Santísimo Cristo de la Salud. 1682. Atribuido a Ignacio López. Dimensiones: 178 x 165 x 60 cm. |
Esta
es mi sangre que será derramada por muchos para la remisión de pecados. (Mt.
26, 28).
En efecto, Cristo dio
su vida por todos nosotros sin excepción. Él quiere que seamos salvados y
estemos a su lado en este mundo y con Él en el Paraíso, pues Él es la fuente de
la vida. Jesús es el Cordero cuya Sangre preciosa nos redime, nos libera del
mal, nos protege, purga nuestras conciencias, nos salva del infierno y nos da
poder para vencer al diablo, la carne y el mundo.
Nos encontramos con
varias citas en la Biblia que nos hablan de la Sangre del Señor, y mencionaré
algunas:
“Cristo Jesús... a
quien Dios puso como medio de expiación por su propia sangre, mediante la
fe" (Rom 3,23-25). "Cristo es instrumento de propiciación por su
propia sangre" (Rom 3,25). "En El encontramos la redención por su
sangre" (Ef 1,7). "En su sangre estamos justificados" (Rom 5,9).
"Habéis sido rescatados... con la sangre preciosa de Cristo" (1 Pe
1,18-19).
La Sangre preciosa de
Cristo tiene tanto poder, por ser de quien es, que una sola gota sería capaz de
convertir a los demonios, por eso huyen ante la presencia de Cristo Eucaristía.
Lo que para nosotros es alimento de Vida espiritual, para ellos es un verdadero
tormento.
Por otro lado, si acudimos
el Evangelio de Juan, podemos leer que Jesús llega a un pueblo de Samaría
llamado Sicar y se para a descansar en el pozo de Jacob. Llegó una mujer de
Samaría y se da lugar la siguiente conversación:
-
Mujer, Dame de beber
-
¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?
- Si
conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a
él, y él te daría agua viva.
- Señor, ni siquiera tienes con qué
sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? ¿Acaso eres tú
más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él, sus
hijos y sus ganados?
- El que bebe de esta agua vuelve a
tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el
agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la
vida eterna
Aunque
la conversación sigue, lo que quiero señalar en este breve estudio son las
últimas palabras de Cristo: “el agua que yo le daré se convertirá dentro de él
en un manantial capaz de dar la vida eterna”.
Tenemos
pues, el poder de la Sangre del Señor y al propio Jesús como Fuente de Agua
Viva. El perdón de los pecados y la limpieza del alma que nos conduce a Dios.
Cristo con su Cuerpo y su Sangre, Cristo Eucaristía.
Volvamos
a la imagen del Santísimo Cristo de la Salud. Decíamos antes que se trata de un
crucificado con los ojos abiertos, la boca entreabierta y la llaga en el
costado derecho. ¿Cómo es posible que su rostro nos dice que aún está vivo, si
la lanzada en el costado la recibió cuando ya había expirado?
La
razón es que la imagen no representa un momento bíblico narrado en los
evangelios, como suele ser habitual. Estamos ante un crucificado alegórico,
pues la iconografía representada es precisamente esta, Cristo de la Sangre o
Cristo como Fuente de la Vida, un tema muy representado desde la época medieval
en las artes figurativas y de múltiples matices en su realización iconográfica y
contenido netamente sacramental, como he mencionado anteriormente.
Hoy su advocación es la
de la Salud, que bien podemos relacionarla con el tema que tratamos. La Salud
no sólo del cuerpo, sino del alma. Cristo que sana nuestro interior pecador,
enfermo por el mal, más cerca de la muerte del infierno que de la Vida, que es
Él mismo.
Como conclusión, y una
vez analizado y teniendo en cuenta el mensaje teológico basado en la
iconografía que representa la imagen, hay que remontarse al tercer tercio del
siglo XVII e imaginar al imponente crucificado, cuando un siglo después del
Concilio de Trento, el arte ya se había puesto al servicio de la Iglesia para
propagar la fe y atraer la atención de los fieles. Cuando el devoto se ponía a
sus pies, podía ver cómo Cristo, del que mana sangre de su costado, lo miraba
fijamente y con su boca entreabierta parecía decirle: Yo te quiero, soy la Fuente de Agua Viva, la Misericordia. No temas, yo
te purificaré porque mi Sangre ha sido derramada por ti. Tu fe te ha sanado,
vete en paz. La majestuosidad del Santo Cristo de la Sacristía -como así le
llamaban por ubicarse en un retablo en la puerta de estas dependencias
parroquiales-, animaría al fiel a
confesarse y a cumplir los preceptos divinos. Hoy el Señor nos sigue alentando
a creer en Él, en su Palabra, a acercarnos a Él, a que entendamos que sin Él no
podemos hacer nada, que Él es la verdadera salvación y Vida.
Desafortunadamente, la sociedad cada día se deja llevar por un mundo más ateo
que laico, que lo aleja de la Luz de la Verdad y lo acerca a la oscuridad de la
mentira.
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