lunes, 16 de marzo de 2020

Covid-19


Antes de empezar, quiero agradecer la labor que están desarrollando el personal de los hospitales y centros de salud, farmacias, centros de alimentación, basureros, servicio de limpieza y transportistas que nos acercan alimentos y medicinas, jugándose todos la salud e incluso la vida.

Pese a que sea distinta a otras ocasiones, estamos viviendo el tiempo de Cuaresma, no lo olvidemos, un tiempo de oración, conversión, penitencia, meditación… Pues bien, al hilo de esto y meditando precisamente, en estos momentos difíciles y de incertidumbre que estamos pasando, pienso que no es una casualidad que sea en este tiempo litúrgico, y que no es un castigo de Dios. Sin embargo, Dios está permitiendo que suceda por alguna razón que aún desconocemos, ¿pero cuál? Muchos dicen que hay que aprovechar estos momentos de estar obligatoriamente en casa para estar con la familia, rezar juntos… y me parece muy acertada la propuesta.

Pienso que Dios está permitiendo todo esto a nivel mundial, por nuestro comportamiento. Me explico: El ser humano, desagradecido como él sólo, piensa que todo está permitido, que todo vale en esta vida, que él siempre lleva la razón…, y nada más lejos de la realidad. Esta forma nuestra de actuar en todos los ámbitos, nos está llevando a una caos generalizado, a olvidarnos de forma sublime de nuestro Creador, a un egoísmo sin límites, a una falta exagerada de humildad, a unos enfados entre nosotros hasta el punto de matarnos literalmente. Esto no es cosa de Dios, esto es cosa nuestra que nos estamos dejando llevar de unos aparentes beneficios personales procedentes del engaño del que es el rey de la mentira, el mismo demonio, al que le estamos haciendo caso (siempre hablando de forma generalizada, por supuesto). Vivimos de manera superficial, no actuamos de corazón, no hacemos las cosas por el bien de todos, sino que nuestro proceder es con una falsa apariencia buscando un reconocimiento, por parte de los demás, absurdo e inmerecido. No queremos aprender, no nos dejamos enseñar porque pensamos que estamos siempre en posesión de la verdad. Pensamos que orar y rezar es de beatos (usando el término de manera insultante), de viejos, o de imbéciles. Pensamos y queremos hacer ver  los demás, que el demonio no existe y Dios tampoco. Quizás no nos interesa creer en la existencia de ambos, alegando que el mundo avanza y esto ya “no se lleva”, y por tanto, no merece la pena ni intentarlo. ¡Pobres ilusos y desgraciados! Cada día apartamos más a Dios de nuestras vidas, de nuestros hogares, de nuestros trabajos, de nuestros colegios… y es cuando más lo necesitamos, porque donde no hay LUZ, hay oscuridad. Si cada vez la apagamos más, más sombrías tinieblas ocuparán nuestras vidas.

A pesar de estos días de inseguridad, he podido comprobar que no escarmentamos. En los centros de alimentación hemos arrasado (y seguimos haciéndolo) como si no pudiéramos comprar nunca más, almacenando tal cantidad de comida en nuestras viviendas, que ya ni cabemos nosotros mismos. Hemos sido tan egoístas que no pensamos en aquellas personas que no tienen medios económicos suficientes para hacer lo que hacemos, y tienen que vivir al día. A estas personas, no les hemos dejado agua, leche, patatas, huevos, aceite, legumbres, verduras…, y por supuesto, papel higiénico. Hemos llenado carros de supermercados un día tras otro, tanto, que al final habrá cosas que nos caduquen, o tiraremos. ¿Qué estamos haciendo?, no miramos por nada ni por nadie  solo nuestro yo, pero hablamos del Señor y no miramos el mal ejemplo que estamos dando.

Hay miles de personas que mueren porque no tienen nada que comer, ese “virus” del hambre no nos interesa ni que se mencione porque nos pilla “lejos”. Pero puede que nos termine cogiendo, entonces entenderemos lo que otros hermanos nuestros están pasando.

Desgraciadamente esto no lo vemos. Sé de sobra que esto no es una broma, que es muy serio. Necesitamos comer para alimentarnos, por eso se abren los centros de alimentación, es lógico, hay que seguir viviendo y enfrentándonos al virus. Estos se convierten en auténticos focos de contagio, por la cantidad de personas que entramos a diario a comprar. Pero, ¿quién alimenta nuestra alma? ¿Eso ya no es importante? No podemos acceder a nuestros templos a recibir la Eucaristía, ni a rezar. Recordad lo que el mismo Jesús nos dijo: “Venid a mí lo que estáis cansado y agobiados, que yo os aliviaré” (Mt. 11, 28). Los cristianos (se supone) que debemos creer en que Dios lo puede todo, que debemos confiar en Él, que Él es nuestro alimento y que sin Él no podemos nada y con Él todo lo podemos. En este período podemos y debemos hacer una comunión espiritual que alimente nuestro interior. “Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad”, leemos en Jn. 4, 24.

Creo que el coronavirus es una ocasión excepcional para que recapacitemos personalmente sobre nuestro comportamiento. Invito a que cada uno hablemos individualmente con Dios y le pidamos ayuda. Volvamos a Él como hijos pródigos, y seguro celebrará un banquete en nuestro honor. Que aprendamos a ser humildes, generosos, que sepamos discernir lo que Dios nos dice en cada momento. Él no quiere nada mala para nosotros, Él quiere que seamos felices en esta vida, y que amemos a los demás como Él nos ama. Es una oportunidad que nos brinda para la reconciliación y la unidad de todos, porque unidos es cuando podremos vencer la enfermedad, cuando podremos vencer al mal, y cuando más nos podremos acercar a Dios y a su bendita Madre. Es el momento de encerrarnos en nuestras habitaciones y orar intensamente, hacer un sincero examen de conciencia, preparar una buena confesión para poder comulgar, cuando pase esta pesadilla, y celebrar una Eucaristía, es decir, dar gracias a Dios.

El demonio está contento en estos momentos porque ni siquiera podemos pisar la Casa de Dios. Las conciencias de muchos se debilitarán y ya no verán necesario acudir a la Eucaristía cuando pase todo esto. Luchemos contra Él, acudamos a María y a San José, que estamos en el es que la Iglesia le dedica, recemos el Santo Rosario, el ejercicio del Vía Crucis… Ofrezcamos pequeños sacrificios por el cese del virus y por nuestra conversión y la de los demás. No nos creamos los mejores, no juzguemos, compartamos más, no nos quejemos por tonterías, dejemos de ver tanta basura en la televisión que no nos lleva a ningún sitio, leamos más, hagamos cosas para no tener tiempo ocioso…

No está siendo una Cuaresma cofrade, pero quizás Dios permite esto para que nos demos cuenta de una vez, que lo verdaderamente importante es nuestra alma, y no sacar una imagen a la calle, pese que a mí me encante porque sea cofrade. Por eso Dios quiere que cuidemos nuestro espíritu, que lo preparemos para cuando venga a buscarlo. Al fin y al cabo, es lo único nuestro que pasará a la vida eterna, lo demás no.

Dios nos está dando oportunidades, avisos. Él es el Padre bueno que desea lo mejor para nosotros, sus hijos. ¿Le haremos caso? De ello depende nuestra salvación. Ora, y medita la Palabra. Adéntrate en el Misterio de Dios. A cada uno de nosotros nos está pidiendo algo, quiere moldearnos a todos e individualmente. Quiere hacer de nosotros, un vaso  nuevo.

Carga con tu cruz y llegarás triunfante a la Pascua. CREE y verás la GLORIA.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Rafa, mi amigo, mi hermano en Cristo. Me ha encantado cómo has escrito este artículo. No tengo palabras para describirlo, te agradezco mucho que lo compartas y sobre todo de ser amigo y mi ángel cofrade Dios te bendiga. Raquel����♥️��

Rafa dijo...

Muchas gracias Raquel, de corazón, y también por comentar por aquí, me trae antiguos y buenos recuerdos. Besos y que Dios te bendiga, mi querida hermana.

Anita dijo...

GRACIAS 🙏 💚

Rafa dijo...

Gracias a ti, Anita. El Señor quiere "purgar" el mundo y debemos agarrarnos a Él ahora más que nunca. Besos y que Dios te bendiga.