jueves, 7 de agosto de 2025

¡Ay... los chismes!: Creciendo entre espinas


Para los amantes del chisme:


Mi vida es mía, y lo que pase en ella no les interesa a ninguno de ustedes. 

No soy ni su película, ni su novela, ni su entretenimiento.

Únicamente soy autor de mi propia historia. Dedíquense a ser los autores de las suyas propias, que yo no quiero ser ni el personaje secundario, ni el epílogo de las suyas. No, no me interesa para nada.

Pero si lo prefieren, sigan hablando, sigan criticando, sigan envidiando, sigan así, si su verdadera meta es continuar siendo infelices.

Cuando el chisme destruye lo que era sagrado:

Hubo amistades que parecían firmes, hasta que el veneno de las palabras susurradas empezó a filtrarse. No fue una discusión. No fue una traición directa. Fue el murmullo, el juicio disfrazado de preocupación, la mirada que no pregunta pero acusa.

Vayamos a la Biblia y veremos que Proverbios 16, 28 lo dice sin rodeos: “El perverso provoca contiendas, y el chismoso divide a los buenos amigos.”  

Y eso fue lo que muchos querían que sucediera. El chisme llegó como una sombra silenciosa, y lo que antes era confianza, podría ir convirtiéndose en distancia.

Pero hoy pongo límites. (Todos tenemos que ponerlos en algún momento). Hoy cuido mi vida como un jardín cerrado, más que antes. Acorazado sí, pero en el interior sigue un florido, colorido y luminoso jardín que muchos, la mayoría, no podrán ver. Porque las lágrimas del mártir riegan el jardín de la gracia eterna.

¡Qué hablen los que no saben! ¡Qué inventen los que no tienen paz! Por sus obras ya los conocemos. No hace falta más. Nosotros a lo nuestro: Oración y silencio, porque entre espinas, el alma evoluciona.

Los chismes no golpean. No gritan. Los chismes susurran. Y en ese susurro, destruyen.

Pero recuerda: La oscuridad de Getsemaní precede la Luz del sepulcro vacío.

Por eso sigo escribiendo mi historia con dignidad, porque no nací para ser parte del guion de otros.

Dios no une almas al azar. Dios une propósitos. Y todos, en nuestra libertad, debemos trabajar para ello.

Ustedes sigan intentándolo, que lo que el chismoso no sabe es que esto fortalece y están creando una gigante y, a la vez, silenciosa máquina de amar y crecer.

Porque cuando en estos casos pides ayuda a Dios, Él permite el sufrimiento. Porque sabe que el dolor, es el auténtico gimnasio del alma.


El Señor nos bendiga.

lunes, 28 de julio de 2025

Busquemos la Luz


Un día de estos, da igual cuándo, durante un paseo se me vino a la mente una imagen que había estudiado y visitado hace años. Se trataba de uno de los frescos de la catacumba de Priscila, en Roma.

Rápidamente se me ocurrió la idea de proponer impartir una conferencia, pero he decidido escribir esta entrada, mucho más resumido y accesible para todos.

A decir verdad, hace mucho que quería escribir y dejar mi pensamiento actual sobre cómo veo todo a mi alrededor. Después de analizar infinidad de cuestiones que me planteo en mi insistente e incansable filosofar personal, aparentemente todo es mentira. Bueno, vale. Casi todo.

Lo que es cierto, a mi modo de ver y entenderlo es que el mundo está carente de amor. La sociedad está envuelta en una máscara superficial, la rutina nos arrolla, el materialismo nos arrastra… Valoramos las posesiones, y usamos a las personas. ¿No debería ser al revés? Hemos ido transformando nuestras vidas sin darnos cuenta gracias a la televisión y, sobre todo, las redes sociales. Mostramos una imagen exterior que —muchísimas veces— no representa lo que somos por dentro. Porque el interior... “no vende”.

Estamos totalmente perdidos, desorientados.

No. No me he ido del tema. Todo tiene relación. Ya había puesto título a mi conferencia: “El alma en busca su origen en Cristo. Apuntes sobre el arte paleocristiano”.

La intención era una invitación a mirar las imágenes no con los ojos, sino con el corazón. Porque en tiempos donde el alma parece ausente, el arte paleocristiano nos puede recordar que la fe empezó bajo tierra, pero nunca dejó de mirar al cielo.

En este sentido, no voy a descubrir nada: La fe hoy esta olvidada, incluso por muchos sacerdotes que se han convertido en funcionarios. Cumplen un horario y solo buscan dinero, placeres efímeros y no son capaces profundizar. Su ejemplo es nulo y sus palabras son vacías, porque no sienten.

Pero no sólo los sacerdotes, —lo que pasa es que ellos deben ser pastores— porque los laicos también estamos perdidos, sin rumbo, sin evangelizar porque no podemos dar ejemplo. Todos estamos invadidos por la mentira del postureo, el trabajo, las ocupaciones y dejamos de lado lo más importante. Amar.

Pero se nos olvida amarnos a nosotros. Una cosa es el egoísmo que nos domina, y otra cosa es amarse uno mismo.

El único mandamiento de Dios que resume los Diez es: Amarlo a Él sobre todas las cosas y al prójimo como nosotros mismo.

Pero si no sabemos amarnos de verdad a nosotros, si huimos del amor, si nos dejamos arrastrar por lo fácil y temporal, si en vez de amarnos somos egoístas, ¿cómo vamos a amar a los demás? Damos lo que somos. Y si no somos amor, damos daño.

Volviendo a las catacumbas, podemos decir que la fe empezó bajo tierra:

Quizás tengamos que vivir y sufrir una noche oscura. Sí, digo bien, sufrirla, experimentarla de verdad. Caernos en ese pozo sin luz, donde no vemos salida, solos, sin nadie, sin nada, vacíos…, hasta Dios parece guardar silencio y sin saber cómo ni porqué, se inicia una introspección donde empezamos a analizarnos.

¿Quiénes somos y para qué estamos aquí?

¿Cuál es nuestra misión?

¿Qué queremos, qué necesitamos de verdad?

¿Qué nos sobra realmente?

¿Cuá es el propósito?

¿Cómo tenemos y está nuestra alma?

Es decir, tenemos que bajar al ultramundo personal buscando a Dios sin dejar de mirar al cielo, buscando ayuda, solución, orientación, sanación de heridas...

Muchas personas dicen estar en la luz. Y pueden que lo sientan así, yo no soy nadie para juzgar. Pero otras no pueden verla aunque quieran, porque para ver la luz, hay que estar y ser conscientes de que estás en la oscuridad y cuando sales, puedes ver la diferencia. “Ahora sí veo todo mejor, sé lo que es la luz”.

Eso es lo que está faltando en el mundo. Introspección real. Hay que pasar por el fuego del dolor para purgar todo aquello que no nos sirve, lo que hemos usado mal, lo que hemos dejado de hacer, y despertar el alma dormida que lo que quiere, —aunque nos neguemos y nos parezca una cursilería—, que no es otra cosa que amar: Ese es su propósito original. Porque fuimos creados para amar, no para comprar, tener coches, mil lujos, oros… ¿Cuál es el motivo de estas cosas superficiales?

Sé que es difícil ver esto que estoy contando si lo que nos interesa es seguir como estamos. Pero si lo piensas de verdad, lo que estamos haciendo, en un porcentaje muy alto, no nos sirve para nada. No digo que hay que sufrir y pasarlo mal. Al contrario, estamos en esta vida para ser felices, porque Dios no nos quiere tristes, quiere plenitud en nosotros. Pero, ¿qué es la felicidad? ¿Por qué tenemos la ambición de tener y conseguir más, si no sabemos si dentro de un minuto nos vamos? ¿Qué hacemos con eso?

Cuando dejamos al alma que encuentre su propósito y empiece a crecer, veremos todo de una forma distinta. Podremos ayudarnos unos a otros, sin envidias, prepotencias y postureos superfluos. Porque sabremos amar mejor.

Si cambiamos nosotros, empezaremos a cambiar el mundo. No esperes que el mundo cambie para cambiar tú, porque no va a pasar.

Sonríe, disfruta y sobre todo ama, pero desde el interior de tu ser. Desde el lugar que tú, mejor que nadie, sabes perfectamente cuál es. Y si no es así, déjate amar y descubrirás la mayor felicidad que puedas experimentar. Porque cuando eso ocurre, todo lo demás cobra sentido.

El Señor nos bendiga.

sábado, 28 de junio de 2025

Corazones


Jesús:

Estoy sentado ante ti, que estás en el Sagrario. Justo encima está tu imagen mostrándonos tu corazón sangrante. Lo miro. Miro el mío, y no tiene nada que ver, no lo puedo comparar. Sin embargo, Tú, mejor que nadie, conoces cómo es, de la misma forma que sabes cómo es el de los demás.

Cada uno de nosotros te traemos nuestros agobios, problemas, preocupaciones, las gracias por lo que nos das, por los males que permites para el bien de nuestras almas. El problema es que no entendemos eso, porque nuestra mente limitada nos impide ver la razón de tantas cosas que nos pasan.

Danos la fe para creer en Ti, de descansar en ese Corazón que nos ofreces, herido y sanado por tantas traiciones, juicios, rechazos, abandono, ingratitudes... Porque si algo nos pasa y estamos sufriendo, es porque detrás viene algo mejor.

A veces pensamos que somos eternos en esta vida, pero esta vida es pasajera, demasiado pasajera para unos; lenta como el óleo sobre el lienzo, para otras.

Todo tiene su tiempo, tu tiempo perfecto. Y eso es algo que todavía no comprendemos. Queremos todo para ayer porque hoy nos parece tarde. Pero no nos damos cuenta que, a lo mejor eso que queremos no nos viene bien, como un niño que quiere comer caramelos antes de comer y sus padres se lo prohíben. Otras, nos las vas a dar, pero primero quizás, tenemos que sanar heridas, aprender cosas, avanzar... Y se nos olvida que Tú, eres también el Dios del tiempo. 

A veces lo veo claro. Otras me puede mi humanidad imperfecta y te exijo. Toda una osadía por mi parte; pero sé que en ese momento te hablo desde mi dolor, mi herida. Ahí es donde actúas Tú. Con tu abrazo, con tus indicaciones, o simplemente desde el silencio. Porque he aprendido que cuando callas, estás trabajando en algo intangible que me beneficiará. Pero yo me vuelvo más impaciente si cabe.

En ocasiones aparece tu Madre que me dice: Mírame, yo tampoco entendía nada y guardaba todas las cosas en mi corazón.

¡Cuánto no soportaría Ella, siendo Luz!... Pero con su alma llena de Esperanza.

¡Cuántas veces la envías para que pise a la serpiente cuando nos asfixia demasiado!, y no lo vemos.

Jesús, que vuestros Corazones sean nuestro refugio donde podamos descansar en momentos de debilidad y agotamiento espiritual. Qué sepamos ver en ellos el ejemplo que necesitamos en nuestras vidas.


Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.

Inmaculado Corazón de María, sé la salvación del alma mía.


El Señor nos bendiga.

sábado, 21 de junio de 2025

Reflexionando un día cualquiera


 Me he atrevido a compartir una pequeña reflexión tras una experiencia que viví días atrás durante una celebración eucarística, la cual fue ofrecida por una persona que había fallecido.

El caso es que había más fieles de lo acostumbrado. No había que ser un lince para que me diera cuenta de que era una "misa de difuntos", máxime, cuando la mayoría no son asiduos a cultos.

Durante la homilía, los fieles se miraban y "aguantaban el chaparrón" pacientemente, quizás, sin entender muy bien lo que el sacerdote quería exponer.

Se levantaban y sentaban según hacían los que suelen ir a misa. Algo que suele ser normal en estos casos, y algo que entiendo perfectamente.

En la parte más importante, esto es, la Consagración, una persona se levantó y se dirigió hacia los bancos más próximos de los pies del templo para saludar a otra de forma muy efusiva.

Llegado el momento de la Comunión, el sacerdote abandonó el presbiterio para distribuir a Cristo sacramentado. En ese instante, se hizo un revuelo en los primeros bancos, pues muchos se acercaron a dar pésames. Abrazos, besos "sonados", murmullos, movimientos... se sucedían a escasos metros del sacerdote, incluso taponaban la fila de las personas que se acercaban a comulgar. Algunas personas, también en ese momento, salieron del templo.

He de suponer, ante el posible desconocimiento, que ambos grupos de personas, pensaron que la misa había finalizado.

El sacerdote siguió impartiendo la Comunión sin inmutarse. En otros casos, el sacerdote habría mandado callar con una regañina.

¿Cuál de las dos opciones es la más correcta a vuestro parecer? Entiendo que es una situación difícil de manejar.

Dicho esto, en el momento de la Consagración sólo se me venían unas palabras de Cristo mientras lo clavaban en la Cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Y es que era justamente eso, en ese mismo instante, y la misma ignorancia.

Siempre hablo de la formación y la información. Muchos juzgan el comportamiento de estas personas, que hacen lo que pueden porque no saben lo que hacen ni dónde están. Sí, nos adelantamos a juzgar antes de tender la mano. Y lo hacemos todos. Yo el primero. Pero aquel día quizás estuviese más empático y pensé que posiblemente no habrían tenido la posibilidad que otros hemos tenido de recibir esa formación. Siempre queremos que se cumplan las normas, pero los que nos consideramos católicos y practicantes, somos los primeros en incumplirlas por diversas razones que no vienen al caso.

Si nos fijamos en quien debe ser nuestro ejemplo, el mismo Cristo, en ciertos momentos renuncia a esas normas para priorizar algo que siempre se nos olvida: acoger con amor. Jesús nunca pidió papeles en regla antes de amar. Su pedagogía fue el encuentro. La ternura.  Véanse los ejemplos de Zaqueo, la samaritana, el ciego Bartimeo… entre otros tantos.

Yo lo tengo muy claro. Puede que mi forma de ver las cosas sea totalmente diferente a la de la gran mayoría, pues por nuestras obras nos damos conocer. Las personas estamos para servir, no para mandar, por muchos cargos que queramos tener. El poder corrompe, y ¡los cargos son sinónimo de responsabilidad, no de poder! 

Lo único que tenemos que hacer es servir y amar. No hay más. Así de sencillo y de difícil a la vez.

En la Iglesia (los católicos) deberíamos ser acogedores, y predicar con nuestro ejemplo de amor, no de prepotencia. Cuando entendamos esto, quizá podamos avanzar como sociedad y como comunidad. Cuando entendamos esto, nuestro actuar servirá de ejemplo a otros, y dejará de ser un teatrillo barato y vacío que ahuyenta, más si cabe, a los alejados.

El Señor nos bendiga

jueves, 19 de junio de 2025

Corpus Christi 2025

Muchas personas buscan ser amadas, comprendidas, aceptadas e incluso deseadas.

Puede que hayan encontrado a esa persona que tenga y le dé lo que ansiaban: Amor. Pero también debemos darlo a los demás. 

¿Y Dios? ¿Cómo es nuestra relación con Él? ¿Hacemos por conocerle? 

Pienso que a veces nos comportamos con Dios, de la misma forma que hacemos con los demás. 

Somos tan egoístas que sólo acudimos a Él cuando necesitamos o buscamos algo. Si nos lo concede, pensamos que era si obligación y pocas veces agradecemos, dejándole cual pañuelo de papel usado. Si no nos lo concede, ya nos olvidamos hasta que nos volvamos a encontrar agobiados. 

Y Él... espera pacientemente en su infinita humildad y bondad, por si un día queremos volver. Día tras día. 

El amor a Dios, de la misma forma que deberíamos amar a los demás y, sobre todo a aquellos que tenemos más cerca como familia directa o pareja, debe ser sincero, profundo y transformador. Porque ese tipo de amor no requiere máscaras, falsedades, autoengaños y autosabotajes. Nos obliga a mostrar nuestras vulnerabilidades, tal cómo somos, con nuestras luces y sombras. Y eso... puede resultarnos incómodo, e incluso a veces, aterrador. 

Quizás algunos hemos ido construyendo una identidad basada en el miedo, estamos continuamente protegiéndonos, y huyendo porque no queremos volver a sufrir. ¡Ay, las heridas del alma que nos destrozaron en cada momento de nuestras vidas! Y huimos, buscamos refugio en el trabajo, ocio, amigos si los hay, e incluso en relaciones superficiales que nos pueden dar momentos de alegría o placer, pero no nos llenan, solo cubren vacíos temporales. Y aun así, lo preferimos, aunque en el fondo sigamos buscando eso que anhelamos.

Buscamos aprobación, huimos del qué dirán, nos sentimos observados, nos disfrazamos ocultando nuestra esencia a los demás, seguimos encerrados tras nuestro muro infranqueable, cada uno el suyo, porque todos al final, en mayor o menor medida, tememos o hemos podido temer el rechazo o cualquier otra herida. Pensamos que es mejor continuar así a experimentar el amor de verdad.

Aprendimos en la vida a reprimir nuestras emociones más auténticas, nuestras necesidades, y van pasando los días, semanas, meses, años... la vida entera, y no nos sentimos bien, o no tan bien como desearíamos, pero nos decimos a nosotros mismos que nos compensa. Incluso nos decimos cosas como "ahora no, quizás en un futuro". ¡Cómo si aquí estuviésemos a estar eternamente! y dejamos pasar esas oportunidades que se nos presentan de amar y ser amados.

La cuestión es que tenemos que conocernos y querernos a nosotros para poder amar a los demás. Eso, estoy aprendiendo, no es egoísmo. Es admitir cómo somos, reconociendo nuestras virtudes, y aceptando nuestras carencias, intentando superarlas y mejorarlas. Nadie nos puede salvar, más que nosotros mismos con la ayuda de Dios. El amor no es encontrar una persona que nos complete, es compartir con la otra persona nuestras luces y sombras, ayudándonos y cediendo mutuamente. El amor no sólo se encuentra, también se construye día a día. No es llenar vacíos mutuos, es un crecimiento de los dos, sintiéndose libre y a la vez siendo leales. No es poseer, no es miedo a perder independencia o libertad, ni a estar solos, no es buscar ser validados. Tampoco es dependencia y mucho menos interés de ningún tipo, repito, de ningún tipo. Es eliminar las capas que hemos ido creando y que nos han impedido ser nosotros mismos. No es encontrar a la persona perfecta, es encontrar a la persona con la que puedas evolucionar y descubrirnos con paciencia, sabiendo esperar, apoyando, aportando y siempre respetando, nunca eliminando más que lo que nos perjudica.

Eso no quiere decir que todo sea bonito, también hay encontronazos, dolor, y redirección que escuece, pero todo es para nuestro crecimiento. No es una lucha constante por trasformar al otro, es aceptación, porque cada uno necesita sus tiempos, tiene libertad, y por supuesto, su forma de ser, lo que nos hace únicos.

A veces, ante distintas situaciones, no necesitamos correr, necesitamos rezar y que Dios nos dirija.

Y ahí está el centro de todo: Dios. Volvemos a Dios y comprobamos que nos comportamos con Él de la misma forma.

Sin embargo, Él nos conoce mejor que nosotros, sabe nuestro pasado, presente y futuro. Si debemos confiar en nuestra pareja, o familia, cuánto más debemos hacerlo en Dios.

Pero no, lo tenemos olvidado, huimos de Él porque nos puede pedir un compromiso que no queremos dar, lo rechazamos, lo abandonamos... pero cuando nos vemos ahogados es cuando lanzamos un grito al cielo y decimos que Él no está. Pero Él está porque es fiel, porque respeta al máximo, porque nos acompaña siempre (a pesar de que nosotros a Él, no), porque nos ama de verdad de la forma más sincera, dulce, grandiosa, paternal y fraternal que podamos imaginar.

Vivimos en la sociedad de la inmediatez y eso, de la misma manera que hacemos con las personas, sobre todo con las que amamos, le pedimos a Dios que sea con nosotros. Queremos milagros ya. Pero como no lo tratamos, no lo conocemos y, por tanto, ignoramos o se nos olvida que sus tiempos no son nuestros tiempos. Esos tiempos de Dios que se nos hacen eternos, porque las pruebas son eso, pruebas que debemos superar para seguir creciendo. 

Este domingo Él saldrá a la calle. Sí, con su Cuerpo sacramentado, pero será Él. Podemos decir que es la procesión de las procesiones. El mismo Dios estará presente, pasará delante de nosotros o, en el mejor de los casos, estaremos a su lado.

¿Estamos dispuestos a ir a su encuentro, a acompañarlo, a hablar con Él, a quererlo, a darle gracias y a pedirle ayuda o consejos? ¿Estamos dispuestos a creer en Él, o seremos tan desagradecidos como siempre? ¿Iremos de corazón con el alma puesta en su presencia, o volveremos a intentar lucirnos de forma estúpida, absurda y vacía? ¿Le daremos lo mejor de nosotros mismos, o volveremos a darle, como mucho, migajas que nos sobran? ¿Confiaremos en Él? 

Piensa que normalmente le damos menos de lo que hacemos por los demás y recibimos de ellos, que ya es bien poco. Pero luego le exigiremos.

Aprovechemos este día de tanto AMOR para que Él transforme nuestro corazón endurecido, herido, insensible y convierta nuestro lamento en baile, nuestro luto en alegría, y así podamos dar ese amor a los demás y a Él. Por que Él, es el verdadero, el único Amor entre todos los amores.


El Señor nos bendiga.

viernes, 11 de abril de 2025

La Luz de la Esperanza


 

Querido Jesús:

Sabemos que la cuaresma es un tiempo de penitencia donde resaltamos el ayuno, la oración y la limosna, a lo que le añadimos la abstinencia de comer carne ciertos días, como el miércoles de ceniza y los viernes. Últimamente está la moda de “sustituir” esos pequeños sacrificios por otros, así como cambiar la limosna de dar unas monedas por otra cosa, como el tiempo.

Muchos de los que se denominan cofrades “vuelven” tras haber desaparecido un año entero, porque hay que montar los pasos, ensayar, limpiar orfebrería, o derretir la cera para la candelería, entre otros menesteres como acudir “obligatoriamente” a los cultos si perteneces a una junta de gobierno, porque la hermandad tiene que estar representada.

Cuando un año tras otro veo tanta superficialidad, supongo que llega el momento en que uno se cansa de esto, no porque no le guste, sino porque no siente que se viva como debería.

Puede ser que siempre me haga mil preguntas. Puede ser que esté en proceso de transformación. Puede ser que vea todo diferente a la mayoría. Pueden ser mil razones, incluso una mezcla de varias, pero desconozco cuál es, a día de hoy.

Esta cuaresma, efectivamente, ha sido distinta. Alejado del mundo cofrade y más cerca de intentar conocer el sentido de todo; algo que se me antoja imposible que quepa tanta magnitud en mi limitada cabeza humana. Sin embargo, hay veces que necesito respuestas. Respuestas que no llegan o no veo porque, posiblemente no sea el momento de saberlas. Pero insisto una y otra vez, como un niño caprichoso que quiere conseguir algo de sus padres.

Sí, mi cuaresma está siendo rara, como todo lo que me rodea.

Sin saber cómo, me he visto envuelto en una maraña que no sé cómo deshacer. Cosas que antes me atraían más, hoy no tanto. Incentivos que tenía, parece que se desvanecen poco a poco, como el humo del incienso que se pierde en el cielo de una estación de penitencia. Aún permanece su olor, pero ya no lo veo.

Miro a mi alrededor y, quizás por no hacer lo que hacen otros tantos, me veo solo. Todos tenemos nuestras ideas personales. Todos nos equivocamos y tomamos decisiones que no son las más adecuadas, pero sin ellas quizás, no aprenderíamos. Somos así, reaccionamos a base de palos, unos más que otros. El miedo también paraliza y de repente pienso: Tus discípulos estaban escondidos por miedo. Sí, puede que haya sido cobarde en muchas ocasiones, pero cuesta trabajo incluso andar por la calle sabiendo y sintiendo que los juicios de la mayoría hacia mi persona van y vienen como las olas a la orilla. Claro que intento hacer lo que tengo que hacer, pero hay días que esto pesa más que otros. Unos días se soportan bien, como si no pasara nada. Otros tienes agujetas del día anterior. Otros, duele aguantar…

Personas que amo y tenía cerca, también parece en estos tiempos que se van alejando cada día más y, de nuevo, me siento solo. Incomprendido. Una vez más pienso: Tus discípulos te abandonaron en el peor momento, hasta te negaron como Pedro. Pero tú continuaste; solo, pero continuaste tu misión.

Cada uno tenemos nuestra misión. La tuya, indudablemente, la más grande que nadie pudiera llevar a cabo. Soportar el peso del pecado de toda la humanidad y salvarla de la muerte. ¿Cuál es la mía? ¿Amar? Yo puedo amar, por supuesto, de hecho, cada día me doy más cuenta que fuimos creados para eso. Y duele, bien lo sabes. Porque es doloroso amar a quienes se apartan. Es complicado amar cuando ves que no encajas en ningún sitio a pesar de los esfuerzos; cuando te sientes abandonado y rechazado pero, ¡qué te voy a contar que Tú no sepas y hayas vivido!

Humillado, insultado, azotado, rechazado, abandonado, solo ante todo. Frío, sin ropa, ensangrentado, herido de muerte, sentado en una piedra esperando pacientemente que te claven en un madero. A tu lado, aunque en la distancia, siempre prudente, tu Madre. Porque así son las madres, siempre acompañando a sus hijos en sus vidas, pendientes a cualquier cosa que les haga falta. ¡También les ha caído una buena misión a ellas!

¡Ay, Jesús! ¡Qué difícil lo veo todo con la fácil que es en realidad! ¡Qué negro lo veo todo, cuando debería verlo iluminado y ornamentado con la mejor paleta cromática!

Noche oscura del alma que no encuentra sentido a nada, que enfría el más cálido de los abrazos, que amarga el más dulce de los besos, que parece apagar hasta los luceros de una mirada, que entristece hasta el contemplar la más hermosa de las sonrisas que jamás pudiera presenciar,…

Noche oscura de cuaresma, en la que busco como un loco entre mi Dolor, encontrar ese pequeño rayo de Luz que salga pronto del sepulcro cuando ruedes la piedra, y me confirme la Esperanza en la que me sostengo.