lunes, 28 de diciembre de 2015

¡¡INOCENTE!!


Día de los santos Inocentes.

Normalmente, dedicamos este día a gastar bromas, dar noticias falsas... aprovechando expresiones que decimos del tipo: “¡pobre, que inocente es!. En este caso, inocente viene a ser sinónimo de “no tiene maldad”, o “se lo cree todo”, o “tonto”. Todo, claro está, en el sentido “cariñoso” de la palabra.

El caso es que, se va perdiendo el verdadero significado de las cosas, y hoy, no es la excepción.

Vayamos al Evangelio y leamos: “Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, mpntó en cólera, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos” (Mt 2,16)

Hoy, más que un día de bromas pequeñas (o pesadas), deberíamos rezar, especialmente, por aquellas personas que murieron de esa forma, es decir, siendo inocentes.

Ejemplo de ellos lo tenemos en los que fallecen en la cárcel cumpliendo penas equivocadas, pues eran inocentes; los que fueron asesinados, víctimas, por tanto, del terrorismo; los que fallecen en accidente de tráfico por culpa de la imprudencia de otros; y no podemos olvidar en este día, a los niños que son abortados sin causa natural alguna, ellos son los más inocentes de todos.

Dicho esto, que nuestra oración hoy, vaya por ellos y por sus familiares.

Que el Señor os bendiga.

jueves, 17 de diciembre de 2015

ESPERANZA



AVE MARÍA. GRATIA PLENA
Con estas palabras saludó Gabriel a María. Hoy nos puede parecer ya normal, o incluso rutinario. Pero si te pasara a ti, ¿qué harías?, ¿qué pensarías?, ¿qué le dirías?

La FE es lo que hizo a María decir lo que dijo y, sobretodo, actuar como actuó.
María, una joven de pueblo, casi analfabeta, pobre... sería la Reina y Señora de todo lo creado. La Madre de Dios. Tan humilde, y sin embargo, Él se fijó en Ella entre todas sus criaturas. Por eso fue la elegida. Ya lo dijo Ella misma en el Magnificat: [...] porque ha mirado la humillación de su esclava. [...] enaltece a los humildes (Lc.1, 46-55)

En la Encarnación, María acepta ser la Madre de Dios. No iba a ser fácil, pero asume las consecuencias. Se le venían encima multitud de episodios en su vida: el primero es dar a Luz a Hijo en un establo. ¡Qué pena para una madre! ¡Cuánto más para que nazca el mismo Dios! Pero luego vendrán otros, como huir a Egipto, la pérdida de su Hijo en el templo, despedirse de Él cuando empezó su “vida pública”, encontrarse con su Hijo cuando cargaba con aquel madero, verlo morir colgado de ese madero que llevaba, tenerlo en sus brazos sin vida... y otro tanto que seguro vivió, pero que no sabemos. Por eso Ella guardaba todas las cosas, meditándolas en su corazón (Lc. 2, 19)
Si por Adán vino el pecado, por su desobediencia; por Cristo vendrá la Salvación, por su obediencia. Cristo es el nuevo Adán. De igual manera, si Eva cree y obedece a la serpiente (demonio, ángel caído); María creerá y obedecerá a Gabriel (ángel de Dios). No es de extrañar (aunque sólo sea a modo de curiosidad) que el saludo del ángel sea lo contrario a Eva, es decir, Ave.

María, la criatura humana que ha tenido más fe. Según san Agustín, Ella concibió primero en su corazón (por la fe) y luego en su vientre. Todo es fe y confianza en Dios. María es el ejemplo de ejemplos para nosotros. Dicho así, parece sencillo, pero ¡qué difícil nos resulta!. Nuestra fe es pobre, a veces inexistente.
María, como Madre que sería de Él, es la primera que lo espera. Espera con alegría la revelación del Hijo de Dios. Eso es el Adviento. ¿Lo vivimos nosotros así? ¿Sabemos lo que Dios quiere revelarnos?

Todos los años oímos cosas como: “Dios quiere venir a nuestros corazones”. “Que el Niño que va a nacer habite en nosotros”... Pero ¿somos conscientes de lo que decimos, leemos o escuchamos?
Acudamos a María, que es ESPERANZA. Ella espera en Él. Nosotros como Israel, debemos esperar en Él. Como decía antes, la Virgen es el ejemplo de ejemplos. Ella, como primer Adviento, puede enseñarnos mucho, puede enseñarnos todo. En este día tan especial para Ella, hagamos por acompañarla, pero aprovechemos también para preguntarle.

Madre, ¿cómo tenemos que esperar a tu Hijo? ¿cómo debe ser nuestra Esperanza? ¿cómo debe ser nuestro Adviento?


Santa María, Esperanza y Reina nuestra, ruega por nosotros.

sábado, 13 de junio de 2015

Inmaculado Corazón de María

El sábado después de la fiesta del Corpus Christi, celebramos la festividad del Inmaculado Corazón de María.

Para llegar a Dios, debemos ir de la mano de María. Ahí entra en acción su Corazón Inmaculado que, con amor intenso nos guía, nos acoge, nos lleva hasta Dios.

María nos invita a confiar en su Corazón de Madre, a que nos dejemos hacer por su Amor. Ella no nos va a fallar, siempre nos llevará por el camino correcto, pues Ella, preservada de todo pecado desde su concepción, sabe cuál es la Voluntad del Padre.

Antes decía que para llegar a Dios, debemos ir de la mano de María. Fijémonos que, Ella tuvo en su vientre bendito al Corazón de Jesús desde que se produjo la Encarnación. Ella sintió en su interior, cómo se iba formando y creciendo el Corazón de Dios, el Amor de los amores por excelencia. Por tanto, nadie como Ella para alcanzar nuestra meta.

Su Corazón, rodeado de rosas, simboliza su pureza. Pero el puñal que tiene clavado, simboliza el dolor que siente cuando herimos a su Hijo por medio del pecado.

María, al pie de la Cruz, recibió de Cristo, su Hijo, la misión de ser nuestra Madre. Y una madre, protege a sus hijos hasta con su sangre, si fuese necesario. “Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu Madre” (Jn. 19,26) Jesús, con estas palabras, nos confirma la maternidad espiritual de María.
¿Cómo no nos va a ayudar? ¿Cómo no nos va a guiar hacia Él?

Confiemos en María, en su Corazón Inmaculado. Entreguémonos a él. Seamos como esos niños que, humildes acuden a su madre para que les proteja de los peligros.



 Inmaculado Corazón de María, sé la salvación mía.



viernes, 12 de junio de 2015

Festividad del Corazón de Jesús


Estamos en junio, mes que, como todos sabemos, la Iglesia dedica al Sagrado Corazón de Jesús.
Desde los orígenes del cristianismo, ha existido esta devoción; pues meditar el costado abierto de Jesús, de donde brotó sangre y agua al ser atravesado por la lanza, cuando, ya muerto, estaba colgado en aquel madero que le llevó a salvarnos, dio lugar al nacimiento de la Iglesia.

Muchos decimos que somos devotos del Corazón de Jesús. Sin embargo, ese AMOR de Cristo por nosotros, ¿es correspondido?. Si somos seguidores de Jesús, si somos cristianos, lo primero que debemos hacer es amarlo sobre todas las cosas, y amar al prójimo como a nosotros mismos. ¿Lo hacemos?. De ser así, ¿por qué esos rencores? ¿por qué esos odios? ¿por qué levantamos falsos testimonios sobre los demás? ¿por qué damos lugar a lo que, el Papa Francisco califica muy acertadamente como “chismes”? ¿por qué envidiamos a los demás? ¿por qué somos tan soberbios y prepotentes si debemos amar a los demás como a nosotros? Sí, es complicado, lo sé. A todos nos han hecho daño en algún momento. Pero, ¿no le hicieron daño a Jesús? ¿a caso no seguimos nosotros haciéndoselo?.

La característica principal del Corazón de Jesús, es su Divina Misericordia. ¿Practicamos la misericordia y la caridad con los demás?.

Analizadas estas pequeñas preguntas volvamos a pensar fríamente. ¿Somos auténticos devotos del Sagrado Corazón de Jesús?. ¿O es una mera fachada para aparentar que “somos buenos y un ejemplo para los demás”?

Este mes, es un buen momento para pararnos a meditar en nuestro día a día. ¿Qué haría Jesús en esta situación? ¿Qué respondería Jesús ante esta pregunta? ¿Cómo actuaría Jesús ante las mentiras y calumnias que estoy escuchando?... Intentemos entrar en su Corazón, que Él está deseoso de que lo amemos, de ayudarnos, de acogernos... Pensemos que lo negamos, lo olvidamos, lo ofendemos, lo herimos, lo maltratamos... y sin embargo, Él siempre está ahí para acogernos cuando más lo necesitamos. ¿Hacemos eso con los demás?

Que la llama ardiente de su Amor nos abra nuestro corazón duro, y nos infunda su Espíritu Santo para que podamos amarle y amar a los demás. Al fin y al cabo, y ciertamente, es lo único importante que debemos hacer en nuestra vida. Tan sencillo y, complicado a la vez, como eso. Pero alegrémonos. Contamos con su ayuda, con la de María Santísima, con la de los santos y ángeles de Dios, que están dispuestos a luchar por nosotros, siempre y cuando, queramos de verdad su apoyo.


Ánimo a todos.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.
El Señor os bendiga.



domingo, 7 de junio de 2015

Corpus Cristi 2015



Fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo. 

Jesús dijo: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final.” (Jn. 6,54).

La Eucaristía -que significa acción de gracias- es el Sacramento por el cual, Cristo, bajo las especies del pan y del vino, se hace presente. De esa forma, se queda con nosotros después de su Ascensión al cielo, hasta su segunda venida. Es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad Sacramentado.
¿Creemos que Cristo está real, verdadera y sustancialmente en la Eucaristía, juntamente con su Alma y Divinidad? Después de comulgar, ¿nos quedamos un rato a solas con Él para hablarle de nuestras cosas? ¿Somos conscientes del milagro que acontece en el altar en el momento de la Consagración? ¿Vemos en el Sagrario, en la Sagrada Forma, en la Custodia a Dios?

Pienso que es tan grande lo que nos dejó, que no somos capaces de entenderlo y, por consiguiente, asimilarlo. Por eso debemos pedirle a Dios que nos dé fe, sino la tenemos; y nos aumente la poca fe que podamos tener.

De nada servirá que hagamos genuflexiones bien marcadas si sólo lo hacemos por aparentar algo que no sentimos o creemos. Simplemente, no tiene sentido. Es preferible ser consecuentes con lo que predicamos, y amar a los demás. Porque, “en verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.” (Mt. 25,40). Es decir, la fe se demuestra con obras, sino... no hay fe.

En este domingo, festividad del Corpus Christi, Dios va a pasear por las calles. Sí. Dios. No es una procesión más. Es la procesión de las procesiones. Normalmente espera en el Sagrario a que vayamos a verlo. Sin embargo, hoy, es el mismo Cristo, el que quiere acercarse a escuchar y atender tus problemas, tus preocupaciones, tu enfermedad, tus alegrías... tu vida. Hoy, triunfante pero humilde (esa es la grandeza de Dios), una vez más, pese a que lo hayamos despreciado, quiere estar un poco más cerca de ti para decirte: “Ánimo, sigue adelante, Yo estoy a tu lado, pídeme ayuda si la necesitas, comparte tus cosas Conmigo. Salgo a tu encuentro para ofrecerte mis brazos que te acogen, mis hombros que te consuelan, mis manos que te sanan, y mi Corazón que te Ama. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Yo, soy tu amigo, el que jamás te va a fallar. Confía en mi.”

Que sepamos ver en ese trozo de pan, al que es el Pan de Vida que alimenta nuestras almas. Él es el Señor.


Dios os bendiga.

miércoles, 15 de abril de 2015

De las tinieblas a la Luz



Hoy quiero dejar un breve comentario al Evangelio del día, que está tomado de Juan 3, 16-21

Si encendemos una vela en una habitación oscura, el objeto que esté más cerca de la luz se iluminará. A medida que alejamos ese objeto de la luz, cada vez se verá menos hasta que se pierda en la oscuridad.

Esto mismo es lo que nos dice Jesús en el Evangelio: “Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.” Es decir, que nos alejamos de Dios por temor a ser juzgados por nuestras malas acciones. Sin embargo, también nos dice algo muy claro: “Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él” Es tan grande el Amor que nos tiene que, además de que, para nosotros es imposible entenderlo, nos entrega a su Hijo para que tengamos vida eterna.

El que cree en Él, no será juzgado” Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto creer en Dios? Si creyéramos de verdad, seríamos incapaces de hacerle daño. Sin embargo, aunque creamos plenamente en Él, somos imperfectos y cometemos errores. Pero esos errores Dios nos los perdona en su infinita bondad y misericordia, por Amor. A veces hemos oído decir “yo perdono pero no olvido” ¿Qué perdón es ese? El perdón verdadero, el que viene de Dios, es un perdón sincero, que olvida hasta el peor de los pecados, si de verdad estamos arrepentidos.

¡Cuánto nos falta por aprender!

El ejemplo que damos los que nos consideramos Iglesia, quizás no sea el mejor, pero por nuestra imperfección. Debemos cambiar, y debemos hacerlo YA. Nuestra debilidad es la grieta por donde entra, de forma escurridiza, el enemigo. Y esa grieta cada vez es más grande. Pero por esa grieta no entra luz, sino que una negrura, un abismo, una tiniebla que se va haciendo cada vez más espesa. No nos ayudamos unos a otros. Lejos de ello, nos criticamos a las espaldas y vamos destruyendo y matando con la palabra. Y en nuestra ceguera, pensamos que estamos en la Verdad. Esto nos pasa, porque en la oscuridad no sabemos diferenciar una cosa de otra, porque todo está enmarañado, todo está confuso, todo está en el poder del enemigo, todo gira en torno a una mentira. Eso quiere decir, que no sabemos si verdaderamente estamos equivocados. Pero si alguien nos intenta corregir, desde la luz, para acercarnos a ella, seguimos empecinados que los que están en el lado oscuro, son los demás. ¿Cuándo nos vamos a dejar quitar la venda que nos puso el enemigo, sin que nos diésemos cuenta, cuando entramos en su territorio?

La Luz nos llena de gozo y nos acercar a Dios y a los demás.
La oscuridad, la tiniebla, por contra; nos aleja de todo. Manifiesta en nosotros angustia, envidia, ansias de poder, deseo de dominar a todos, egoísmos... esto nos lleva a la muerte. Pero no nos desalentemos. ¡Jesús ha resucitado! y viene para transformar nuestro luto en alegría, nuestra tristeza en gozo, nuestra muerte en VIDA.

Desde nuestra libertad solo nos queda elegir. Depende de nosotros. ¿Prefieres luz o tiniebla? ¿Muerte o Vida?

El Señor os bendiga.

domingo, 25 de enero de 2015

Saulo


Hoy hemos celebrado la festividad de la Conversión de San Pablo.

La obra que vamos a ver a continuación es “La conversión de San Pablo” (1600-1601) de Caravaggio, que se encuentra en la Capilla Cerasi, en la iglesia de Santa María del Popolo, en Roma. Como ya sabemos, esta es la segunda versión que hizo de esta escena, y es la más conocida de las dos.

Este lienzo nos puede ayudar en nuestra vida personal y de relación con Dios.

Para ello acudimos a la lectura de los Hechos de los Apóstoles, 9, 1-22. Lo primero que nos puede llamar la atención es que parece estar en un lugar cerrado, como en un establo, cuando el texto nos dice que Saulo iba de camino a Damasco. Un enorme y pesado caballo se encuentra en el centro dela escena y, parece pisar y que va a aplastar a un soldado que se haya tumbado en el suelo con los brazos abierto y con los ojos cerrados.
Leyendo la lectura, reconocemos a Pablo que acaba de caer del caballo porque “una luz que venía del cielo lo envolvió de improviso con su resplandor”. La oscuridad en la que representa el episodio el autor, se contrarresta con la luz que inunda la figura tumbada de Pablo. Esa luz se refleja en el caballo y en el tercer personaje del cuadro que es el sirviente, aunque, en este caso, sólo podemos intuir levemente su cabeza y las piernas. El protagonista es Pablo envuelto por la Luz divina.
En la primera versión que Caravaggio hizo de la Conversión de San Pablo, aparece Cristo y un ángel que bajan del cielo. Sin embargo, en este caso vemos que la Luz es Cristo. Los ojos de Pablo están cerrados y, sin embargo la expresión no es de miedo. Todo lo contrario, es de paz, de tranquilidad, y sus brazos extendidos son elevados al cielo, mostrando el momento de éxtasis del santo. La Luz de Cristo está convirtiendo a esa persona que lo seguía y mataba a los cristianos. Y es que para Dios, nada hay imposible.
Nosotros podemos ser como Saluo. Aparentemente, y digo bien, aparentemente estamos al lado de Dios, o nos sentimos así porque vamos a misa y podemos incluso pertenecer a un grupo de nuestra parroquia. Pero la pregunta es. ¿Somos verdaderos evangelizadores? ¿Predicamos con nuestro ejemplo? ¿Predicamos lo que sentimos o somos meras fachadas? Quizás todos -y cuando digo todos me refiero a clero, religiosos y laicos- necesitamos que Dios llegue con su Luz, nos tire de nuestro caballo, que no es otra cosa que nuestra vida y rutina diaria, nos dé una sacudida y nos convierta; porque en ocasiones, sin darnos cuenta o consciente de nuestros actos, hacemos justo lo contrario de lo que Dios nos pide. Puede que sea el momento en que, en lugar de pedirle a Dios que nos ayude en tal proyecto, o que tal cosa nos salga bien, le digamos con fe y sin miedos: ¿Señor, qué quieres que haga? ¿Qué puedo hacer para mejorar mi vida personal y cómo puedo ayudar a los demás? ¿De qué manera puedo colaborar a construir tu Reino?
Para empezar, podemos seguir las palabras que el mismo Pablo nos dejó después de su conversión: ¡Ay de mí si no evangelizara! (1 Co 9,16)

El Señor os bendiga.