Jesús:
Estoy sentado ante ti, que estás en el Sagrario. Justo encima está tu imagen mostrándonos tu corazón sangrante. Lo miro. Miro el mío, y no tiene nada que ver, no lo puedo comparar. Sin embargo, Tú, mejor que nadie, conoces cómo es, de la misma forma que sabes cómo es el de los demás.
Cada uno de nosotros te traemos nuestros agobios, problemas, preocupaciones, las gracias por lo que nos das, por los males que permites para el bien de nuestras almas. El problema es que no entendemos eso, porque nuestra mente limitada nos impide ver la razón de tantas cosas que nos pasan.
Danos la fe para creer en Ti, de descansar en ese Corazón que nos ofreces, herido y sanado por tantas traiciones, juicios, rechazos, abandono, ingratitudes... Porque si algo nos pasa y estamos sufriendo, es porque detrás viene algo mejor.
A veces pensamos que somos eternos en esta vida, pero esta vida es pasajera, demasiado pasajera para unos; lenta como el óleo sobre el lienzo, para otras.
Todo tiene su tiempo, tu tiempo perfecto. Y eso es algo que todavía no comprendemos. Queremos todo para ayer porque hoy nos parece tarde. Pero no nos damos cuenta que, a lo mejor eso que queremos no nos viene bien, como un niño que quiere comer caramelos antes de comer y sus padres se lo prohíben. Otras, nos las vas a dar, pero primero quizás, tenemos que sanar heridas, aprender cosas, avanzar... Y se nos olvida que Tú, eres también el Dios del tiempo.
A veces lo veo claro. Otras me puede mi humanidad imperfecta y te exijo. Toda una osadía por mi parte; pero sé que en ese momento te hablo desde mi dolor, mi herida. Ahí es donde actúas Tú. Con tu abrazo, con tus indicaciones, o simplemente desde el silencio. Porque he aprendido que cuando callas, estás trabajando en algo intangible que me beneficiará. Pero yo me vuelvo más impaciente si cabe.
En ocasiones aparece tu Madre que me dice: Mírame, yo tampoco entendía nada y guardaba todas las cosas en mi corazón.
¡Cuánto no soportaría Ella, siendo Luz!... Pero con su alma llena de Esperanza.
¡Cuántas veces la envías para que pise a la serpiente cuando nos asfixia demasiado!, y no lo vemos.
Jesús, que vuestros Corazones sean nuestro refugio donde podamos descansar en momentos de debilidad y agotamiento espiritual. Qué sepamos ver en ellos el ejemplo que necesitamos en nuestras vidas.
Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.
Inmaculado Corazón de María, sé la salvación del alma mía.
El Señor nos bendiga.
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