sin
embargo, no podemos acercarnos a Él, si no nos acercamos verdaderamente a los
demás. El Papa Francisco nos habla en su mensaje de Cuaresma para este año, de
la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón. Dice, y cito textualmente
hablando del rico Epulón, “la raíz de sus
males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a
no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo”. ¿Acaso no nos pasa
esto a nosotros? Basta ya de decir “por mí no lo dirá”, “el malo es el otro”, “Con
lo que yo voy a misa, no tengo más remedio que ser bueno”… También el Señor nos
dice “No todo el que me dice: “Señor,
Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi
Padre que está en los cielos” (Mt. 7, 21).
Y es que, podemos estar todo el
día en el templo, en muchos grupos parroquiales, a todas horas en el despacho
parroquial, rezando el Rosario, pero… ¿Hacemos la voluntad del Padre? Quizás
prefiramos hablar mal de los demás, con tal de estar nosotros por encima de
ellos. Creo que eso se llama soberbia.
Dejémonos todos de juzgar al
prójimo, de criticarlo como si se nos fuera la vida en ello. Dejémonos de
hermosas palabras, que están vacías y no llegan al corazón de los hermanos, si
no van acompañadas de obras y ejemplos consecuentes.
Lázaro, dice el Santo Padre, “nos enseña que el otro es un don. La justa
relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso
el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a
convertirse y a cambiar de vida”.
El otro es un don. El que nos
hace mal es un don para nosotros. Quizás nosotros, seamos un don para los
demás. ¿Cómo es eso? Para Dios no hay nada imposible, Él quiere que todos
seamos salvos, y pone a nuestro alcance todo tipo de herramientas y ayuda para
que nos agarremos a ellas. Hasta el mismísimo demonio, Dios lo usa para que nos
podamos santificar.
Que todos en esta Cuaresma,
dejemos de lado al pecado, que nos ciega, que nos aleja del Señor. Recordemos
que tenemos que atesorar riquezas en el cielo. Allí nada se echa a perder ni la
polilla lo destruye. Tampoco los ladrones pueden entrar y robar. (Mt. 6,20).
Los reconocimientos terrenales, los premios, las palmaditas en la espalda, son la
meta del falso humilde. ¿Queremos ser falsos humildes? Dios dispersa a los
soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los
humildes (Magnificat).
Oración, ayuno, reflexión, sacrificios…
son el verdadero camino para llegar a la Pascua. Fijémonos en su Pasión. Fijémonos
en Él, que es Camino, Verdad y Vida. Cojamos nuestra cruz, y sigámosle.
Santa María, Madre de Dios,
Esperanza nuestra, asiento de la Sabiduría y Auxilio de los Cristianos; ruega
por nosotros que acudimos a ti.
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