Jesús y Zaqueo. ¿1585?. Biblioteca Nacional. |
Zaqueo, nos cuenta el Evangelio de este domingo (Lc. 19,1-10), era jefe de publicanos y rico, es decir, el encargado de cobrar los impuestos que se había enriquecido, no por su trabajo, sino por aprovecharse de los demás. Sería, pues, una persona que gozaría del reconocimiento y respeto del pueblo por miedo más que por amor y sus buenas obras. Era, a los ojos de sus vecinos, un "pecador público". Parece ser que tendría curiosidad por ver quién era "ese" Jesús del que todo el mundo hablaba, nos dice el texto literalmente: Trataba de distinguir quién era Jesús. Finalmente se hace un hueco para verlo, subiéndose a una higuera, pues era de baja estatura.
¡Cuál sería su sorpresa!, al comprobar que Jesús lo está buscando a él también, pues llega hasta aquel lugar y le dice: Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa.
Y Jesús debió mirarlo como únicamente Él sabe mirar. Con amor, misericordia, dulzura, como nos mira a cada uno de nosotros. Jesús nos conoce mejor que nosotros mismos, sabe de nuestras necesidades e inquietudes. Ve en Zaqueo la dignidad de hijos de Dios que todos tenemos. Jesús con su mirada lo transforma todo, cambia el corazón de Zaqueo y, a pesar de que sabía que se produciría un escándalo, a Jesús le da igual, puesto que la visita que hará a Zaqueo será profunda, para alojarse en su alma. Jesús busca a esa oveja descarriada para llevarla a su redil.
Muchas veces nos creemos importantes porque tenemos muchas cosas materiales, o un buen puesto laboral, político, e incluso nos creemos importantes por tener un cargo en nuestra parroquia. Pero no tenemos amor, solo pensamos que obramos correctamente y cumplimos todo mejor que los demás, buscando que Dios nos dé esa recompensa de santidad, más que darnos y servir al prójimo por y con amor. El error está en que esa "recompensa" ya la estamos recibiendo, pues se trata en realidad de un reconocimiento absurdo de los demás, sin darnos cuenta que el tesoro del cielo estamos dejando de ganarlo.
Pero hoy Jesús nos da una nueva oportunidad. En otras ocasiones ha venido a buscarnos como a Zaqueo, pero lo hemos dejado pasar.
Hoy, a través de su Palabra, Jesús viene y quiere quedarse en tu casa, en tu corazón, quiere convertirte, transformar tu alma, quiere cambiarte, hacerte ver cuál es el camino que debes seguir. Hoy Jesús te mira con misericordia, con amor, como todos los días. Piensa que Jesús ama todo lo suyo, y todos nosotros somos suyos.
Hoy la Salvación llega a nuestra casa. ¿Vamos a abrirle las puertas? ¿Quieres dejarte transformar por Dios? Déjate mirar por Cristo, que su mirada nos recorra por completo y transforme nuestros problemas en soluciones, nuestras enfermedades en sanidad, nuestro rencor en amor, nuestras tristezas en alegría y, sobre todo en Esperanza.
El Señor nos bendiga.
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