25 de marzo de 2018. Fecha en la que, el “capricho” de Dios
ha querido que se den cita dos momentos importantes de Cristo. La Encarnación y
el Domingo de Ramos.
Es como si quiera hacernos ver en la actualidad atea (y digo
bien) en la que vivimos, cómo el Padre manda a su Hijo al mundo, valiéndose de
María para que sea su y nuestra Madre. El Hijo de Dios se hace carne. Pero no
es un antojo divino sin más. Jesús viene con una misión encomendada: la
Salvación del mundo. Casualmente este domingo recordamos cómo la multitud
alfombró el camino con sus mantos; algunos cortaban ramas de árboles y
alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaban: “¡Hosanna
al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las
alturas!” (Mt. 21, 8-9). Es el inicio de la Semana Santa. El momento en el que
Cristo vive su Pasión, Muerte y Gloriosa Resurrección. Momento en la que Cristo
vence a la muerte y al pecado. Momento en el que Cristo nos salva clavado en
una cruz, herido de muerte, desnudo, humillado…
Humilde se encarna en una joven y pobre María. Humilde
nacerá dentro de nueve meses en un establo, donde es recostado en un pesebre
por su Madre, porque no había sitio para ellos en la posada. Humilde muere,
donde la sangre que derrama por toda la humanidad, después de tan cruel
martirio, es lo único que tapa su bendito Cuerpo.
Aunque litúrgicamente prevalece la festividad del Domingo de
Ramos, no podemos olvidar que celebramos el momento de la Encarnación, en la
que Gabriel anuncia a María que será la Madre del Hijo de Dios, y su aceptación
como esclava del Señor.
Hoy el Padre manda a su Hijo al mundo para salvarnos. Hoy le
aclamaremos: “Bendito el que viene en nombre del Señor”. En cinco días lo
crucificaremos. ¿Incongruencia? Así somos, por eso Dios, como no quiere perder
a ninguna de sus criaturas, desea fervorosamente llevarnos con Él al Paraíso, a
su Reino; y lo hace de la forma más dolorosa para Él, entregándonos a su único
Hijo.
No es casual. Hoy Dios envía a Jesús para liberarte, a
cambio de su muerte, sí; pero si ese es precio que tiene que pagar para que
puedas estar con Él, no lo dudará.
En esta Semana recapacitemos sobre esto, aunque sólo sea por
agradecimiento. ¿Somos merecedores de tan gran recompensa? Cristo entra
triunfante en Jerusalén, y así debiera entrar en nuestra vida siempre, porque
es el Rey de Reyes y Señor de Señores, al que le debemos TODO.
¿Con qué personaje de la Pasión de Cristo te identificas?
¿Pedro, Judas, Caifás, Pilato, María Magdalena, Juan, Judas…?
Y no nos olvidemos de acompañar a María en estos días de
Dolor, Amargura, Penas, Angustia… porque Ella, además de nuestra Madre, es
nuestra Esperanza.
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