sábado, 19 de octubre de 2019

Orar sin desfallecer

Cristo orando en el huerto de los olivos. Andrea Mantegna. 1459.
National Gallery, Londres


Muchas personas se sorprenden, o les llama la atención cuando otras van a diario por la iglesia para hacer una visita al Señor. ¡Cuánto más ver que asisten diariamente a la Eucaristía! La oración diaria es lo que nos mantiene en la fe. La confianza en Dios es lo que hace que, en ocasiones, no tiremos la toalla, si se me permite la expresión deportiva.

Damos gracias y pedimos a Dios por todo. Es nuestro Padre, nuestro amigo, nuestro confidente:
Gracias por este problema que se ha solucionado. Gracias porque tal persona se ha curado de su enfermedad. Gracias porque tengo el trabajo que necesitaba para mantener a mi familia. Gracias porque he vuelto a casa sin percances en la carretera. Gracias por un nuevo día. Gracias por ver en mi enfermedad una forma de alabarte. Gracias…

Te pido por la salud de esta persona que está muy mal y desanimada. Ayúdame a encontrar un trabajo. Mira lo que me ha hecho tal persona, dame el discernimiento que necesito para afrontar la situación si hacer daño. Mi hermano está en el mundo de la droga, si Tú no intervienes, nosotros no podemos. Danos la paz en el mundo, empezando por nuestras familias...

Aunque damos gracias a Dios, constantemente estamos haciendo oración de petición, pero oración al fin y al cabo.

El Señor nos dice hoy en el Evangelio (Lc 18,1-8), que si el juez inicuo y corrupto, terminó por atender la petición de la viuda por su constancia e insistencia, ¿no va a tender rápidamente Dios las de las personas que oran y suplican? O dicho de otra forma, ¿No va atender el Padre las plegarias de sus hijos?

Sin embargo, hemos de recalcar algo importante, y es la pregunta que nos deja planteada al final de la lectura: Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esa fe sobre la tierra?» Es decir, hace hincapié en esa oración constante que debemos hacer, pues ella, como decía al principio, es la que nos mantiene en la fe, en la esperanza, mostramos nuestra confianza en Él.

Cristo nos muestra su Palabra con obras, y así debemos hacerlo nosotros también. Jesús, en todo momento eleva una oración al Padre. En su Bautismo, en la Transfiguración, cuando los discípulos les pide que les enseñe a orar y de sus labios brota el “Padrenuestro”, en la crucifixión: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen, incluso en el momento de su muerte: En tus manos, encomiendo mi Espíritu…

Y por supuesto, María es nuestro modelo también. Ella que oraba incluso antes de que Gabriel le anunciara que sería la Madre de Dios. Posteriormente siempre hablaba con su Hijo, incluso le pide -como en las bodas de Caná-, y hace que Cristo adelante su momento taumaturgo, en su oración de petición llena de amor, esperanza y confianza en Él.

Sea cual sea tu situación, ora. Confía y cree firmemente que tu oración es escuchada por Dios. Sé constante en tu oración y no desfallezcas.

El Señor nos bendiga.

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