El
sábado después de la fiesta del Corpus Christi, celebramos la
festividad del Inmaculado Corazón de María.
Para
llegar a Dios, debemos ir de la mano de María. Ahí entra en acción
su Corazón Inmaculado que, con amor intenso nos guía, nos acoge,
nos lleva hasta Dios.
María
nos invita a confiar en su Corazón de Madre, a que nos dejemos hacer
por su Amor. Ella no nos va a fallar, siempre nos llevará por el
camino correcto, pues Ella, preservada de todo pecado desde su
concepción, sabe cuál es la Voluntad del Padre.
Antes
decía que para llegar a Dios, debemos ir de la mano de María.
Fijémonos que, Ella tuvo en su vientre bendito al Corazón de Jesús
desde que se produjo la Encarnación. Ella sintió en su interior,
cómo se iba formando y creciendo el Corazón de Dios, el Amor de los
amores por excelencia. Por tanto, nadie como Ella para alcanzar
nuestra meta.
Su
Corazón, rodeado de rosas, simboliza su pureza. Pero el puñal que
tiene clavado, simboliza el dolor que siente cuando herimos a su Hijo
por medio del pecado.
María,
al pie de la Cruz, recibió de Cristo, su Hijo, la misión de ser
nuestra Madre. Y una madre, protege a sus hijos hasta con su sangre,
si fuese necesario. “Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu
Madre” (Jn. 19,26) Jesús, con estas palabras, nos confirma la
maternidad espiritual de María.
¿Cómo
no nos va a ayudar? ¿Cómo no nos va a guiar hacia Él?
Confiemos
en María, en su Corazón Inmaculado. Entreguémonos a él. Seamos
como esos niños que, humildes acuden a su madre para que les proteja
de los peligros.
Inmaculado
Corazón de María, sé la salvación mía.
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