martes, 7 de abril de 2020

Martes Santo 2020



Acaba el Martes Santo. Cada uno habrá hecho su personal Estación de Penitencia (o no). 
Un Martes Santo atípico para nosotros pero del que hemos de aprender. No es casualidad que el Evangelio de hoy nos resalte la traición de Judas y de Pedro. ¿Cuántas veces hemos vendido a alguien por un beneficio nuestro? Quizás no lo hagamos por unas monedas, pero sí hablando mal de ella, a sabiendas que es mentira, todo por conseguir algo que pensamos que nos va a venir bien, caiga quien caiga. Y Jesús nos dijo que “lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt. 25, 40).  Por otro lado tenemos a Pedro, que piensa que él es el único, el mejor, el mayor seguidor. Puede que así lo fuera, pero lo que es indudable es que negó a Jesús cuando más lo necesitaba, y eso le hizo caer en la cuenta de que Jesús quiere personas humildes a su lado. Ante la negación y el canto del gallo, Pedro llora amargamente, humillado.

Esto es lo que Jesús quiere hoy de todos nosotros, desde el neófito que entra a formar parte de la Iglesia en su bautismo, hasta el sacerdote o el propio Papa: Humildad.

Esta situación que estamos viviendo quizás nos quiere hacer la soberbia que hay en nuestro interior. El querer ser más que los demás, destacar, que hablen de nosotros, “luz y miento”. ¿Y nuestro interior cómo está? Más vacío de lo que debiera. ¿Quién puede llenar ese vacío? Pese a que hay quien lo niega, sólo Dios puede hacerlo. No hay más que acudir a Él. ¿Lo hemos intentado? ¿Qué podemos perder? ¿Cuánto vamos a ganar? Somos tozudos y seguimos pensando que todo podemos hacerlo por nosotros mismos. Por eso, llega un virus y nos desarma sin compasión.

Podemos acudir a Dios pero, ¿acudiremos a Él cuando pase todo? ¿Seremos agradecidos?  De la misma forma, hay personas que forman parte de juntas de gobierno de hermandades y sólo en ese momento, es cuando pisan el templo y de forma esporádica. Cuando ya no pertenecen a juntas, no aparecen. ¿No aprendemos nada durante nuestros mandatos? ¿Estuvimos de verdad o simplemente buscando ese “luz y miento”? El que de verdad conoce a Jesús, no quiere separarse nunca de Él, porque Él es la Vida, el que siendo Dios se hizo Hombre para sufrir como hombre, reír como hombre, comer como hombre, ser amigo como hombre, morir como hombre… Tanto es así que, el mismo Judas terminó ahorcándose ante la impotencia de saber que había traicionado a Jesús. No podía soportar tal sufrimiento. Pedro, sin embargo, se arrepintió y volvió humillado de tal manera, que fue el primer Papa, es Santo y Dios le dio las llaves de su Casa.

¿Qué ejemplo vamos a seguir? ¿El de Judas o el de Pedro? Si oyéramos atentamente lo que Dios quiere de nosotros, sabríamos vivir el día a día, porque ser cristiano no es cosa de días, es cosa de toda una vida.

Con la lección aprendida, oremos para que el Señor nos ayude a vencer este virus, y el año que viene sepamos vivir y, ¿por qué no?, disfrutar verdaderamente nuestra Estación de Penitencia. Él que es la Salud por excelencia y su Madre, que sabe lo que son los Dolores del alma, nos auxilien en nuestro caminar diario y podamos tener una auténtica conversión.

Que todo sea para Gloria de Dios y bien de nuestras almas.
El Señor nos bendiga.