Ha fallecido Óscar, un compañero de clase del colegio.
Quizás no fue el compañero con quien más relación tuve, pero de nuevo me ha hecho recapacitar en un tema al que le doy muchas vueltas.
No somos nadie, y mucho menos, más que nadie, pero nos creemos importantes, imprescindibles, inmortales.
La vida es más que trabajo, dinero, poder... El trabajo dignifica, pero también nos roba la vida; el dinero nos ayuda a afrontar gastos necesarios para vivir; pero también nos hace sus esclavos; y el poder... el poder corrompe.
Todo esto nos lleva a ser prepotentes, a querer sobresalir sobre los demás, pisando a quien haga falta pero... ¿para qué?
Soy muy pesado, pero es que he llegado a mi propia conclusión, quizás errónea: ¿Dónde queda el amor?
Confundimos necesidades con amor. Placer con amor. Momentos felices con amor... Pero se nos ha olvidado amar de verdad, lo que eso significa, lo que supone...
Trabajo, dinero y poder. Todo es necesario, pero en su justa medida. Porque de lo contrario, el resultado es el que vivimos: un mundo frío, superficial, y repleto de apariencias. Ya no existe calidez, profundidad y mucho menos, verdad. Nos hemos vuelto individuales, demasiado.
Tiene narices que tengamos que vivir momentos como éste, para volver a recordar quiénes somos y para qué estamos en esta vida. Y lo peor... es que son momentos efímeros, porque la rutina nos sigue arrastrando a ese lugar vacío, del que no queremos salir.
Nos iremos como Óscar, como tantos ya se han ido, y entonces veremos el tremendo hueco que teníamos en nuestra alma, pero ya será tarde. Habremos perdido la oportunidad.
Mientras, seguimos viviendo para trabajar, en lugar de trabajar para vivir. Seguimos acaparando dinero para que se quede aquí. Seguimos mirando a los demás por encima del hombro, más llegará el día en que ellos agacharán sus ojos para mirarnos, cuando estemos bajo tierra. Seguimos haciendo daño con nuestro egoísmo individual, seguimos sin ser leales, pero ya llegará la única verdad por la que pasaremos todos: la muerte, o el transito a la otra vida, como prefiero denominarla.
Todos tenemos cosas malas, que debemos eliminar o mejorar.
Todos tenemos cosas buenas, que debemos ponerlas al servicio de los demás.
Amemos de verdad, que es lo único que no morirá, porque el amor es lo que permanecerá con nosotros para siempre. El resto... se acabará y no lo vamos a necesitar. Y nadie se acordará de nosotros ni de lo que hicimos, porque eso, sí es muy muy muy temporal.
Piénsalo. Medítalo. ¿Cuál es nuestra verdadera misión? ¿Está Dios contento con nuestro comportamiento con nosotros y con los demás?
¡Despertemos de una vez!
Hoy ha sido Óscar. Mañana puedo ser yo, o tú, que estás leyendo esto.
Perdona. Ama. Quizás en unos minutos, ya no tengas tiempo para hacerlo...
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